Por Emilio Nazar Kasbo
He leído un artículo de Nicolás Marquez (http://site.informadorpublico.com/?p=4108),
y disiento con el mismo. Deseo que quede claro que no escribo a continuación sobre el caso puntual del autor de esa nota, sino del estereotipo del hombre liberal y del pensamiento liberal, aunque la referida nota sirva de inspiración a las palabras que ut infra se expresan.
ESTRUCTURAS DE PECADO
¿Defender las Instituciones? ¿Qué instituciones? La
partidocracia ha demostrado su colapso. Resulta inútil incluso el reclamo de
renovación total de los cargos, infructuoso el reclamo exigiendo “que se vayan
todos”… porque todos se quedan en su lugar, atornillados.
¿Sistema republicano, división de poderes, subordinación de
poderes a la Constitución? Eso es toda una farsa que esconde un sistema
antinatural, ya que con esas palabras se pretende rendir culto a la “diosa
democracia”, que en realidad no tiene cara de señora de su hogar, sino de mujer
de la calle… cual la prostituta que los revolucionarios de Francia en 1789
pretendieron adorar sobre el Altar de una iglesia profanada. Esa es “la
democracia” de “las instituciones” que dicen defender.
¿División de poderes? ¡Si el poder es uno! ¿Cómo puede
dividirse el poder, entonces? La “división de poderes” es una farsa más, que
incluso tiene defensores. Efectivamente, dado que el poder es uno, que la
Autoridad viene de Dios directo a quien la ejerce, y que en su simplicidad el
poder es indivisible, lo que existe a lo sumo es una división de funciones en
el ejercicio del poder, pero no una división del poder en sí mismo.
LOS PEORES EN EL GOBIERNO
El problema, además, es que muchos pretenden defender “las
instituciones”, cuando no hacen más que dañar y atacar a la propia identidad.
Hay personas convencidas de que deben defender las
instituciones, ya que éstas son buenas… pero los malos gobiernan ¡gracias a
esas instituciones que quieren defender! ¿Cómo explicar semejante contradicción?
Surge así la pregunta: ¿Entonces las instituciones que
existen tienen un formato que facilitan el acceso al Gobierno de los corruptos
titulares de prontuario incompetentes y que dejan fuera del mismo a los hombres
de bien, honrados y dignos? Inmediatamente el “democrático” criticará: “las
acciones privadas de los hombres son de su propia incumbencia, y por tanto si
alguien es un hombre de bien, honrado y digno, no puede obligar a los demás a serlo”.
He aquí el principio central del liberalismo, que equipara la virtud al vicio.
Y precisamente es este el principio que impide la virtud social, el que explica
cómo los delincuentes llegan al Gobierno.
INJUSTO SALARIO-INJUSTO PRECIO
No conformes con eso, los liberales exigen la necesidad de “seguridad
jurídica” para que haya “más inversiones”, para que “los inversionistas
argentinos y extranjeros se sientan animados a invertir su dinero en nuestro país”.
Exactamente: el liberal exige la desvinculación de la economía y la ética, de
modo que no es la virtud lo importante sino el dinero. Para ellos la Doctrina Social de la Iglesia es un freno a la avaricia y a la "libertad de mercado" (nombre eufemístico que se da al salario injusto y al injusto precio desproporcionado de los bienes).
El liberal afirma que si hay inversiones, se abren fuentes
de trabajo, mejorando la calidad de vida de modo sustentable y perdurable, de
modo que si las instituciones funcionan bien y ofrecen seguridad jurídica, las
empresas obtienen rentabilidad, y por tanto si las instituciones funcionan bien
el país es rentable económicamente. Todo esto es falso, por el mismo problema
de raíz: la concepción materialista e individualista.
Es más, el liberal se somete a los índices que se ofrecen
desde el Poder Internacional del Dinero, como por ejemplo “el ranking mundial
de calidad institucional”, el de “sensación de corrupción”, o a los dictámenes
de las “calificadoras de riesgos” que influyen sobre la deuda externa de las
Naciones, y otros semejantes. Es decir: deja de concebir la Soberanía para una
servil sumisión cipaya al sistema globalista que hoy domina a todos los países
del mundo.
¿NACIONAL O EXTRANJERO?
La inversión que pretenden, además, es de capitales
extranjeros, los cuales tras extraer las riquezas nacionales se retiran dejando
el país seco y débil. No es que el capital extranjero sea malo en sí, pero las
condiciones que el liberal pretende de tales inversiones son siempre
desventajosas para los propios conciudadanos. Es más: omite la generación de
riqueza nacional en sus análisis, porque además desprecia lo nacional para
admirar lo extranjero, lo foráneo, lo “gringo”.
¿De qué le sirve a un hombre ganar todo el dinero del mundo…
si pierde su alma? ¿Alma? ¿Acaso un liberal tiene alma? ¡Un liberal tiene una
cuenta en el banco, y ese es el sentido de su vida! Todo es “inversión o
desinversión”, todo es dinero. El Becerro de Oro es su dios. "¡Un momentito, yo soy católico!", dirá el liberal con su habitual afirmación. Claro: pero es católico "en lo privado", y por tanto tibio en lo público (cuando no, incluso anticatólico cuando le toca actuar en esos ámbitos)...
Los problemas de un liberal son la falta de seguridad jurídica,
la ausencia de libertad económica, la nula independencia del Poder Judicial y
la impunidad institucionalizada, llamando a esto el mal funcionamiento de las
instituciones, cuando en realidad se trata justamente de que ese es el normal
funcionamiento de las instituciones que pretende defender. Esos no son los
problemas de fondo de la Patria.
PRIMERO DIOS Y LA PATRIA
Acerca de la Constitución Nacional, es importante saber que no
es la “norma suprema) (y que por sobre ella no están precisamente los Tratados
Internacionales). Efectivamente, por sobre la Constitución Nacional está la
Patria. Y la Patria es la Historia misma de la Patria, es su Tradición, es lo
heredado, es además aquello que resulta imposible de cambiar, porque implica un
sello indeleble: es precisamente su Bautismo, es su identidad. He aquí el
primer ataque que sufre nuestra Nación, que no pasa por “inversión o desinversión”.
En segundo término, la Constitución Nacional tiene gravísimos
defectos, aunque tiene ciertos reconocimientos que son verdaderos, y otros que
siendo verdaderos han sido deformados en su interpretación. Es cuestión de
efectuar las distinciones correspondientes. Toda la Constitución no es mala,
pero no toda es buena. Es más, la Constitución es reformable, y por tanto nadie
puede dar la vida por algo modificable, sino que sólo lo Absoluto, lo Eterno e
Inmutable es digno de ello, tal como lo es Dios y Su Iglesia, la Patria y la
Familia. Precisamente, es la misma Constitución en sus partes malas, de las
cuales derivan las Instituciones que permiten a los malos asumir el Gobierno.
Dios jamás ha privado a la Argentina de verdaderos Sabios,
de Héroes, de Mártires y de Santos. Tal vez sea por ese lado por el cual se
deba avanzar…
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