Por Cosme Beccar Varela
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Buenos Aires, 20 de Agosto del año 2010 – 993
"Pensar o no pensar, esa es la cuestión", diría parafraseando a Shakespeare.
Cada vez está más claro que los ciudadanos de a pié, supuestamente dotados de una porción de la soberanía popular el día de las elecciones (¡y nada más que ese día, porque el resto del tiempo somos meros "convidados de piedra"!) carecemos de dos elementos esenciales para poder votar inteligentemente: INFORMACIÓN Y COMPRENSIÓN.
No sabemos prácticamente nada de lo que realmente pasa en los ambientes del poder cuyos integrantes forman una "maffia" hermética de políticos, periodistas, empresarios, clérigos y otros tipos de delincuentes de alto vuelo. Ellos se hablan sólo entre ellos y desprecian al resto de la población a la que le tiran harapos de noticias inconexas, parciales, generalmente falsas, todas ellas destinadas, no a informar, sino a engañar.
La prensa, que se jacta de ser un instrumento esencial de la democracia, es un instrumento, sin duda alguna, pero no de la "democracia" como se la entiende en los manuales, sino de la democracia falsa, tal como existe en realidad, o sea, un inmenso sistema que monopoliza el poder en manos de unos pocos que son siempre los peores y los mismos, no importa cual haya sido el número de sus tropelías e injusticias, ni cuan carentes estén de toda cualidad o mérito, ni cuantas veces hayan mentido y cambiado de bando.
¿Cómo pueden conseguir esos 10.000 corruptos, ineptos, todos ellos imbuidos de ideas contrarias a las tradiciones argentinas y más o menos marxistas, meterse en un bolsillo a 40.000.000 de argentinos, entre los cuales hay por lo menos 10.000.000 de cierta cultura y la casi totalidad, por lo menos, sabe leer y escribir?
La respuesta es la que adelanto en el primer párrafo de este artículo. Lo consiguen ocultando información, dando noticias engañosas, mintiendo, silenciando a los verdaderos opositores, sobornando o amenazando a los que saben algo que no quieren que se sepa, arruinándolos, desprestigiándolos mediante calumnias o procesos amañados y en última instancia, encarcelando o matando al que moleste demasiado porque los presos no tienen libertad de movimientos y los muertos no hablan.
Como consecuencia de ese sistema diabólico es extremadamente difícil, sino imposible, comprender lo que realmente pasa y lo que puede pasar.
Mediante ese sistema se puede inventar un "líder" (casos típicos son ambos Kirchner, la Sra. Carrió, Macri y Pino Solanas), al que pueden destruir fácilmente cuando quieran (vean a Macri) o fingir que no hay otros mejores (cuando en realidad los hay pero hundidos en el anonimato artificial, rodeados por un silencio deliberado que los hace desconocidos).
También hay otros personajes importantes e influyentes que nadie conoce porque su papel es influir desde su anonimato deliberado. Este es el caso de los periodistas. Un periodista puede difamar sin pudor a un buen argentino y el difamado no tiene ni idea quién es ese periodista, qué hizo antes, a qué ideología adhiere su difamador, quienes son sus amigos, a qué intereses responde, ni si está pagado para difamar o lo mueve un odio ideológico inconfesado. Es como si el difamado fuera apaleado en un cuarto obscuro por alguien que tiene anteojos infrarrojos que le permiten ver sin ser visto.
Esta difamación periodística es el arma letal más efectiva que tiene el "sistema" para excluir de la vida pública a las personas honorables. Ellas pueden ser destruidas mediante difamaciones, arma aparentemente incruenta que, sin embargo, es mortal, porque hiere el honor de la víctima sin el cual ésta no puede vivir.
Los crápulas de la "dirigencia" corrupta e inepta no tienen honor de manera que no se los puede difamar. Son inmunes a las peores acusaciones, aunque sean verdaderas. Y si no, vean a los Kirchner, acusados con sólido fundamento de enriquecimiento ilícito y, sin embargo, siguen su carrera impertérritos y hasta auténticamente sonrientes, como puede verse en la cara de la Sra. de Kirchner en sus diarias apariciones públicas.
