Durante la 104º Asamblea Plenaria
de la Conferencia Episcopal Argentina, en su documento del día 9 de noviembre
de 2012, fue abordada la actuación de la Iglesia Católica en tiempos del
Proceso Militar.
Vivimos en la Argentina del año 2012, tras 9 años de dictadura oficialista en la cual los militares son detenidos como delincuentes de "lesa humanidad" por el solo hecho de haber sido militares entre el 24 de marzo de 1976 y el 10 de diciembre de 1983 (tiempos del régimen militar denominado Proceso de Reorganización Nacional), y en el país donde los militantes de los Ejércitos terroristas que conformaron un Estado paralelo en nuestro país durante la década de 1970 salen a decir públicamente y con detalles cómo fue cada operativo que realizaron, cada asesinato, secuestro o acto bélico, y no sólo son absueltos por la Justicia (por el Joder Judicial), sino que además reciben indemnizaciones importantes, cargos públicos y premios por doquier.
Los militares entregaron el poder a sus mismos contendientes de la década de 1970, y luego fueron desarmados. Esta es la situación actual: las Fuerzas Armadas de Argentina hoy son virtuales, no reales.
Desde los grupos de poder y
centros de desinformación mediática de izquierda, así como también de los
medios masónicos de orientación liberal, han salido a criticar sin prestar la
menor atención al Documento, que por supuesto nadie leerá. Los consumidores de
información no se preocupan por profundizar los temas, y se quedan siempre con
la versión que su medio preferido les ofrece. Los consumidores de información
renuncian a pensar, siguiendo a periodistas que previamente antes de realizar
su labor, también han renunciado a pensar. Muchos no comprenden que el
principal móvil de la absoluta mayoría de los medios periodísticos y de los
periodistas, es el dinero, y se venden como mercenarios inclinando la balanza
por la versión de quien más dinero les aporta.
Comienza el documento diciendo: “Muy apreciados hermanos y hermanas: 1. Como
creyentes y pastores, queremos ser
servidores de la reconciliación, en medio del pueblo argentino, y como
parte de él. Estamos felices de haber recibido esta vocación. Reconocemos sin
embargo nuestra limitación y pobreza, para una tarea tan amplia y exigente.
Pero en este Año de la fe, renovamos nuestra confianza, “porque Cristo es
nuestra paz” (Ef 2,14). Él ha restablecido la paz por la sangre de su cruz (cf
Col 1,20).”
El documento del Episcopado continúa
afirmando que “La patria argentina ha
vivido momentos difíciles y críticos, a lo largo de sus doscientos años de
historia. Un tiempo especial de desencuentro y de enfrentamientos dolorosos, fue la década del 70. Han pasado muchos
años y siguen surgiendo interrogantes acerca de los hechos ocurridos, y de la
responsabilidad que tuvieron personas e instituciones. Al volver sobre aquellos
hechos, es preciso tener en cuenta el
contexto socio-político de la época, y los diversos actores que entonces
intervinieron.” (N° 2).
Resulta lógico que sigan
apareciendo interrogantes, porque el Gobierno militar de aquél entonces los
produjo inicialmente, en combinación con los ejércitos terroristas que actuaban
en el país, ya que mientras unos empezaron pasando “a la clandestinidad”
causando el espanto social, y los otros siguieron con la producción de “desaparecidos”.
En el medio, tras el paso del tiempo, surgieron intereses económicos que
desviaron la inicial causa política e ideológica que enfrentó a ambos.
El Episcopado, en boca de su
actual Presidente, salió al cruce de declaraciones del ex Excelentísimo Presidente
General Jorge Rafael Videla, quien refiriera la vinculación de su gobierno con
la cúpula eclesiástica católica. En realidad, el Episcopado salió a ofrecer una
versión “políticamente correcta” a los medios de comunicación, al afirmar que “Algunas afirmaciones recientes, a partir de
las declaraciones del ex-presidente “de
facto” J. R. Videla, atribuyen a quienes entonces conducían el Episcopado,
alguna complicidad con hechos delictivos.
Como ha respondido el actual presidente de la Conferencia: que haya habido “una
suerte de connivencia es totalmente
alejado de la verdad de lo que hicieron los obispos involucrados en ese momento”
[la presidencia del Episcopado] (La Nación 5/8/12).”
