En su reflexión televisiva semanal en el
programa “Claves para un Mundo Mejor” (América TV), MONS. HÉCTOR AGUER, Arzobispo de La Plata y
miembro de la Academia Nacional de Ciencias
Morales y Políticas, expresó su preocupación
porque “cualquier observador objetivo de la
realidad social y política de la Argentina puede constatar que, frecuentemente,
se da entre los dirigentes una separación, un enfrentamiento, una brecha que
hace muy difícil que unos y otros se pongan de acuerdo para resolver los
problemas concretos de la gente”.
Comentó que “hay muchas causas de una situación semejante” como las “causas ideológicas, sobre todo una
ideologización sistemática de toda acción social o política” y “los intereses individuales o sectoriales en
contraste con el interés nacional, que se pierde de vista. Y finalmente el encono”.
Luego afirmó que “el problema de la discordia, que es una nota característica de la vida
social y política de la Argentina desde los orígenes” y que si bien “los
conflictos son inevitables en una sociedad” ellos “están para ser resueltos y
no para agravarlos de un modo intencional”.
“Peor aún
si la acción política o la acción social se inspiran en una teoría del
conflicto según la cual hay que provocarlo, hay que provocar las
contradicciones porque de esa manera imponiéndose al adversario que se
considera un enemigo se adquiere el poder necesario para impulsar los cambios,
las transformaciones que se pretende realizar”, aseguró
El prelado platense explicó que “de acuerdo a esta teoría, el desarrollo de
una sociedad depende, precisamente, de la agudización de los conflictos” y
que “cuesta creer y aceptar que quienes
están enfrentados políticamente, o los agentes sociales que sustentan
posiciones diversas acerca de la realidad, no puedan coincidir en ciertas
cuestiones objetivas, básicas, referidas a las necesidades inmediatas de la
población. Esto es más que nada
evidente en el orden municipal, donde se advierten los problemas barriales,
pero se puede observar también a nivel general de la vida argentina”.
También comentó que “la Doctrina Social de la Iglesia proporciona una interpretación
teológica de este mal del encono que agrava los conflictos” y que “la división exacerbada, el continuo enfrentamiento, la discordia,
tienen su origen en la ruptura originaria que es el pecado, la raíz profunda de
todos los males. Pongamos por ejemplo el orgullo, el egoísmo, la codicia. Dios
es puesto de lado, y la ruptura del hombre con Dios se proyecta en la ruptura
del hombre con su prójimo, que ya no puede considerarse un hermano. Entonces la
vida social queda entregada a la dialéctica destructiva que impide la concorde
resolución de los conflictos”.
Mons.
Héctor Aguer destacó que “el
Mandamiento del amor, que es el centro del mensaje del Evangelio, tiene una
proyección social, cultural y política capaz de inspirar todas las relaciones
humanas, de purificarlas y elevarlas, de
tal manera que este criterio del amor, del amor recíproco, constituya una
sólida base de la dedicación de los distintos agentes sociales y políticos a la
búsqueda del bien común”.
Y fundamentó su aporte en el Compendio de
Doctrina Social de la Iglesia “que hace
referencia a lo que podríamos llamar la amistad civil o amistad social”,
cuando dice: “El significado profundo de la convivencia civil y
política no surge inmediatamente del elenco de los derechos y deberes de la
persona. Esta convivencia adquiere todo su significado si está basada en la
amistad civil y en la fraternidad.
El campo del derecho, en efecto, es el de la tutela del interés y el
respeto exterior, el de la protección de los bienes materiales y su
distribución según reglas establecidas. El campo de la amistad, por el
contrario, es el del desinterés, el desapego de los bienes materiales, la
donación, la disponibilidad interior a las exigencias del otro. La
amistad civil, así entendida, es la actuación más auténtica del principio de
fraternidad, que es inseparable de los de libertad y de igualdad”.
“Y
culmina con un juicio histórico que nos concierne: “Se trata de un principio
que se ha quedado en gran parte sin practicar en las sociedades políticas
modernas y contemporáneas, sobre todo a causa del influjo ejercido por las
ideologías individualistas y colectivistas”.
A modo
de conclusión recordó que “para la
Doctrina Social de la Iglesia la actividad política y la actividad social están
tan vinculadas con la caridad que se habla, sin más, de caridad social, de
caridad política. Aquí está el principio clave. A partir de aquí, entonces,
¿qué acuerdo no es posible para resolver aquellas cuestiones objetivas,
básicas, que hacen al bienestar de la población?”.
