Se transcribe la segunda y última
parte de la intervención del Presidente del Instituto de Filosofía Práctica –INFIP-,
el Dr. Bernardino Montejano, en el Instituto de Filosofía del Colegio de
Escribanos de la ciudad de Buenos Aires, titulada “EL ISLAM, LA POLITICA Y EL
DERECHO DESDE EL CORAN”.
Por el Dr. Bernardino Montejano
a Lilí Goldfarb, la sufí de buenos
recuerdos espirituales.
Después de la primera parte, nos han quedado muchas
cosas en el tintero; trataremos de abordar algunas de ellas. Y seguiremos
girando en torno del Corán, pues si el cristianismo “está centrado sobre una
persona, Cristo; el Islam está centrado
sobre un Libro, el Corán”[1].
I.- Monoteísmo musulmán.
En primer lugar, insistiremos en destacar el monoteísmo musulmán, que entendemos fue un progreso respecto al politeísmo
reinante a la aparición de Mahoma.
Así, ordena el Corán: “No os prosternéis ni
delante el sol, ni delante la luna; arrodillaos delante de Dios que los ha
creado sea a él a quien vosotros adoréis” (Sura XLI, Aleya 38)[2].
Hasta la irrupción de Mahoma, la Kaaba, el centro religioso de La Meca era una feria de ídolos. La
“piedra negra” de origen meteorítico había sido convertida en un fetiche
idolátrico; “estaba rodeada de un amplio y rústico claustro, en el que se
hallaban representadas todas las divinidades tribales”. Como señala José
Antonio Galera, “La Meca llegó a convertirse en un centro cultural y religioso
de primera categoría, centro caravanero y lugar de peregrinación en momentos
tradicionalmente establecidos, dentro del año lunar, para realizar sus ritos
ancestrales”[3].
Es un progreso análogo al del cacique de la
Curvita, Cornelio Segundo, indígena
Wichí que habita el norte salteño, quien le contesta a un curioso periodista
que llegó al lugar en busca de indios “puros”, de pueblos originarios, y que
requería la presencia del brujo de la tribu: “Brujo no hay. Sólo hay que creer
en Dios. Antes la gente pensaba que al padre del pescao hay que hablarle para que nos dé pescao. Otros decían que el monte también tiene su dueño. Cada
pájaro tenía su jefe. Igual los árboles. Ahora que estamos más dispiertos, se da que Dios es padre de
todas las cosas”[4].
Desde una perspectiva cristiana es lo que canta
nuestro poeta Miguel Angel Etcheverrigaray:
“Aunque te
creas derrotado,
con este
signo vencerás;
politeísmo
fracasado
sólo con
Uno triunfarás
los dioses
son camino andado
polvo de
tierra y nada más.
Yo soy
aquel que bien te ama
y con mi
signo vencerás”[5].
Respecto a Dios, como bien
aclara el actual obispo de Montauban Monseñor Bernard Ginoux, en un texto que
pareciera dedicado a un colega cursante, “no hablamos el mismo lenguaje. El
Dios del Islam es ‘el Todo Poderoso
creador’, pero no es el Dios del amor trinitario que Jesucristo, el Hijo,
revela al mundo”[6].
II.- Respeto por el nombre de Dios.
Mahoma prohíbe jurar falsamente. “Ellos pronuncian
falsos juramentos… Dios les ha preparado un terrible castigo” (Sura LVIII,
Aleyas 14 y 15)[7].
En
el juramento se pone en juego el honor de Dios; o se supone que no conoce la verdad o se lo
quiere utilizar como cómplice de la mentira.
Los dos
juramentos más importantes son el asertorio y el promisorio. El primero,
mira al pasado, es el de los testigos de los tribunales; el segundo, es un
compromiso con el futuro, es el que prestan los gobernantes, los jueces, los
miembros del Congreso, los profesionales al comenzar el ejercicio, entre ellos
los escribanos.
El
hecho de jurar es poner a Dios por testigo, es un acto religioso; por eso ya en la República española, los
republicanos ateos, hombres cultos en general, jamás juraban, sino que
prometían un buen desempeño del cargo.
III.- La adivinación.
“Ningún hombre sabe lo que le ocurrirá mañana;
ningún hombre sabe en qué tierra morirá” (Sura XXXI, Aleya 34)[8].