Cabe destacar que el Episcopado
no existe como “órgano” de la Iglesia, y que se trata simplemente de la reunión
de los Obispos de un país, no de una institución que forme parte de la
Jerarquía de la Iglesia, o que sea intermediaria entre los Obispos y el
Vaticano. Por otra parte, pretender una “complicidad con hechos delictivos”
sería una frase la existencia de Obispos como Jaime de Nevares, Miguel Hessayne y Enrique Angelelli, que estuvieron particularmente involucrados de
modo directo con la subversión terrorista. Incluso Mons. Enrique Angelelli, según ha trascendido, solicitó al Capellán de la
Fuerza Aérea de La Rioja que utilizando su cargo permitiera que grupos
montoneros se apropiaran de armamentos para sus atentados terroristas… hecho
que efectivamente constituye un delito, en un acto que impide que sea abierta
cualquier causa de canonización, como muchos pretenden, ya que además era
explícito militante de la corriente modernista devenida en tercermundista
materialista, la cual derivara en la Teología de la Liberación, condenada por
el Magisterio de la Iglesia. Mal podría canonizarse semejante candidato.
Asimismo, continúa el Documento
afirmando: “3. Conocemos los sufrimientos
y reclamos de la Iglesia, por tantos
desaparecidos, torturados, ejecutados sin juicio, niños quitados a sus madres,
a causa del terrorismo de Estado. Como también sabemos de la muerte y desolación, causada por la violencia guerrillera.
No podemos ni queremos eludir la responsabilidad de avanzar en el conocimiento
de esa verdad dolorosa y comprometedora para todos. A pesar de que la historia
vivida no se deja desentrañar fácilmente, y tampoco la responsabilidad que cabe
a cada persona, nos queda la preocupación por completar un estudio demorado
pero necesario.”.
Es importante destacar que no
sólo los Militares produjeron “desaparecidos, torturados, ejecutados sin
juicio, niños quitados a sus madres”, sino que la condición de “desaparecido”
ya surgía cuando el militante subversivo realizaba su “pase a la clandestinidad”
(ya que la clandestinidad es una real desaparición de la persona), y que además
existen niños que han desaparecido (o muerto) a manos de los mismos militantes
subversivos sin que a la fecha se conozca su paradero, a la vez que los actos
terroristas abarcaron torturas (como en el caso de Argentino del Valle Larrabure, quien acabó
muerto), ejecuciones sin juicio (como la determinación de asesinar a José
Ignacio Rucci), y todo ello en el marco de acciones militares llevadas a cabo
por los ejércitos terroristas financiados desde la Internacional Comunista,
desde Cuba, y por los delitos que los mismos cometían cuando la Unión Soviética
dejó de prestar financiamiento a tales acciones a la vez que Cuba se dio cuenta
de que las mismas no prosperarían (extorsiones, amenazas, chantajes, robos,
estafas y accionar delictivo de todo tipo fueron los recursos de financiamiento
de ese Estado paralelo).
Es decir, en la Argentina hubo en
la década de 1970 dos Estados: el formalmente constituido, y los Ejércitos
compuestos por los militares subversivos que respondían a la intención de la
formación de un nuevo Estado en el Noroeste argentino, y que a su vez esperaban
alcanzar el poder formal en la Argentina, puesto que las cabezas de dichos
movimientos subversivos constituían otro Estado paralelo, con sus fuerzas
militares y armamento, con sus intelectuales, con sus colaboradores y con la ciudadanía
que podía serles afín. ¿Acaso las acciones desarrolladas por ese Estado
paralelo, que llevaba a cabo una inteligencia paralela, no eran también un
Terrorismo de Estado? Pero esto no se puede decir, porque no es políticamente
correcto. Nada nuevo se dice en este artículo, ya que esto ha sido reconocido
por los propios documentos de quienes sí asumen sinceramente sus
responsabilidades sobre los hechos de la década de 1970, respecto de sus
actuaciones, sin aceptar la versión oficial que se pretende imponer desde el
Gobierno: que todos los desaparecidos eran estudiantes universitarios de
promedio 10, excelentes en conducta y en sus notas, ejemplares en su familia y
en su Fe, de elevada moral y cumplimiento de los Mandamientos de Dios, que
mientras estaban estudiando fueron secuestrados por militares malos, quienes el
día 24 de marzo de 1976 se levantaron con la idea de salir a hacer un golpe de
Estado de la noche a la mañana, interrumpiendo la ordenada y feliz vida de todo
el pueblo, y con todo el pueblo en contra de los militares, los cuales querían secuestrar
y matar gente inocente por mera diversión como política de Estado. Esta versión
que difunde el actual gobierno, no la cree ni Magoya.
