Por el Dr Carlos Marcelo Shäferstein
– Especial para “La Historia Paralela”
Si hoy resucitara el Soldado cuya historia he de contar, seguramente se escandalizaría del empeño que los actuales “administradores” de la obra pública del Estado “democrático” han puesto para destrozar sus emprendimientos casi heroicos y sus sue
ños, que su genio hizo realidad, desinteresada y abnegadamente, en la noción netamente nacionalista de Patria.
Quien suscribe estas líneas es absolutamente apartidario. No entiende nada de política, siendo un simple testigo de la historia, que lo único que tiene en claro es que no es “progre”, ni tampoco lo que esos progres denominan peyorativamente “fascista”.
Aclarado el punto, no distingo hoy diferencia alguna entre los políticos en oferta, ya que tampoco se entiende por qué todos se denominan “peronistas” siendo intrínsecamente tan disímiles en sus pensamientos, palabras y acciones. Particularmente los “De Vido” y similares, que —cumpliendo una función tan elevada— se apropian de los recursos del Estado haciendo de su cargo un negocio rentable en su propio beneficio con la obra pública.
En ese orden me decidí a escribir este relato.
Tte Grl Juan Pistarini: La excelencia de un digno Soldado
Nacido en 1882 de padres italianos en Victorica, provincia de La Pampa, Juan Pistarini fue el primer hijo de inmigrantes humildes que ingresó en 1895 al Colegio Militar de la Nación en el Arma de Ingenieros; pese al fuerte prejuicio imperante a la sazón en las clases superiores, de las que provenía la mayor parte de la oficialidad militar contra las personas de este origen, se graduó entre los mejores alumnos de su clase. Estudió ingeniería en Europa, tras lo cual regresó a Argentina a proseguir la carrera militar.
Ascendido rápidamente, era ya Mayor en 1921, cuando junto con otros destacados militares formó parte de la logia Centro General San Martín, que se opondría a la política de Hipólito Yrigoyen y lograría que el Presidente Marcelo T. de Alvear nombrase ministro de Guerra al Grl Agustín P. Justo. La logia se disolvió en 1928, cuando el triunfo de Yrigoyen le otorgó por segunda vez la presidencia de la Nación, pero durante ese período trabó estrechos lazos con sus miembros, que protagonizarían varios de los episodios golpistas de los años siguientes. Entre ellos se contaban los Oficiales Superiores Pedro Ramírez, Manuel A. Rodríguez, Benjamín Menéndez, Arturo Rawson y Rodolfo Márquez, además de su principal promotor, Luis J. García. De esa época data la estrecha amistad de Pistarini con Carlos von der Becke, con quien se reencontraría unos años más tarde en Europa, siendo éste condiscípulo del Mayor Erwin Rommel en la Academia Militar de Berlín.
En la década del 30 la hábil maniobra de Justo para regresar al poder vería a la logia reconstruirse y a Pistarini cumplir funciones de agregado militar en Europa; ya en 1930 había sido enviado por José Félix Uriburu como cabeza de una expedición de compra de armas a Alemania, para lo que su dominio del idioma le resultó útil. Los años de Pistarini como militar destinado en el exterior le significaron una enorme cantidad de experiencia y de conocimientos, y también de condecoraciones, entre las que se cuentan la de comandante de la Legión de Honor de la República francesa, la Orden del Golden Adler con Hojas de Roble, la Cruz de hierro del 1ª Clase del III Reich alemán, así como la Orden de gran Comendador de san Gregorio Magno que le otorgó el Papa Pío XII en El Vaticano.
Semejantes experiencias lo inspiraron, seguramente, para discutir y diseñar los planes que desembocarían en la fundación del GOU (Grupo de Oficiales Unificado) y la revolución del 4 de junio de 1943, que tuvo nacimiento en una reunión de jóvenes oficiales argentinos en su residencia de la ciudad de Berlín en 1937, y poco después viajar a Roma junto a Sosa Molina y al teniente coronel Juan Domingo Perón.
