“Cuando la fe se une al arte, se crea una profunda armonía, porque ambas pueden y quieren hablar de Dios haciendo visible lo invisible”.
Benedicto XVI ha dedicado particular atención a una de las expresiones artísticas más altas de la civilización universal, las catedrales, “verdadera gloria de la Edad Media cristiana”.
El Papa ha ilustrado con esas palabras las características particulares de las iglesias románicas, mientras ha considerado las iglesias góticas como “verdaderas Biblias de piedra”.
Por una parte, ha recordado la solidez y la esencialidad de la primera, y por otra parte, ha exaltado el dinamismo de la última, que en líneas arquitectónicas, querían traducir el anhelo de las almas hacia Dios.
El Sumo Pontífice ha recordado que fueron muchos los factores que contribuyeron al renacimiento de la arquitectura religiosa, especialmente el fervor espiritual del monaquismo, ya que en las iglesias los fieles podían entrar en una dimensión diferente, ser educados en la fe y disfrutar de “una anticipación de la bienaventuranza eterna en la celebración de la liturgia”.
El arte románico y gótico, son hoy incomprensibles si “no se tiene en cuenta el contexto religioso que les ha inspirado” y nos recuerdan que “el camino de la belleza es un recorrido privilegiado y fascinante para acercarse al misterio de Dios”, ha mencionado el Papa.
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