El documento afirma que los
Obispos que precedieron a los actuales han ofrecido “su palabra y testimonio”,
y dicen que no pueden “conocer a fondo cuánto supieron personalmente de lo que
estaba sucediendo. Ellos intentaron hacer cuanto estaba a su alcance por el
bien de todos, de acuerdo con su conciencia y juicio prudencial. ...Reconocemos,
además, que no todos los miembros de la Iglesia pensaron y actuaron con
idénticos criterios.” Es importante reconocer que las homilías eran públicas,
que la Argentina, tanto en tiempos de “democracia” (con Héctor Cámpora, Juan Domingo Perón, o María Estela Martínez de Perón), como en tiempos de “dictadura”,
operó ese Estado paralelo compuesto en su rama militar por ejércitos
subversivos, y que hubo sacerdotes y Obispos de ambos lados. Los mismos
gobiernos democráticos referidos lanzaban frases aterradoras contra los
subversivos, que no frenaban su acción armada y su penetración cultural con
infiltración social.
A esta altura del Documento, es
importante saber que no existió institución alguna, civil o religiosa, que
emitiera comunicados como la Iglesia Católica condenando los excesos,
advirtiendo sobre las situaciones que se vivían, incluso en los más difíciles
momentos de la Dictadura Militar, cuando la mera sospecha de oposición podía
implicar la muerte del sospechoso. Ni los judíos, ni los musulmanes, ni los
protestantes, ni ninguna otra religión se pronunció en tono crítico alguno. Es
más, quienes se pronunciaron, lo hicieron en el sentido “políticamente correcto”
de su tiempo, el cual hoy es justamente “políticamente incorrecto”. Sería bueno
que los Rabinos, los imanes y los Pastores protestantes informaran a la
comunidad argentina de sus pronunciamientos (muchos de los cuales han sido
reflejados en los diarios de la época).
Prosigue el documento: “5. De entre tantas declaraciones y
publicaciones, ofrecemos algunos ejemplos: “Someter a una persona a la tortura
para arrancarle informaciones o confesiones... siempre es ilícito” (Declaración de la CEA, 16/3/72). “No será vano
reiterar que para todo cristiano, no
excluidos quienes ejercen autoridad, aún
a costa de la eficacia inmediata, hoy como siempre y en toda circunstancia conserva su valor ético: el fin no
justifica los medios” (Carta colectiva CEA, Reflexión cristiana para el
pueblo de la Patria, 7/5/1977).” Es decir, las advertencias acerca del
empleo de torturas y de los medios empleados para alcanzar los fines. El ex
Presidente Videla refirió en una
declaración judicial que fue Italo
Argentino Luder quien ante una propuesta de tres niveles de acción para
poner freno a la subversión, eligió el más acelerado, de más breve plazo, pero
con mayor margen de error. El documento del Episcopado indicaba al Gobierno
militar de 1972 que no debía aplicar torturas, y al Gobierno militar de 1977
que los cristianos que ejercen la autoridad (en este caso, Jorge Rafael Videla de modo concreto y a toda otra autoridad de su
tiempo), se les reiteró que “el fin no justifica los medios” (se entiende,
empleados para poner freno a la subversión), y ello “aun a costa de la eficacia
inmediata”.
Sin embargo, merece un análisis y
observación la frase de que “el fin no justifica los medios”, porque es falsa.
El fin sí justifica los medios. Si una persona tiene por fin viajar desde América
a una ciudad de Europa para sus vacaciones, debe elegir medios adecuados a tal
fin. Si el medio no tiene relación con tal fin, si pretende viajar en
ferrocarril o en auto desde América a Europa, no podrá alcanzar la meta
planteada. La frase, mal atribuida a Nicolás
Maquiavelo (que jamás la pronunció), es además deformada y mal aplicada. En
realidad, debe expresarse del siguiente modo: “un buen fin no puede ser
alcanzado por malos medios”.
