El sacerdote ¿católico? Eduardo de la Serna, goza del título de “Coordinador del Movimiento de Sacerdotes en Opción por los Pobres”. Gracias a que su madre no lo abortó, hoy puede escribir en el diario oficialista Página 12 contra el Magisterio de la Iglesia Católica, a la cual dice pertenecer.
Bajo el título “Fascinado con la pro-vida”, el día 5 de febrero de 2011 cuestiona una reunión internacional hecha en dos jornadas de legisladores provida y profamilia.
Es más, afirma que nunca pudo “imaginar que alguien defendiera grupos “pro-muerte””. ¿Pero qué hacía el Obispo Angelelli, a quien seguramente este sacerdote que ataca al Magisterio pretende canonizar? Ese Obispo de La Rioja había solicitado a un sacerdote castrense que facilitara armas para “los muchachos” (claro, los muchachos terroristas necesitaban las armas para “defender la vida” en sus ataques de lesa humanidad a militares, filósofos, sindicalistas, dirigentes partidarios, funcionarios del Gobierno y todo lo que se atravesara en su camino). Por sus frutos los conoceréis. Los frutos del Obispo Angelelli son laicos y sacerdotes como De la Serna, que actúan, viven y predican fuera del Magisterio, mostrando que sus mentores no tenían grado de santidad alguna.
Este sacerdote, critica a un Obispo (Mons. Antonio Baseotto) por haber sido castrense, convocado al evento. A su vez, reflexiona malamente (tanto como su teología), afirmando que no le “parece que sea la característica principal de las Fuerzas Armadas la “defensa de la vida”, ¿o sí?”. Evidentemente, este sacerdote jamás ha leído nada del Magisterio ni de la palabra de los Papas a los militares. Muy por el contrario de lo que afirma este sacerdote que inexplicablemente continúa estando dentro de la Iglesia Católica y no recibe sanciones ni apercibimiento por sus dichos o actuaciones, es función de las Fuerzas Armadas en primer lugar defender la identidad católica de nuestra Patria y su Soberanía, y en ellas la defensa de la vida, honra y bienes de los ciudadanos. ¿Ante quiénes la deben defender? Ante sus enemigos declarados: aquellos que levantan las armas (ya sea para quitar vidas ajenas, ya sea para condenar sus almas mediante las armas de infiltración cultural materialista y satánica).
Por lo tanto, sí cabe decir que los militares tienen como obligación la defensa de la vida, entre otras muchas.
Una cosa hay que reconocer, y es que muchos liberales (o neoliberales, como se los quiera llamar) toman posiciones en contra del aborto, pero a su vez pretenden aplicar políticas económicas opresivas y explotadoras. La lógica del “progresismo” coincide con esos “neoliberales”: para que no haya pobres, entonces que no nazcan. Claro: si los niños no nacen, no podrán ser explotados… pero tampoco llegarán a ser lo que podrían haber sido en ese futurible que sólo Dios conoce.
No existen “defensores del genocidio dictatorial con desapariciones, violaciones, negación de las identidades de niños, secuestros, asesinatos, y personas vivas tiradas al río o al mar”. Lo que existen son defensores de quienes reconocen la existencia de un terrorismo subversivo que inició acciones hasta desbordar las estructuras de seguridad del Gobierno (ya fuese democrático o de facto), y que mereció una respuesta por las Fuerzas Armadas. Hubo excesos en el combate a la subversión, como han existido en toda guerra, pero esos hechos no justificados ni justificables no desmerecen el combate al terrorismo. Sólo una mirada tuerta puede afirmar lo que este sacerdote.