En 1934 fue nombrado comandante de la guarnición de CAMPO DE MAYO, la principal unidad militar del país. Puso en práctica su formación como ingeniero para forestar el terreno con el más de un millón de árboles que parquizan armoniosamente esa hermosa foresta del «Campo de Instrucción del Ejército», que había donado otro grande: el General Ricchieri. En 1935 Pistarini fue nombrado ministro de Obras Públicas por el Presidente Agustín P. Justo.
Como tal, presentó el proyecto para la construcción del Aeropuerto Nacional de Ezeiza (hoy «Ministro Pistarini»), que fue aprobado por la Ley 12.285 el 30 de setiembre de 1935. Su obra como tal sería inmensa, acorde al estilo monumental de la política de inspiración mussoliniana que seguía el Ejército y el gobierno de la época, pero habría de esperar unos años, hasta ser nombrado de nuevo en el cargo por el Grl Edelmiro J. Farrell, para ejecutarla. Pistarini firmó numerosos contratos de obra con la cooperación de la empresa alemana GOPE, amistades que resultaron de su admiración con el nacionalismo social que renacía en Europa como muralla contra los bolcheviques. En 1937 fue escogido para viajar a Berlín otra vez, donde permanecería como observador de las revolucionarias obras de infraestructura que estaban modernizando a Europa y las técnicas de construcción racionalistas más avanzadas de la época.
Adhirió al alzamiento nacionalista del 4 de junio de 1943 y en 1944 fue nombrado nuevamente ministro por su creatividad, preparación, honestidad y capacidad de trabajo. En ese cargo, ordenó grandes obras para paliar los efectos del terremoto de San Juan de 1944; sus planes incluyeron también miles de kilómetros de rutas, además de las obras requeridas para adaptar la circulación —que el 6 de junio de 1945 pasó a efectuarse por la derecha—, cientos de escuelas, los mejores y más funcionales cuarteles militares, barrios residenciales tanto para oficiales como para suboficiales, casinos guarnicionales extraordinarios y una gran cadena de hoteles de turismo ideada por el gobierno del General Juan Domingo Perón.
Como ministro interino de Marina diseñó el proyecto de ampliación que haría de la flota argentina la mayor de Latinoamérica y la cuarta del mundo, y en 1945 pudo inaugurar las obras del aeropuerto de Ezeiza. Muchos de los contratos fueron ejecutados por la Compañía General de Construcciones de Ludwig Freude, íntimamente asociada con la red de espionaje nazi activa en Sudamérica por ese entonces; Pistarini amenazó con renunciar cuando los aliados exigieron la deportación de Freude, cuya relación con el gobierno alemán se sospechaba.
Aunque formó parte del grupo de oficiales unidos (GOU) que el 9 de octubre de 1945 se plegó a los reclamos de los insurrectos de Campo de Mayo contra Perón, siguió formando parte del gobierno tras el masivo apoyo obrero que determinó la liberación de éste el 17 del mismo mes.
Después de la revolución de junio, ya como ministro de Agricultura y de Obras Públicas (y luego también Vicepresidente de la nación, ministro del Interior e interino de Marina) tuvo una tarea esencial en la asistencia a los damnificados del gran terremoto de San Juan en el ‘44 y la construcción de la “ciudad emergente” en esa provincia. Impuso por entonces el aparentemente inocente lema: “llueva o no llueva, la familia come siempre”, acompañando en realidad la derogación de la ley que disponía que el obrero cobraba el jornal siempre y cuando el clima le permitiera trabajar.
Entre estos y otros barrios populares y de monobloques y la acción del Banco Hipotecario, se saldó completamente el déficit nacional de viviendas (650.000 unidades según el censo de entonces). Al mismo tiempo Pistarini desarrolló una flota fluvial de última generación que llegó a ser la primera de Latinoamérica y la cuarta del mundo. Construyó el aeropuerto internacional de Ezeiza que lleva su nombre (plantando en sus alrededores otros dos millones de árboles y concretando la primera autopista del país, “la Ricchieri”), entonces el más grande del mundo, que a pesar de los feroces recortes presupuestarios y la desidia de su mantenimiento y actualización, por su ubicación y el diseño de sus pistas no ha sufrido accidentes ni ha cobrado una sola víctima fatal en sus cinco décadas y media de existencia, récord difícilmente superado en otros lados, y que alarma comparado con el del trágico e inseguro Aeroparque metropolitano.
