Por el Dr. Cosme Beccar Varela
Buenos Aires, 22 de Mayo del año
2013 - 1162
INTRODUCCIÓN: El tesoro más preciado que tiene un católico es la
Fe, sin la cual, según enseña San Pablo, “es imposible agradar a Dios”
(Epístola a los Hebreos, 11. 6). La Fe, es una gracia de Dios por la cual
creemos firmemente en toda la doctrina católica sin modificaciones, como la
sostuvo la Iglesia en todos los tiempos y en todas partes.
Si un ladrón tratara de robarnos
todos nuestros bienes nos haría un daño menor que un hereje solapado que
quisiera quitarnos la Fe llevándonos mediante engaños y señuelos a abandonarla.
Una vez abandonada la Fe, es tan grande el pecado que eso implica, que caemos
en las garras y seducciones del demonio y es muy difícil recuperarla, aunque
para Dios no hay nada imposible.
Sin embargo, la historia de las
herejías nos muestra cuánta era la dureza de corazón de los herejes como
Lutero, Calvino, Enrique VIII y tantos otros que nunca volvieron de sus
pertinaces errores y arrastraron a naciones enteras detrás de sí.
En estos días, y desde hace años,
sufrimos los embates de la herejía modernista-progresista. Lo espantoso de esta herejía es que sus
promotores actúan con tanta astucia y disimulan tanto sus errores que los
católicos desprevenidos pueden caer en ella casi sin darse cuenta. Para
defendernos de ese peligro tremendo me pareció útil escribir este texto que por
ser un poco largo, dividiré en partes para
publicarlo en “La botella al mar”. Lo pongo bajo la protección del
Sagrado Corazón de Jesús y de Su Santísima Madre y si en algo no he seguido
fielmente las enseñanzas de la Santa Madre Iglesia, desde ya lo retracto y
retiro.
Cosme Beccar Varela
* * *
ESTAMOS POCO FORMADOS EN LA FE Y MUY INFLUIDOS POR EL “PENSAMIENTO
ÚNICO” QUE DOMINA EL MUNDO Y ES ALIADO DE LA HEREJÍA MODERNISTA-PROGRESISTA,
Los católicos estamos cada día
menos informados acerca de las verdades esenciales de nuestra Fe. No se puede
decir que no las conozcamos porque están todas en al Credo, en los Diez
Mandamientos, los siete Sacramentos y en los cinco preceptos de la Iglesia que
todos sabemos de memoria. Pero no sabemos con suficiente claridad qué quieren
decir las breves palabras que expresan esas nociones básicas y esenciales de
nuestra Fe, ni cuáles son las verdades que están implícitas en ellas y que han
sido enseñadas por la Santa Iglesia a lo largo de los siglos. Sin embargo,
saber todo eso, cada uno según su estado y su capacidad, es necesario para
vivir como católicos y salvar el alma.
Por eso nuestro catolicismo es
raquítico y somos fácilmente engañables por los errores, medias verdades y
mentiras pergeñadas por el mundo moderno que nos llegan continuamente, de todas
partes, en forma agresiva y exigiendo acatamiento incondicional.
Todas esas ideas constituyen una
filosofía falsa que se nos impone como Pensamiento Único y sin darnos cuenta
las vamos adoptando como verdaderas y como no tenemos el bagaje doctrinario que
nos permitiría rechazarlas, dejamos de ser católicos sin darnos cuenta, pero no
sin culpa. Y digo que no es sin culpa porque Dios nunca deja de darnos las
gracias necesarias para no ser engañados y si no somos fieles a esas gracias y
por ese motivo nuestras ideas se alejan de la verdad católica, no tenemos
excusa.
Para colmo, dentro de la misma
Iglesia se extiende como un cáncer la herejía modernista, condenada por San Pío
X el 8 de Septiembre de 1907 en su gran Encíclica "Pascendi", pero
cuyos partidarios nunca acataron ni dejaron de actuar más o menos discretamente
hasta llegar a imponerse en casi todos los ambientes eclesiásticos llevando
detrás de sí a muchísimos laicos y obteniendo un gran triunfo en las
conclusiones del Concilio Vaticano II.
Esto es gravísimo, porque según
enseña San Pío X, el modernismo es el "compendio de todas las
herejías" y que "no exageraría quien los incluyese (a los
modernistas) entre los peores adversarios de la Iglesia...”
("Pascendi", Ediciones Palabra, Madrid, 1975, pag3. 315, 217 y 219).
La tarea que se han impuesto a sí
mismos los modernistas es violar en forma sistemática la clara enseñanza del
número 80 del "Syllabus", documento solemne del Papa Pío IX en la
cual condena la siguiente proposición: "El Romano Pontífice puede y debe
reconciliarse y transigir con el progreso, con el liberalismo y con la
civilización moderna." (Denzinger nro. 1780).
No lo declaran abiertamente
porque una de sus tácticas constantes es el disimulo y el engaño, sino que usan
términos equívocos o ambiguos que sugieren la idea pero también pueden
prestarse a otras interpretaciones aceptables, como por ejemplo, el famoso lema
del "aggiornamento" de la Iglesia que presidió las sesiones del
Concilios Vaticano II. Los que querían podían entender esa palabra como una
forma de mejorar la eficacia del apostolado usando un lenguaje comprensible
para el hombre actual. Pero los modernistas-progresistas la interpretaban
siempre en el verdadero sentido que ellos querían darle o sea, como la substitución
de la verdadera Fe por una nueva creencia falsa en la cual estuvieran insertos
y aceptados todos los errores del mundo moderno.
Para facilitar la comprensión de
esta terrible realidad y para que cada uno de nosotros pueda examinar en sí
mismo en qué medida ha caído en las redes de los modernistas-progresistas, vale
la pena enumerar algunos de esos errores que el mundo moderno nos ha impuesto
como Pensamiento Único y cómo en la medida en que los aceptemos, abandonamos
nuestra Fe.
Cosme Beccar Varela
e-mail: correo@labotellaalmar.com