Explicó que si bien habla de “un problema de la cultura contemporánea es un gran problema argentino” que tiene que ver “con las sucesivas frustraciones argentinas y con esta incapacidad de sacar al país delante de una vez por todas”.
Partió de la contradicción que “se que se verifica en la cultura actual: existe una especie de descuido por la verdad, de indiferencia ante ella y aún de miedo a la verdad cuando se trata de decidir las grandes cuestiones que tienen que ver con el origen y el destino del hombre, con aquellos valores objetivos y universales que fundan el orden moral”.
“El contraste está con una actitud completamente opuesta que es cuando se trata de resolver cuestiones contingentes, domésticas, familiares, sociales, económicas, políticas. O cuando se trata, por ejemplo, de llevar adelante un proyecto social o, más aún, cuando se trata de un proyecto de país donde se puede y debe discutir pero aquí en cambio pareciera que no es posible concordancia alguna. Parece que no es posible ponerse de acuerdo y tampoco se dan las condiciones para llevar adelante un dialogo razonable”.
“Me parece oportuno comentar esta contradicción porque la situación debiera ser exactamente al revés. Debiéramos reconocer la verdad donde ella está y en aquellos ámbitos donde no se juega una verdad absoluta sino que son opiniones que pueden coordinarse habría que tener la buena voluntad de sentarse a dialogar, de escucharse, de no repetir monólogos y fomentar aquella inclinación del corazón a la concordia que es, después de todo, un asunto del corazón”.
“Me llama la atención una contradicción que se verifica en la cultura actual: existe una especie de descuido por la verdad, de indiferencia ante ella y aún de miedo a la verdad cuando se trata de decidir las grandes cuestiones que tienen que ver con el origen y el destino del hombre, con aquellos valores objetivos y universales que fundan el orden moral”.
“Sobre eso se afirma corrientemente -y se ha difundido mucho esta mentalidad- que no se puede pretender que exista una verdad sino que hay opiniones diversas y que hay que respetar esas opiniones porque todas serían igualmente válidas”.
“Esto se proyecta incluso al campo de la verdad religiosa. Así parece que no existen verdades objetivas a las cuales se puede llegar a través de un procedimiento honesto, de uso y apertura de la razón hacia la fe sino que todo serían opiniones que habría que concordar de un modo tolerante para vivir de un modo más o menos humano”.
“El contraste está con una actitud completamente opuesta que es cuando se trata de resolver cuestiones contingentes, domésticas, familiares, sociales, económicas, políticas. O cuando se trata, por ejemplo, de llevar adelante un proyecto social o, más aún, cuando se trata de un proyecto de país donde se puede y debe discutir pero aquí en cambio pareciera que no es posible concordancia alguna. Parece que no es posible ponerse de acuerdo y tampoco se dan las condiciones para llevar adelante un dialogo razonable”.
“En estos casos vemos que se pretende imponer. Se pretenden imponer modelos, proyectos, buscar la hegemonía. Parece que hay una alergia a la concordia y a lo que está como base de la concordia que es un dialogo sobre estas cuestiones que son discutibles, que no son absolutas, que no son dogmáticas”.
“El drama es cuando se desliza la ideología o las ambiciones de dominio que tienen que ver, muchas veces, con intereses muy concretos y que llevan a un peligro muy serio la convivencia pacífica en la sociedad”.
“Creo interesante meditar sobre este contraste. Como es posible que aquellas verdades fundamentales que tienen que ver con nuestro destino eterno y con la esencia del hombre, aquellas verdades que deben iluminar el orden de la sociedad en todos los aspectos y deben inspirar aquellas actitudes que fomenten la paz, en todo eso hay opinión, se puede discutir, no se puede aceptar que haya una verdad o llegar a ella y en esas otras cosas donde debiera ser cotidiano el acuerdo porque se trata de cuestiones que se pueden arreglar fácilmente ahí no se dialoga y no hay búsqueda de concordia alguna y se ve al que no piensa como uno como un enemigo”.
“Esto digo que es un problema de la cultura contemporánea pero es un gran problema argentino y tiene que ver en buena medida con las sucesivas frustraciones argentinas y con esta incapacidad de sacar al país delante de una vez por todas”.
“Me parece oportuno comentar esta contradicción porque la situación debiera ser exactamente al revés. Debiéramos reconocer la verdad donde ella está y en aquellos ámbitos donde no se juega una verdad absoluta sino que son opiniones que pueden coordinarse habría que tener la buena voluntad de sentarse a dialogar, de escucharse, de no repetir monólogos y fomentar aquella inclinación del corazón a la concordia que es, después de todo, un asunto del corazón”.
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