Teniendo en cuenta que este domingo es el
Domingo de Ramos y, por ello, el comienzo de la denominada Semana Santa, Mons. Héctor Aguer, Arzobispo de La Plata, dedicó su reflexión televisiva
semanal en el programa “Claves para un Mundo Mejor” (América TV), para compartir reflexiones explicativas
del verdadero sentido de este momento excepcional del año.
Señaló que “en el Domingo de Ramos
recordamos el ingreso triunfal de Jesús en Jerusalén, con la bendición de los ramos, la entrada solemne o la
procesión, evocando aquel ingreso de Jesús, cuando fue aclamado como Mesías que
venía a traer el Reino de Dios. Pero, en seguida, cambia el tono de la
celebración porque la Misa es una Misa de la Pasión, en la que se lee completo el relato de la Pasión del Señor”. Y agregó que
“hay dos fases en el Domingo de Ramos: por un lado la gloria, que es una
gloria, al parecer, inmadura, prematura, efímera. Tiene que pasar por la Cruz para hacerse verdadera
gloria de Pascua”.
Luego explicó que “avanzando en la Semana Santa vemos que el núcleo de
la celebración anual de la Pascua está en el triduo pascual, que empieza en la
tarde del Jueves Santo. Hasta la mañana del Jueves Santo estamos en
tiempo de Cuaresma y recién a la tarde de ese día empieza el Triduo Pascual con
el recuerdo de la Cena del Señor, la institución de la Eucaristía y del Sacerdocio”.
Tras detallar el sentido
de cada jornada del Triduo Pascual, Mons. Héctor Aguer, indicó que
en
Semana Santa celebramos “la Pascua, el paso, el tránsito del Señor, a través de
la muerte, hacia la vida. Él fue solo para llevarnos a nosotros consigo; de
allí viene la alegría Pascual: el hecho de que la vida del cristiano, a pesar
de todas las dificultades, es una vida vivida en Cristo Resucitado, de quien
nos viene la gracia, la luz, la fortaleza para transformar las penalidades de
esta vida y dar testimonio de Él, para trabajar sinceramente para mejorar este
mundo”.
Finalmente comentó que “esta es la vocación del
cristiano. Si bien cada vez que celebramos la Eucaristía, en la misa de todos los días estamos
celebrando la Pascua, una vez al año, la representamos de esta manera, mediante
esas celebraciones solemnes, para que sensiblemente este hecho, este
acontecimiento fundamental de la historia de la humanidad nos impresione de tal
manera que comprendamos mejor lo que significa ser cristiano, es decir existir
en el Misterio Pascual del Señor, con todas las consecuencias que eso tiene
sobre nuestra vida y sobre las de los demás”.
Adjuntamos el texto completo de la alocución
televisiva de Mons. Héctor Aguer:
“Estamos
una vez más, como todos los años, en las puertas de la Semana Santa. ¿Qué vamos a celebrar en estos días? Me
parece importante comprender que cuando hablamos de Semana Santa quizás estamos
fragmentando una realidad que debe enfocarse con un sentido de unidad”.
“¿Qué
quiero decir con esto? Que la Semana Santa evoca los últimos días de la vida terrena del
Señor, que culminan en su muerte en la Cruz y en su Resurrección. Pero quizás esa
fragmentación, día por día –Lunes Santo, Martes Santo, Miércoles Santo, Jueves
Santo, y así- quizás nos confunde acerca de cuál es el objeto de esta
celebración, a saber, la Pascua del Señor. Entonces, tengamos en cuenta la unidad del
misterio que vamos a celebrar, que ya se advierte en esta especie de prólogo,
de proemio, de preludio que es el Domingo de Ramos”.
“En
el Domingo de Ramos recordamos el ingreso triunfal de Jesús en Jerusalén, con
la bendición de los ramos, la entrada solemne o la procesión, evocando aquel
ingreso de Jesús, cuando fue aclamado como Mesías que venía a traer el Reino de
Dios. Pero, en seguida, cambia el tono de la celebración porque la Misa es una Misa de la Pasión, en la que se lee
completo el relato de la Pasión del Señor. Es el único domingo del año en que
se proclama en el Evangelio la Pasión del Señor, que termina con la mención de su
sepultura”.