Los trabajadores que construían el aeropuerto de Ezeiza y con los que hablaba durante sus frecuentes visitas a las obras, lo recordaban controlando el riego de cada árbol que iban plantando en el bosque que lo rodearía. Y también los obreros de las construcciones portuarias de la isla De Marchi.
Desde Embalse a Río Grande, son una infinidad las de obras que hizo construir. Cuando se puso en funcionamiento el Aeropuerto de Ezeiza, inaugurado el 12 de marzo de 1949, dijo: “El monumental aeropuerto que el pueblo ya admira con cariño por que lo sabe suyo, las hermosas colonias que atraen todos los veranos a millares y millares de niños, los magníficos balnearios de aguas saladas y los grandes bosques en formación con más de tres millones de árboles, están granjeando a Ezeiza de una notable y creciente popularidad y revelan el acierto del Gobierno al dotar al pueblo de un espléndido lugar de esparcimiento, amplio y sano a las puertas de la Capital”. En su momento, considerado uno de los más importantes del mundo. Se lo construyó con un espesor tan grande de cemento que nunca necesitó de una modernización para adaptarse a las enormes naves que hoy aterrizan.
En la Unidad Turística Embalse, en Córdoba que levantó entre 1946 y 1955. Estaba compuesta por siete hoteles y 51 bungalows con una capacidad para albergar a 3000 personas y ofrecía servicios de correo, farmacia, cabinas telefónicas, confitería bailable, capilla, ermita, galerías comerciales, salón de teatro, sala de cine, servicio de bar en cada hotel y de mantenimiento. En la planta recreativa, contaba con dos piletas y un mirador turístico. El complejo estaba rodeado por un hermoso parque y levantado en los terrenos que pertenecían a la cancha de golf de la estancia Aguada de Reyes. La obra de forestación fue ordenada y dirigida por el propio Pistarini con alrededor de 800.000 ejemplares de diversas especies.
Gracias a su oficiosidad la Nación creció. Ni hablar de sus Fuerzas Armadas. Inmediatamente de finalizada la Segunda Guerra Mundial, y por su oportuna intervención y diligencia, en momentos en que las grandes potencias vencedoras y sus servicios secretos se disputaban las fábricas subterráneas secretas del Tercer Reich y a los hombres que habían trabajado en ellas, el gobierno argentino se contactó discretamente con sus mejores técnicos, ofreciéndoles trabajo, paz y asegurando un proyecto —modesto en comparación de los EEUU— pero pujante.
En 1947, arribó a Buenos Aires el ingeniero Kurt Tank —siendo el primero en recibir y aceptar el ofrecimiento argentino—, quien cansado de soportar a los agentes secretos aliados y rechazar propuestas de ingleses y soviéticos logra huir hacia Dinamarca, no sin antes superar peligrosos contratiempos. Allí el ingeniero Tank y su equipo trajeron una valija cargada de microfilms arribando desde Copenhague tras 40 horas de viaje. Tank había sido director de la famosa fábrica de aviones Focke-Wulf Flugzeugbau de Bremen, diseñador del famoso Fw-190 entre otros destacados aviones. Al poco tiempo, se incorporaron a solicitud del mismo Tank, el ex director de la fábrica Fieseler, Dr. Karl Thaulau, el ingeniero Paul Klages, que diseñaría el IA-35, el Dr. Roth de la Daimler-Benz, el piloto Behrens, ex director del Centro de Ensayos de la Luftwaffe, el Dr. Pabst, especialista en dinámica de materiales y técnicas de construcción, el Dr. Heintzzelmann especialista en estática, los diseñadores Bansemir y Mittelhuber, el modelista Rothkegel, los teóricos Mathias y Wolf, el especialista aeronáutico Dr. Ruth y el ingeniero Rudolph Freyer, entre otros.