La Doctrina Social de la Iglesia es clara e ilumina cualquier cuestión que el sacerdote pueda plantear. Es posible iluminar desde esos principios guerras como las de Irak, la situación actual de Egipto, o el saqueo de recursos a las naciones. Pero este sacerdote mezcla esto además con la defensa del nacimiento de los niños. “Quisiera tener esto claro, porque me confunden un poco estos sabios...”, afirma De la Serna, a lo cual se le puede acotar que si está confundido que le pregunte al Papa, y si no le satisface la respuesta o no tiene la humildad suficiente para el voto de obediencia, que se haga protestante, así como lo hizo quien fuera el Padre Alberto Cutié, sincerando su situación y mostrando lo que en verdad guarda en su alma.
Aun si el diablo dijese que Dios existe, no podríamos dudar de la existencia de Dios, de la cual el diablo también es consciente. El problema del sacerdote en cuestión, es no distinguir si las cosas se hacen por y para Cristo, o si se hacen por y para el gobernante de turno. Hay guerras justas e injustas, dictaduras buenas o malas, modelos económicos de muerte o no.
El argumento en que ataca a la persona y no la idea utilizado por este sacerdote para confundir, es evidente. Este cura no defiende a una vida naciente, sino que habla de política, la mezcla con la Teología, y después pretende representar la voz de la Iglesia con esa ensalada.
Y encima habla como todo un ignorante, como si la Iglesia no se hubiese pronunciado sobre el modo en que debe implementarse la economía y la política, que no es la liberal como el mismo acusa, pero que tampoco es marxista como el sacerdote pretende. “Mi confusión aumenta”, afirma el presbítero, y porque él mismo lo dice, no es posible dudar de ello. Enumera además varios problemas sociales de actualidad, pero se olvida de que actualmente el 40% de la población vive bajo la línea de pobreza (es decir, en la miseria), y que otro 30% no llega a pertenecer a la clase media, en medio de una inflación que come sus míseros ingresos, a los cuales el gobierno intercambia votos y su participación esclava según los designios del momento por unos míseros planes sociales para mantenerlos cautivos. Seguramente a eso sí llama “vida digna” este sacerdote.
O tal vez a que el Gobierno difunde por todas partes que “pagó la deuda externa”, mientras que casi el 50% del presupuesto nacional se destina al pago de la deuda pública mal contraída, que si no existiera toda la población viviría con un nivel de vida del doble al actual. Seguramente eso es dignidad para este cura.
Encima habla de los jubilados argentinos, pretendiendo que se les ha concedido dos aumentos anuales, en tanto que la inflación real ronda entre un 20 y un 30% anual, y que además a los jubilados no se les reconoce el 82% móvil como corresponde. Pero eso sí, hay dinero para subsidios politiqueros. Sí, eso debe ser vida digna. O una mísera asignación universal por hijo que se ha esfumado gracias a la inflación.
Pero ¿qué tiene que ver eso con reconocer el aborto como un crimen penal, sumado al respeto que se debe dar a la persona concebida?
Como la cosa no termina ahí, pretende este sacerdote bondades en el “matrimonio igualitario” y de “la ideología de género”, ambos pensamientos cerrados a la vida (porque ni de dos hombres ni de dos lesbianas nacen hijos de modo natural). Como ya hemos referido, este sacerdote justifica a los “adalides de la muerte”, a quienes toma por “jóvenes idealistas”, los cuales blandieron las armas para establecer un tiempo sangriento en la Argentina, cuando mucha sangre de hermanos fue derramada.
No, este sacerdote parece que desconoce el significado de la vida para un católico. Porque La Vida es Jesucristo mismo, y ese es el alcance teológico del respeto a la vida desde la concepción en el seno materno hasta la muerte de modo natural, en cuyo transcurso ha de dar la persona gloria a Dios sea cual fuese su circunstancia de vida, teniendo el Estado obligaciones para procurar el Bien Común de los ciudadanos.
Tal vez este sacerdote hoy pueda hacer una parodia de matrimonio, porque la inicua ley civil lo permite, con otro hombre. Que mire el ejemplo más coherente de Alessio, su amigo y compañero de andanzas, y siga sus pasos.