“Hay
dos fases en el Domingo de Ramos: por un lado la gloria, que es una gloria, al
parecer, inmadura, prematura, efímera. Tiene que pasar por la Cruz para hacerse verdadera
gloria de Pascua. El Domingo de Ramos es una síntesis de toda la celebración del
misterio pascual: por un lado la gloria que nos anticipa la gloria de Pascua.
Por eso en la Edad Media a ese domingo se lo llamaba Pascua Florida,
porque junto con los ramos se repartían flores y en la esperanza de la Pascua
verdadera se celebraba esta anticipación pero luego viene la Misa de la Pasión que nos está recordando
que a la gloria de la Resurrección, Cristo entró a través de la muerte y que
ese es el camino que nos ha abierto a nosotros”.
“Es
también a través de las dificultades, de los trabajos, de los dolores, incluso
a través de las posibles tragedias de esta vida como nosotros nos encaminamos a
la felicidad verdadera, a compartir la gloria de Cristo”.
“Avanzando
en la
Semana Santa vemos que el núcleo de la celebración anual de la Pascua está en el
triduo pascual, que empieza en la tarde del Jueves Santo. Todavía hasta la
mañana del Jueves Santo podemos decir que estamos en tiempo de Cuaresma y
recién a la tarde de ese día empieza el Triduo Pascual con el recuerdo de la Cena del Señor, la
institución de la Eucaristía y del Sacerdocio”.
“La
primera jornada del triduo pascual es el Viernes Santo, que está todo él
centrado en la contemplación de la Cruz, en la muerte de Jesús en la Cruz y en el significado de
salvación que tiene la Cruz para nosotros. De ser un sangriento patíbulo la cruz se ha convertido
en el árbol de la vida, porque quien estuvo clavado allí, mediante ese
sacrificio de su muerte, nos ha conquistado el perdón de los pecados y la vida
eterna”.
“La
segunda jornada del Triduo es muy misteriosa; es el Sábado Santo, un día en
que, desde el punto de vista litúrgico reina un gran silencio, porque es el día
en que Dios estuvo muerto. Notemos bien lo que estamos diciendo: Dios estuvo
muerto. Si decimos que Dios se hizo hombre en Jesús, que es verdadero Dios y
verdadero hombre, podemos decir que Dios estuvo muerto en Jesús. Es el día del
gran silencio, en que tenemos que acercarnos, en la medida en que lo podamos, a
meditar en lo que Dios llegó a hacer por nosotros al enviar a su Hijo en carne
mortal, asumir la muerte humana para abrirnos camino, a través de la muerte
hacia la gloria, hacia la Pascua, hacia la Resurrección”.
“Culminando
el silencio del Sábado Santo, a la noche, entre el sábado y el domingo, porque
tiene que ser una celebración nocturna, tenemos la Vigilia Pascual. Vigilia implica estar despiertos, quedarse
alerta, estar esperando para celebrar la Resurrección del Señor, que ocurrió en
la noche. En la noche brota la luz. El santo día de Pascua prolonga esa alegría
que comienza en la noche pero se extiende en la jornada de ese domingo por
excelencia, el día que hizo el Señor”.
“Esto
es lo que celebramos en Semana Santa: la Pascua, el paso, el tránsito del
Señor, a través de la muerte, hacia la vida. Él fue solo para llevarnos a
nosotros consigo; de allí viene la alegría Pascual: el hecho de que la vida
del cristiano, a pesar de todas las dificultades, es una vida vivida en Cristo
Resucitado, de quien nos viene la gracia, la luz, la fortaleza para transformar
las penalidades de esta vida y dar testimonio de Él, para trabajar sinceramente
para mejorar este mundo”.
“Esta
es la vocación del cristiano. Si bien cada vez que celebramos la Eucaristía , en la misa de todos
los días estamos celebrando la Pascua, una vez al año, la representamos de esta
manera, mediante esas celebraciones solemnes, para que sensiblemente este
hecho, este acontecimiento fundamental de la historia de la humanidad nos
impresione de tal manera que comprendamos mejor lo que significa ser cristiano,
es decir existir en el Misterio Pascual del Señor, con todas las consecuencias
que eso tiene sobre nuestra vida y sobre las de los demás”.