Asimismo, y también por invitación del General Pistarini, llegó al país el Dr. Reimar Horten, vanguardia en la creación de alas volantes, que se incorporó al área material “Córdoba” en forma independiente al “grupo Tank”, con colaboradores como el Dr. Nickel y H. Scheidhauer, entre otros. El campo de la medicina aeronáutica tampoco fue olvidado con la llegada de los doctores Heinz Diringshofen y Harald J.A. von Beckh.
Así, la Escuela de Aviación Militar tuvo la honra de contar como asesores de la Fuerza Aérea Argentina e instructores de sus cuadros a Oficiales Superiores como el General Adolf Galland, As de la aviación alemana y jefe del Arma de Caza de la misma durante la Guerra, así como también el mejor piloto de bombarderos en picada que existió en la historia de la guerra, el general Hans Ulrich Rudel, famoso e intrépido cazador de tanques soviéticos —hasta el último minuto de la guerra— al comando del JU88 “Stuka” máquina que piloteó personalmente 2.530 misiones. Todos esos científicos —que colaboraron en esos años desinteresadamente, y únicamente por su estima personal para con Pistarini— regresaron a Europa entre 1951 y 1952, cuando el viejo General resignó su cargo, dejando la semilla de un imparable progreso técnico a una escala e impulso que jamás se superaron.
De igual modo que floreció el auge de la Fuerza Aérea Argentina con aviones propios como el Pulqui II, crecieron el Ejército y la Armada a punto tal de convertirse en el país mejor equipado y adiestrado del cono sur.
El Astillero Río Santiago inició sus actividades en el 15 de junio de 1953, por el Decreto N°10.627 que establecía la creación de Astilleros y Fábricas Navales del Estado (AFNE), empresa integrada por el Astillero Río Santiago (ARS) y por la Fábrica Naval de Explosivos Azul (FANAZUL), con dependencia del Ministerio de Marina. El contexto de su nacimiento no podía ser más propicio, finalizada la Segunda Guerra Mundial, con una Industria Nacional floreciente, con la firme decisión del Presidente Perón de que “en lo sucesivo, los barcos no sólo deberán ser argentinos por la bandera que los proteja, sino también por la nacionalidad de sus astilleros” y con un a Marina Mercante recientemente creada, el Astillero Río Santiago materializó las necesidades de defensa y economía nacional de esta Argentina pujante.
Con la contratación del arquitecto Ernesto Vautier –quien había diseñado y dirigido los trabajos de construcción de la antigua Avenida General Paz–, Pistarini le hizo construir los edificios de Vialidad Nacional, del Ministerio de Obras Públicas, el emplazamiento de Obras Sanitarias de la Nación, lo que luego fue privatizado como “Aguas Argentinas” y posteriormente reestatizado por los Kirchner con la denominación de AySA.
La gestión del Teniente General Pistarini concluyó el 4 de junio de 1952, cuando el veterano y creativo militar se quedó sin fuerzas “por los achaques de la edad”, según decía.
Concluyendo, entre 1944 y 1952 desplegó una monumental tarea. Construyó miles de kilómetros de rutas (además de las obras para el cambio de mano y poder circular por la derecha desde el 6 de junio de 1945); 10.000 escuelas, 1.017 institutos secundarios y terciarios; la mayoría de los actuales cuarteles del Ejército, hoteles de turismo en San Luis, Paso de los Libres, Ushuaia, Bariloche, entre otras ciudades del interior y complejos de turismo social en Chapadmalal y el ya mencionado de Embalse de Río Tercero, espacios de esparcimiento y balnearios populares como el de Costanera Norte; barrios inspirados en la construcción colonial misionera que admiró durante un viaje a California; el de suboficiales en Campo de Mayo; el de Saavedra; los barrios populares y de monobloques y que, con la acción del banco creado por él mismo, saldó el déficit nacional de viviendas que era de 650.000 unidades. Implementó un sistema de préstamos de dinero en efectivo con un bajo interés anual y garantizado por una hipoteca. Así nació en 1947 el IAF (Instituto de Ayuda Financiera para el pago de Retiros y Pensiones Militares), y el Banco Hipotecario Nacional. No por nada, Eva Duarte lo llamó “el corazón de Perón”.