Adjuntamos el texto completo de la alocución televisiva de Mons. Héctor
Aguer:
“Cualquier observador objetivo de la realidad
social y política de la Argentina puede constatar que, frecuentemente, se da
entre los dirigentes una separación, un enfrentamiento, una brecha que hace muy
difícil que unos y otros se pongan de acuerdo para resolver los problemas
concretos de la gente”.
“Hay muchas causas de una situación semejante.
Causas ideológicas, por ejemplo; sobre todo una ideologización sistemática de
toda acción social o política. Además, los intereses individuales o
sectoriales en contraste con el interés nacional, que se pierde de vista. Y
finalmente el encono”.
“Varias veces hemos hablado, en esta columna,
acerca del problema de la discordia, que es una nota característica de la vida
social y política de la Argentina desde los orígenes”.
“Los conflictos son inevitables en una sociedad,
pero están para ser resueltos y no para agravarlos de un modo intencional”.
“Peor aún si la acción política o la acción
social se inspiran en una teoría del conflicto según la cual hay que
provocarlo, hay que provocar las contradicciones porque de esa manera
imponiéndose al adversario que se considera un enemigo se adquiere el poder
necesario para impulsar los cambios, las transformaciones que se pretende
realizar”.
“De acuerdo a esta teoría, el desarrollo de una
sociedad depende, precisamente, de la agudización de los conflictos”.
“Cuesta creer y aceptar que quienes están
enfrentados políticamente, o los agentes sociales que sustentan posiciones
diversas acerca de la realidad, no puedan coincidir en ciertas cuestiones
objetivas, básicas, referidas a las necesidades inmediatas de la población.
Esto es más que nada evidente en el orden municipal, donde se advierten los
problemas barriales, pero se puede observar también a nivel general de la vida
argentina”.
“La Doctrina Social de la Iglesia proporciona
una interpretación teológica de este mal del encono que agrava los conflictos.
Si un observador objetivo puede advertir que se verifica esa fractura en la
vida de la sociedad, la Doctrina Social de la Iglesia nos invita a
interpretarla teológicamente. La división exacerbada, el continuo
enfrentamiento, la discordia, tienen su origen en la ruptura originaria que es
el pecado, la raíz profunda de todos los males. Pongamos por ejemplo el
orgullo, el egoísmo, la codicia. Dios es puesto de lado, y la ruptura del
hombre con Dios se proyecta en la ruptura del hombre con su prójimo, que ya no
puede considerarse un hermano. Entonces la vida social queda entregada a la
dialéctica destructiva que impide la concorde resolución de los conflictos”.
“El Mandamiento del amor, que es el centro
del mensaje del Evangelio, tiene una proyección social, cultural y política
capaz de inspirar todas las relaciones humanas, de purificarlas y elevarlas, de
tal manera que este criterio del amor, del amor recíproco, constituya una
sólida base de la dedicación de los distintos agentes sociales y políticos a la
búsqueda del bien común”.
“Quiero terminar esta breve reflexión leyéndoles
un texto de la Doctrina Social de la Iglesia que hace referencia a lo que
podríamos llamar la amistad civil o amistad social”.
“Dice así: “El significado profundo de la convivencia civil y política no surge
inmediatamente del elenco de los derechos y deberes de la persona. Esta
convivencia adquiere todo su significado si está basada en la amistad civil y
en la fraternidad. El
campo del derecho, en efecto, es el de la tutela del interés y el respeto
exterior, el de la protección de los bienes materiales y su distribución según
reglas establecidas. El campo de la amistad, por el contrario, es el del desinterés,
el desapego de los bienes materiales, la donación, la disponibilidad interior a
las exigencias del otro. La amistad civil, así entendida, es la
actuación más auténtica del principio de fraternidad, que es inseparable de los
de libertad y de igualdad”.
“Y
culmina con un juicio histórico que nos concierne: “Se trata de un principio
que se ha quedado en gran parte sin practicar en las sociedades políticas
modernas y contemporáneas, sobre todo a causa del influjo ejercido por las
ideologías individualistas y colectivistas”.
“De paso
podríamos concluir recordando que para la Doctrina Social de la Iglesia la
actividad política y la actividad social están tan vinculadas con la caridad
que se habla, sin más, de caridad social, de caridad política. Aquí está el
principio clave. A partir de aquí, entonces, ¿qué acuerdo no es posible para
resolver aquellas cuestiones objetivas, básicas, que hacen al bienestar de la
población?”.