No
podemos conocer los futuros humanos contingentes. Podemos y es lícito tratar de anticipar el
tiempo, el frío o el calor, la lluvia, la helada o el granizo, los eclipses y
tantas otras cosas que dependen de sus causas que se encuentran en la
naturaleza física. Pero nuestro futuro
contingente, no; eso es adivinación, porque dicho porvenir lo conoce sólo Dios; querer saberlo sin
una directa revelación divina es usurpar un derecho divino, convertirse en
adivinos.
Pero no nos conformamos y recurrimos a los astros,
a los demonios, a las brujas, a los horóscopos, al tarot, (ver en el diario La Nación, la sección “Astrología y Tarot”), y a cuanta
imbecilidad pasa por la cabeza de nuestros contemporáneos.
Recordemos la sabiduría que Sófocles pone en boca
de Teseo: “hombre soy y el futuro es tan
incierto para ti como para mí”[9].
El Corán insiste: “Está prohibido consultar la
suerte por medio de flechas” (Sura V, Aleya[10]
3) y “Las flechas adivinatorias son una abominación y una obra del Demonio”
Sura V, Aleya 90[11].
IV.- Las criaturas humanas.
Dios se ocupa de sus criaturas, en especial
de las humanas más indefensas. Todo lo demás está al servicio del hombre y
por eso dice el Corán: “Los animales son puestos a vuestro servicio para
que vosotros proclaméis la grandeza de Dios” (Sura XXII, Aleya 37)[12].
Hoy, los dos
lugares más peligrosos para la vida de los más débiles entre los débiles son el
útero materno y la cama del hospital; el primero por el aborto, la segunda, por
la eutanasia. Por eso, en el frontispicio de algunos nosocomios se podría
escribir la frase que Dante coloca a la entrada del infierno: “Vosotros, los que entréis, dejad aquí toda
esperanza”[13].
Esa vergüenza
que es el proyecto de Código Civil, en el cual ha colaborado más de un colega,
no le concede personería jurídica a los embriones.
Mucho más
respetuoso de esa vida humana es el Corán: “El
Señor os conoce perfectamente cuando os ha creado de la tierra y cuando
vosotros erais todavía embriones en las entrañas de vuestras madres” (Sura
LIII, Aleya, 32)[14].
Aquí la
concordancia con el Antiguo Testamento es llamativa: “Mi embrión tus ojos lo veían; en tu libro están inscriptos todos los
días que han sido señalados sin que aun exista uno solo de ellos”, Salmos, 139, 16).
Esta es la
venerable tradición musulmana, judía y cristiana, de la cual hoy renegamos por
obra de algunos iluminados.
Pero también el Corán protege al ser humano contra el
aborto y el infanticidio.
“Que los creyentes juren… que no matarán a sus
propios hijos” (Sura LX, Aleya 12)[15]. “Los dioses de numerosos politeístas les
han hecho creer que estaba bien matar a sus hijos” (Sura VI, Aleya 137)[16] y
“No matéis a vuestros hijos por temor a la pobreza” (Sura VI, Aleya 151)[17].
V.- El buen uso de los bienes temporales.
Pero además no
sólo se ocupa, como hacen aquí algunos, “del niño por nacer”, sino también del niño
nacido, con problemas de subsistencia. Buen ejemplo para la Argentina de
hoy.
El
Corán considera en
general al hombre como administrador de los bienes terrenales y manda practicar esa virtud que llamamos
liberalidad, término medio superador de la avaricia y de la prodigalidad:
“No olvidéis de usar la generosidad los unos hacia los otros” (Sura II, Aleya
238)[18].
También
dispone el Corán: “Una parte de sus
bienes vuelve por derecho a los mendigos y a los desheredados” (Sura LI,
Aleya 19)[19].
Esto es muy parecido
a lo afirmado por Santo Tomás: “los
bienes superfluos que algunas personas poseen son debidos por derecho natural al sostenimiento de los pobres” (Suma Teológica, 2-2, q.66, a.7)[20].
El avaro se queda sin lo suyo; por perseguir los bienes económicos, pierde
el sentido de los verdaderos bienes, con lo cual se perjudica a él mismo; el
tener más constituye un obstáculo para ser más: “Aquel que es avaro, es avaro en su propio detrimento” (Sura XLVII,
Aleya 38)[21];
“El hombre es ingrato hacia su Señor, su amor por las riquezas es más fuerte”
(Sura C, Aleyas 6, 8)[22].
Es lo que leemos en el Evangelio:
“No se puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o
bien se entregará a uno y despreciará a otro. No podéis servir a Dios y al
Dinero” (Mateo, 6, 14).