Continúa el documento consignando
que “Unos años más tarde, el documento
Iglesia y Comunidad Nacional (1981), condenó
de varias maneras todo tipo de violencia. En síntesis: la lucha armada nunca es un camino legítimo para la búsqueda de logros
sociales, por más buenos que parezcan. Por eso es reprobable la violencia ejercida por la guerrilla, que aún operando durante el gobierno democrático,
atentó contra la vida de personas e instituciones. Pero menos aún puede legitimarse la violencia ejercida por el Estado, fuera
de la ley, ni por grupos paramilitares. Es el Estado el responsable de
tutelar los derechos de todos (cf ICN 33. 97. 133). Y en esa ocasión dijeron
los obispos: “Porque se hace urgente la
reconciliación argentina, queremos afirmar que ella se edifica sólo sobre la verdad, la justicia y la libertad,
impregnadas en la misericordia y en el amor” (ICN 34). En pleno
gobierno de facto, la Iglesia reprendía a los ejércitos armados guerrilleros, y
al mismo tiempo la violencia ejercida por el Estado, fuera de la ley, o por
grupos paramilitares, llamando a la reconciliación. Y tal concordia entre los
argentinos es una materia pendiente, debido a que el Gobierno actual ha elegido
la vía de la confrontación antes que la amistad.
Un mea culpa fuera del tarro es
el punto 6, ya que la responsabilidad de las acciones gubernamentales no son
achacables a la Iglesia. Sostiene el documento: “En el año 2000, la celebración del gran Jubileo, fue una oportunidad
importante e inspiradora, que motivó a la Iglesia a revisar su vida y a pedir
perdón, como pocas instituciones lo hicieron. En aquella ocasión, imploramos la
misericordia de Dios: “porque en diferentes momentos de nuestra historia, hemos
sido indulgentes con posturas totalitarias, lesionando libertades democráticas,
que brotan de la dignidad humana”; y también “porque con algunas acciones u
omisiones hemos discriminado a muchos de nuestros hermanos, sin comprometernos
suficientemente en la defensa de sus derechos” (Encuentro Eucarístico Nacional, Córdoba, septiembre del 2000)”. No
se trata de pecados de la Iglesia, sino que en su caso de los hijos de la
Iglesia, quienes al cometer pecados mortales quedan fuera de ella, con peligro
para la salvación de su alma. Cabe destacar que las “posturas totalitarias” no
sólo son las de un Gobierno militar, sino también las ideologías materialistas
que sustentaban los grupos armados guerrilleros. La Iglesia Católica no pidió
perdón por sí, sino por los pecados de sus hijos. Lo extraño, en el caso de
Argentina, es el pedido de perdón por pecados que jamás fueron cometidos. Además, la Libertad se basa en la Verdad, y si no se posee la Verdad, no hay Libertad, porque eso es lo que Jesucristo enseñó. No existen "libertades democráticas", porque el calificativo "democráticas" implicaría la existencia de otras libertades alternativas. La libertad es inherente a la naturaleza humana, no a su dignidad, y se define como la preferencia reflexiva de lo mejor. La dignidad humana, no brota de modo directo de la naturaleza humana, sino de su ser como creatura de Dios, y por ello el hombre halla su dignidad cuando se reconoce como hijo de Dios y hermano de Jesucristo, quien siendo Persona de la Santísima Trinidad asume la naturaleza humana, restaurando la dignidad extraviada por el Pecado Original. ¿Qué tiene que ver esto con la "democracia"? Nada. Hablar de "libertad democrática" es una contradicción en los términos, porque la libertad se da ante un pluralismo de situaciones igualmente buenas e indiferentes entre sí al momento de la elección, pero no se puede hablar en el mismo sentido cuando el objeto elegido implica una jerarquía entre las diversas opciones, en cuyo caso ha de optarse por lo mejor o caer en el libertinaje de elegir lo menos bueno o lo peor. La "libertad democrática" es la libertad de lo indiferente, en cuyo caso no puede poner en juego ninguna virtud de relevancia, porque si lo que se elige es indiferente (democrático), no existe lesión alguna. Hay una falla, un error filosófico y teológico en el documento del Episcopado en este sentido.
Además, el documento expresa lo
siguiente: “7. Queremos estar cerca de
cuantos sufren todavía por hechos no
esclarecidos ni reparados. Cuando la justicia es demasiado largamente
esperada, deja de ser justicia, y agrega dolor y escepticismo. Sabemos que en
miles de familias hay heridas abiertas y
angustiosas, por lo acontecido después del secuestro, detención o desaparición
de un ser querido. Compartimos el dolor de todos ellos y reiteramos el
pedido de perdón a quienes hayamos defraudado o no acompañado como debimos.”
¿Saben a quién han “defraudado” o no han “acompañado” como debieran? Y no en
tiempo pasado, sino en tiempo presente: a las víctimas de actos terroristas, de
hechos subversivos, a los familiares de las víctimas mortales o no, víctimas de
asesinato, tortura, secuestro, extorsión, chantaje y de todo tipo de hechos
producidos por los violentos ejércitos terroristas. Pero esto tampoco es
políticamente correcto mencionarlo, así que supongo que debe haber hecho bien
el Episcopado en esconder el tema. Total, después saldrán a pedirles perdón,
dentro de 50 o 90 años a los descendientes y familiares de tales víctimas por
no haberlos atendido.