Ese sistema nos hace creer que sabemos mucho cuando en realidad sabemos muy poco y casi todo falso acerca de los políticos que son presentados como "opciones únicas". Y lo que es peor, sobre la base de ese poco que nos permiten saber, los "politicólogos" inventan análisis supuestamente sesudos y vaticinan futuros que presentan como inexorables a los cuales después se agregan las encuestas, falsificadas ab initio porque los interrogados han sido sometidos a este proceso de desinformación o porque son directamente inventadas.
Si a eso le sumamos que nadie tiene "archivos" como para hacer la "ficha" de estos malandrines, puede decirse que la poca información inocultable que hayamos adquirido en el pasado, la olvidamos, o son recuerdos imprecisos de datos confusos que no podemos probar. Luego, nos quedamos con el último, que es el que a los dueños de la opinión pública les interesa destacar.
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¿No hay manera de liberarse de estas cadenas? ¿No hay manera de ver lo que no quieren que veamos? ¿No hay manera de averiguar algo de lo que no quieren que sepamos?
Parecería que no, porque ninguno de nosotros tiene una "SIDE" o un servicio detectivesco al que pueda recurrir. Sin embargo, hay una manera de saber algo si estamos dispuestos a pensar y a adoptar algunos principios prácticos para la interpretación de lo que se publica.
1) Lo primero es tomar la decisión trabajosa de pensar. Si no queremos pensar y preferimos la cómoda repetición de las interpretaciones "consagradas" que están de moda, entonces no hay manera de escapar del sistema fraudulento que nos convierte en esclavos perpetuos del "establishment".
2) Para pensar hay que aprender Historia (verdadera, no la oficial, que ya viene trucada) de la que nunca se sabe lo suficiente, usar la experiencia de nuestra vida que nos habrá dado algún conocimiento de psicología, amar la Justicia, no tener partidismos ciegos, buscar buenos consejos y leer los buenos autores clásicos (que nunca son los "best sellers")..
3) Sospechar de la prensa, desconfiar de lo que dicen los poderosos de todos los sectores, inclusive del clerical, porque son ellos los que tienen interés en "desinformar" para reinar.
4) Leer entre líneas, es decir, tratar de ver lo que está implícito y lo que silencian en aquello que se publica. Por ejemplo, dicen que la economía argentina anda bien porque se venden muchos autos. Puede ser que se vendan muchos autos, pero la causa de eso no puede ser que la economía anda bien porque sabemos, por otro lado, que el INDEC está falsificado, que la deuda pública ha sido repudiada en un 75% y sin embargo ha vuelto a su nivel anterior, que los grandes millonarios se llevan la plata afuera del país (en tres años se llevaron u$s52.000.000.000 -"Clarín" 178/2010, pág. 14-, suma igual a la de las cacareadas reservas del Banco Central que, dicho sea de paso, no son en dólares auténticos sino que son fruto de una alquimia misteriosa), no hay seguridad jurídica, Moreno asalta empresas y amenaza con armas y con golpes, etc. etc.
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Esto de pensar, desconfiar y "leer entre líneas" es lo que al buen bobo argentino le cuesta más. Y no hay manera de convencerlo de que debe hacer eso por el bien común y por el suyo propio. El buen bobo argentino intuye que si lo hace, y es honesto con su pensamiento, deberá luchar por la Patria o, por lo menos, deberá resistir los cantos de sirena de la falsa oposición y apoyar a los verdaderos opositores. Y a eso no está dispuesto de ninguna manera porque no se lo permite su pereza (por no decir su cobardía).
Esta es la misión de "La botella al mar": ayudar a que los buenos patriotas se decidan a pensar de esta manera. Si lo hicieran, la Argentina podría salvarse de la tiranía y del negro futuro que le espera en el caso contrario.