El avaro se desentiende de la suerte de los demás y es acusado por el
Corán: “Vosotros no honráis al huérfano, no os animáis mutuamente para nutrir
al pobre, devoráis con avidez las herencias, amáis las riquezas con un amor sin
límites” (Sura LXXXIX, Aleyas 17 a 20)[23].
Pero también es condenado el pródigo, que en el fondo, es un
irresponsable falto de providencia. Por eso manda el Corán: “Da a tus parientes
próximos aquello que les es debido, así como al pobre y al viajero; pero no
seas pródigo. Los pródigos son hermanos
de los demonios” (Sura XVII, Aleyas 26/27)[24].
El Corán manda: “Sed buenos con respecto a vuestros parientes, a
vuestros prójimos, a los huérfanos y a
los pobres” (Sura II, Aleya 83)[25].
Respecto de la limosna voluntaria se aconseja dar lo superfluo y hacer
bien a los huérfanos que son nuestros hermanos (Sura II, Aleya 220)[26].
Como el hombre es dispensador debe “atribuir una parte de los bienes a
los prójimos, a los huérfanos y a los
pobres”; aquellos que devoran injustamente los bienes de los huérfanos,
“tienen fuego en sus entrañas y caerán rápido en el Brasero” (Sura IV, Aleyas 8
y 10)[27].
Como destaca Louis Gardet: “el Corán insiste mucho acerca de la ayuda a dar a
los huérfanos”[28]
No olvidemos que Mahoma era un
guerrero y que sus huestes combatían no sólo por obediencia a los mandatos
divinos, sino también por el botín, cuánto más abundante y jugoso, mejor.
Pero esa presa no era toda para los combatientes, ya que el quinto correspondía
“a Dios, al Profeta y a sus allegados, a
los huérfanos, a los pobres y al viajero” (Sura VIII, Aleya 41)[29].
“Los servidores de Dios alimentan al
pobre, al huérfano y al cautivo” (Sura LXXVI, Aleya 8)[30].
VI.- La justicia en el comercio.
Mahoma recomienda un uso honesto
de las pesas y de las medidas, el que hace posible la concreción de la
justicia conmutativa: “Utilizad medidas exactas, no seas de aquellos que
trampean. Pesad con una balanza justa, no causes daño a los hombres… no seáis
malhechores sobre la tierra corrompiéndola” (Sura XXVI, Aleyas 181/184)[31].
También está considerado el tema de los
depósitos y su devolución: “Dios os ordena restituir los depósitos y juzgar
según la justicia cuando vosotros juzguéis entre los hombres” (Sura IV, Aleya
58)[32].
El hombre justo es aquel “que
cumple con sus compromisos” (Sura II, Aleya 177); “Felices los creyentes…
que respetan los depósitos confiados así
como sus compromisos” (Sura XXIII, Aleyas 1, 8 y 9)[33].
VII.-Algunas penas especiales: la apostasía y la blasfemia.
La apostasía es el acto por el cual el musulmán abjura de su fe; en
cambio la blasfemia es una ofensa a Dios, a un ángel o a un profeta, proferida
por un musulmán o un no musulmán, como el caso famoso de Asia Bibi en
Pakistán.
Como escribe José López Ortiz
“el apóstata, probado suficientemente su crimen, es exhortado al
arrepentimiento y se le concede un plazo de tres días, pasados los cuales, si
no se retracta es condenado a muerte… Al blasfemo, probado su delito y
calificado de grave se condena sin más a muerte, sin tener en cuenta su
arrepentimiento”[34].
VIII:- El consumo de vino.
En la reunión pasada nos
ocupamos del tema del vino, ahora veremos la insólita sanción como castigo,
descripta por López Ortiz: “El musulmán
que en pleno uso de sus facultades bebe vino o cualquiera otra bebida con la
cual se pueda llegar a embriagar se hace acreedor a la pena de ochenta azotes.
Ni aun el haber hecho uso de la bebida en cantidad insignificante, ni aun como
medicamento le excusa de la pena”[35].
¡Otra que el control de alcoholemia, con un alcoholímetro, y el secuestro del
auto, con márgenes de tolerancia!, sino ochenta azotes.