Como al parecer los Obispos
tienen amnesia de lo que sucedió en la década de 1970 en Argentina, dicen lo
siguiente: “8. Nos sentimos comprometidos
a promover un estudio más completo de
esos acontecimientos, a fin de seguir buscando la verdad, en la certeza de
que ella nos hará libres (cf Jn 8,32). Por ello nos estamos abocando a revisar
todos los antecedentes a nuestro alcance. Asimismo alentamos a otros
interesados e investigadores, a realizarlo en los ámbitos que corresponda. De
nuestra parte, hemos colaborado con la
justicia, cuando se nos solicitó información, de la cual podíamos disponer.
Además, exhortamos a quienes tengan
datos sobre el paradero de niños robados, o conozcan lugares de sepultura
clandestina, que se reconozcan moralmente obligados a acudir a las autoridades
pertinentes.” Como los Obispos no saben qué sucedió, tienen que
promover un estudio más completo de esos acontecimientos. El Cardenal Jorge Bergoglio no se acuerda de nada,
el libro de Horacio Verbitsky
acusándolo junto al Gran Rabino de Buenos Aires de que concurrían ambos a la
ESMA ¿entra en la colaboración “con la justicia” que refieren los Obispos hoy?
¿Y Verbitsky no sabe nada de lo que
sucedió con la gente que él mismo denunció en la ESMA? ¿Los Obispos no saben
que “la justicia” está politizada al inventar un sistema penal paralelo de “lesa
humanidad” donde no existen derechos para los simples sospechados de los hechos
que se les atribuyen? ¿Los Obispos no saben que están muriendo presos políticos
en cautiverio, que no hay garantías constitucionales y mucho menos la del “debido
proceso”, que no se respeta ni siquiera la condición de la edad de los ancianos
que están muriendo en cautiverio? ¿Por qué no le preguntan al modernista
Cardenal Mejía acerca del asesinato
de Jordán Bruno Genta y de Carlos Sacheri? ¿O ahora nadie sabe
nada de nada? Todo esto muestra que tenemos un Episcopado “políticamente
correcto” que además es tan mentiroso como cuando informó a Roma que en la
Argentina es tradición inmemorial recibir la Comunión en la mano, para imponer
obligatoriamente el hecho a todos los feligreses, un hecho que en 1983 era
visto como una aberración litúrgica en Argentina. Sí: el Episcopado es
mentiroso, y después se excusa en la “búsqueda de la verdad” cuando la Verdad
la conocen y la esconden. No hay búsqueda de la Verdad cuando la misma se
conoce y se posee. Los Obispos parece que la siguen buscando… igual que la
buscaba Poncio Pilatos con su pregunta al mismo Jesucristo, a quien tenía delante
de sí.
Concluye el documento llamando a
la “amistad social” y la “reconciliación”, no como forma de impunidad, sino
reconociendo lo que sea deplorable, con arrepentimiento de los responsables
(que como se refiere en este escrito, no son solamente los militares, en la
parcial visión de la izquierda que realiza de este documento), y en la
reparación en justicia de los daños causados.
Los siguientes son los dos
últimos puntos del documento:
9. Seguimos comprometidos y empeñados en promover la fraternidad y la amistad social en el pueblo argentino,
para lograr caminar juntos en la búsqueda del bien común. La reconciliación no es “borrón y cuenta
nueva”, y menos impunidad. Es necesario: el empeño en la búsqueda de la verdad,
el reconocimiento de cuanto sea
deplorable, el arrepentimiento
de quienes sean culpables, y la reparación
en justicia de los daños causados (cf JUAN PABLO II, Jornada por la Paz
1997). También debemos reconocer que el perdón y la reconciliación son dones de
un Dios, que nos hace hermanos.
10. En este Año de la fe, que estamos comenzando con la Iglesia en todo
el mundo, y en el camino del Bicentenario de la Patria (2010-2016), renovamos
nuestra vocación de servidores de todos, en especial de los que más sufren. La
Virgen María, al pie de la cruz, experimentó el dolor por la muerte de su Hijo.
A Ella le pedimos que abrace con ternura a cuantos esperan el consuelo de la
verdad, la justicia y la paz.
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