Por Arturo Navarro (*)
La realidad dice que si se permitieran exportar los saldos residuales de trigo y maíz de la cosecha 2010 el gobierno no tendría necesidad de prohibir las importaciones de fertilizantes y agroquímico. Las 3.5 millones de toneladas de trigo y ocho millones de toneladas de maíz, ambas residuales de la campaña anterior, aportarían al tesoro nacional 1.300 millones de dólares.
Además de aportar esa suma de dólares para ayudar a calmar al juego desatado por la venta de dólares, permitiría al sector liberar la capacidad de almacenaje cuando estamos en la puerta de las nuevas cosechas. El trigo tiene una proyección de 12 millones de toneladas, que asegura la provisión para el mercado interno. Por su parte, la proyección para el maíz es de una cosecha record de 28 millones de toneladas que aseguran 8 millones para el consumo interno dejando 20 millones de toneladas para exportar.
El cuadro anterior muestra que estamos inventando problemas que no existen, desde el dólar hasta las restricciones para exportar. El mensaje real que no se quiere leer es el siguiente: si en los últimos ocho años hubiéramos tenido políticas permanentes estaríamos produciendo por lo menos 20% más en cualquiera de las cosechas indicadas.
Mirando esta realidad es difícil no hacer el siguiente comentario. Un país que, como se dice todos los días, está en condiciones de producir alimentos para 400 millones de personas no puede producir para 40 millones. La única explicación es una tremenda y artificial distorsión oficial de su mercado interno. Todo lo demás es una conversación.
Pretender controlar el mercado agropecuario con los mismos métodos que se utiliza para regular el mercado cambiario es conseguir resultados opuestos a los que se busca. Desde que se intervino en el mercado ganadero los precios se multiplicaron por tres y el stock se redujo un 20%. Ocurre que el mercado siempre funciona y los precios y la producción se ajustan en función de la oferta y la demanda.
Por otra parte, el sector agropecuario y agroindustrial sufren un perjuicio directo con un doble mercado cambiario porque siempre sus insumos se compran por el paralelo y la producción se vende por el oficial. Este es el motivo más simple por el cual el sector busca atesorar la mayor cantidad de dólares, no por especulación sino para defenderse.
Ocurre que los tiempos de los políticos no siempre son los de los productores. Para los tiempos productivos lo que no se hace hoy recién se puede corregir el año que viene. Para corregir esta distorsión y atento a que el país necesita la mayor cantidad de dólares genuinos la mejor política sería destrabar toda la maraña burocrática y discrecional que tiene los dos sectores.
La Presidenta debería estar muy tranquila en el sentido que la mayor cantidad de dólares que tiene el sector agropecuario y agroindustrial no los transfiere a otros mercados sino que los revierte en el país. Se necesitan solo políticas que eliminen la incertidumbre en el proceso de toma de decisiones del sector.
(*) Consultor. Director del Área Cadena Agroindustrial de Carta Política.
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