Junto a la interdicción del
vino se encuentra la prohibición de los juegos de azar invento del demonio. Según la escribana Bilbao, siempre
moderada, no es tan así, porque alguno muy de tanto en tanto puede ir al
Casino de Mar del Plata, pero nosotros entendemos que también debe ser demoníaco haber transformado a la Argentina en un gran
garito, en una timba gigantesca, que contribuye a destrozar a muchos imbéciles
que acaban arruinados.
VIII.- Una forma muy particular de combatir el
error.
Los
musulmanes tienen una forma muy particular de combatir el error que si la
aplicamos acá eliminaría a varios cursantes, uno de ellos hoy ausente afectado
por la fiebre, cuya palabra refutativa esperábamos con ansiedad: “Lanzamos contra el error la Verdad que le
aplasta la cabeza, y he aquí que el error desaparece. ¡Desgracia a
vosotros! Por causa de aquello que inventáis” (Sura XXI, Aleya 18)[36].
IX.- El sufismo: una heterodoxia del Islam.
Durante un tiempo estuvimos bastante cerca de una sufista; linda por
dentro y por fuera; de ella nos quedó el libro “Las hazañas del incomparable Mulá Nasrudin” (Kalendar, Buenos
Aires, 1969), del cual hemos fotocopiado
diversos cuentos, elocuentes y educativos, para los cursantes.
El sufismo es “un movimiento
espiritualista de fe islámica que se traduce en modos y maneras ascéticos,
dirigidos a provocar en este mundo la unión con Dios (cosa que para la
ortodoxia islámica tradicional es algo impensable dada la pequeñez de la
criatura humana)”[37].
Según esa ortodoxia el musulmán está llamado a someterse a Dios, no a
amarlo, “el vive constantemente bajo la mirada de Dios, no una mirada de amor
sino de vigilancia”[38].
Las características del sufismo han sido bien señaladas por José
Morales, en su libro El Islam, (Riap,
Madrid, 2001): “el sufismo ha sido para el Islam como la respiración que anima
un cuerpo… Es un camino de perfeccionamiento interior, una fuente de fervor…
significa una reacción frente al conformismo y la rutina de la enseñanza
religiosamente establecida, y contra la esclerosis espiritual de una religión
formalística”.
Los sufís han sido llamados “los místicos del Islam” y ya sus primeros
círculos buscaban una “regla de vida” nutrida de una meditación interiorizada
del Corán: “vestidos sea de una túnica remendada, sea de una bata de lana, los
primeros ascetas se agruparon con rapidez. No era una vida monástica
propiamente dicha, sino del grupo del maestro y sus discípulos”[39]-
El sufismo se apoya en un texto del Corán, el Sura III, Aleya 31, que
dice: “Seguidme, si vosotros amáis a
Dios; Dios os amará y perdonará a vosotros vuestros pecados. Dios es quien
perdona, él es misericordioso”[40].
Un sufí prominente, Hallâj une a la fe con el amor cuando afirma:
“nadie adora a Dios por un acto que le sea más agradable que amándolo”, porque en el amor está la llave de todo misterio.
Esto no podían soportarlo los escribas y fariseos del Islam, los doctores y los
juristas y Hallâj fue condenado y ejecutado en el año 922. Estos leguleyos y
juridistas afirmaban que “el creyente puede y debe amar la Ley de Dios, los
Mandamientos y beneficios de Dios, pero no a Dios mismo, en Él mismo”[41].
Transcurrieron casi dos siglos hasta que Algacel (al Ghazzali), sufí
prestigioso intentara una síntesis y “le dio al sufismo solidez y coherencia
teológica… A partir de él empiezan a fundarse monasterios sufíes para vivir a
su modo y manera el Islam… En tiempos del califato abasí, se convirtieron en
promotores del conocimiento y estudio de ciencias: química, matemáticas,
arquitectura, astronomía… Todo ello en las “madrasas”
(escuelas superiores)”[42].
Finalmente, cabe destacar que el
sufí Ibn Arabî tomaba “como regla suprema de santidad a la vida de Jesús”[43].
X.- Islamismo y cristianismo.
Entendemos que como cristianos
podemos tener un diálogo cultural con los musulmanes, y con los judíos, con
mayor razón. De este diálogo tenemos que excluir a todos los fundamentalistas,
porque ellos han renegado de la base cultural común; su verdad, como afirmaba
Mao, “está en la punta del fusil”.
Eso nos permitirá aclarar algunas
cuestiones; así un problema preliminar al rechazo o no de la Trinidad, es
precisar el concepto de persona que no existe en la lengua árabe.