Durante las jornadas de octubre de 1945, de traje marrón y pistola al cinto, arengándolos para defender a Perón, cuando en ese momento, era Vicepresidente de la Nación. De su lealtad al líder es conocida la anécdota que contaba Guillermo Patricio Kelly, cuando durante los bombardeos de junio de 1955, se presentó armado en la Casa de Gobierno donde lo hirió una esquirla que tiempo más tarde le provocaría la muerte.
Tras el triunfo de la revolución libertadora, consecuentemente cayó detenido y, a pesar de su edad y estado de salud, fue confinado en el penal de Ushuaia.
De esa forma, el viejo soldado e incomparable patriota fue privado de la libertad tras el derrocamiento de Perón, y salió de la prisión en un féretro.
El 29 de mayo de 1956 –justo el Día del Ejército argentino, de puro milico nomás–, durante esos años crueles, detenido sin mayor motivo, perseguida su familia, sujeto a torturas morales e indignidades espirituales, le fue quitado su haber de retiro, y hasta la pensión de militar de su mujer. Como resultado, fue inhibido de sus escasos bienes (porque no tenía ni casa propia ni automóvil), y privado de asistencia médica.
También se le desposeyó del “privilegio” de un sepulcro en el Panteón Militar. Sus restos descansan en Embalse Río Tercero, porque de su singular existencia quizá cometió el “pecado” de ser el más cercano amigo del General Perón, a pesar de no haberse afiliado jamás al partido justicialista.
Sus actitudes lo ensalzan más allá de las mezquindades humanas, y de allí la necesidad de revivirlo en este recuerdo.
Porque hoy ya no existen los astilleros, ni las espectaculares flotas —Mercante y Naval— el Área Material Córdoba fue sistemáticamente desmantelada, con la Fuerza Aérea y su doctrina. Tampoco subsisten, en los hechos, aquellos préstamos blandos del Banco Hipotecario o del Instituto de Ayuda Financiera, que permitían crecer socialmente a los trabajadores, civiles o militares de hace sesenta años. Fueron tan degradados, despojados y sustituidos como a las Fuerzas Armadas que desfalcaron.
Los gobiernos sucesivos, especialmente este régimen, se encargaron del sepulcro de las esperanzas patrias, echando paladas de desinformación sobre las glorias de nuestro pasado no tan lejano. Y le cambian el nombre a los paseos y a las calles por el de asesinos y personajes nefastos.
Pasaba por la autopista “Teniente General Ricchieri” rumbo a Ezeiza (Aeropuerto “ministro” Pistarini), y, bordeada de villas que van ganándole terreno a los bosques de los que hacen leña los usurpadores, aparece un cartel “Obras inauguradas por el Gobierno de Scioli”, letrero que es más grande que el bache taponado al que alude el anuncio. La misma bronca que me invade en la “General Paz” —que casi no lo recuerda hoy— porque confunden otros letreros: “Presidencia de Cristina Fernández de Kirchner”…
El responsable de las obras de infraestructura más importantes y trascendentes de la historia argentina fue el Teniente General Juan Pistarini, ése que murió en la prisión de Ushuaia, abandonado y más pobre como una rata a los 74 años —a quien los «peronistas montos» le quitaron su grado militar— rebautizando sus proezas… No sea cosa que sea reconocido por la posteridad como un Oficial Superior del Ejército Argentino.
Por eso decía al comienzo que nada entiendo de política, ni tampoco de esos mercaderes del ilusionismo que se denominan “políticos”. Lo único que me queda claro es que ninguno de los que se autodenominan “peronistas” realmente lo son, y que aquí no hay nada que plebiscitar… Todos hemos sido estafados.