El Islam se preocupa por defender la
unidad trascendente de Dios y el famoso Sura 112 dice: “Él es Dios Único, Dios
él sólo. Él no ha engendrado y no ha sido
engendrado”[44].
Muchos musulmanes se sorprenderían si leyeran lo definido por el IV Concilio de
Letrán, año 1215, cuando enseña acerca del Misterio de la Trinidad y dice que
esta “suprema Realidad incomprensible e inefable es la substancia, esencia o
naturaleza divina; que sola es principio de toda cosa, sin que ningún otro
pueda ser; y esta Realidad no engendra ni
es engendrada”[45].
Finalmente, la respuesta de un Papa
a la demanda de un príncipe musulmán, que debería guiar a un verdadero diálogo:
“Es esta caridad que nosotros nos debemos recíprocamente, porque nosotros creemos en un solo Dios, bien que de manera
diferente, y porque nosotros Lo alabamos todos los días como el creador y
gobernador del mundo”[46].
XI.- La violencia, hoy.
Ahora, haremos algunas
referencias a las violencias musulmanas de hoy, concordando desde el vamos con
nuestro querido colega enfermo, Hernán de Pablo en algo fundamental: No todos los musulmanes son terroristas ni
todos los terroristas son musulmanes.
Sin embargo, el programa de los
“Hermanos Musulmanes”, de tanta
influencia hoy, ratifica el carácter de totalidad clásico de su religión: “El Islam es dogma y culto, patria y
nacionalidad, religión y Estado, espiritualidad y acción, Corán y sable”[47].
Para que valoremos el nivel intelectual de algunos que no dejan
día sin matar algunos cristianos o quemar alguna iglesia, colegio o institución
religiosa cristiana, se destaca en el norte de Nigeria uno particularmente
sanguinario, el llamado Boko Aram,
que significa “los libros están prohibidos”, evidentemente todos, menos
“el Libro”, o sea, el Corán[48].
Hoy, el terrorismo aparece
muchas veces ligado con los musulmanes fundamentalistas: se secuestra, se
tortura, se asesina, en nombre de Alá. Y a veces las mezquitas que deberían ser
lugares de oración, se convierten en centro de reclutamiento y adoctrinamiento
de futuros terroristas.
Un día antes de la masacre de las Torres Gemelas aparecieron las
declaraciones del gran muftí sirio Ahmand Katfaro, quien bendecía en público
los atentados contra Israel: “los
heroicos mártires suicidas representan una reacción natural y legítima que es
necesario bendecir del mismo modo en que nosotros rechazamos los crímenes
sionistas que continúan golpeando a nuestra gente en Palestina”[49].
Podríamos traerlo al muftí a Buenos Aires para un diálogo ecuménico con el
rabino Abraham Skorka, nuevo doctor honoris causa de la Universidad Católica
Argentina, quien hizo la apología del sionismo al aceptar su designación. El
tema podría ser: ¿Sionismo impoluto o
criminal? Y el moderador, el irresponsable rector Fernández, que entregó la
distinción[50].
¿A quién aplaudirán los aplaudidores?
Las declaraciones de Kaftaro fueron efectuadas después de un atentado
en el cual murieron dos kamikazes y que causaron cinco muertos y más de
cuarenta heridos. El muftí no es un
personaje marginal ya que recibió a Juan Pablo II en la mezquita de Damasco y
se fotografió con él, y debe estar bien seguro de lo que afirma, pues lo
ratificó meses después: “las acciones de los mártires son el único medio de los
palestinos para hacer frente al arsenal bélico sionista”[51].
La vinculación entre este
terrorismo y el mundo musulmán, es reconocida por Abdel Rahman al Rashed,
director de TV árabe, quien confiesa: “nuestros hijos terroristas son el
producto final de la corrupción de nuestra cultura”; luego enumera una serie de
atentados realizados por grupos extremistas islámicos en Rusia, Irak, Sudán,
Arabia Saudita y Yemen; para concluir, afirma que “gran parte de los atentados suicidas en los ómnibus, en las escuelas y
en los centros residenciales de todo el mundo han sido realizados por
musulmanes. No podemos limpiar nuestra imagen si no se admite este hecho escandaloso y si
continuamos en vez buscando justificaciones. La situación es humillante,
dolorosa y áspera para todos nosotros”[52].
Es muy importante este reconocimiento, por un musulmán, de la
“corrupción de su cultura”. Porque el
terrorismo no es un fenómeno aislado, sino que germina en un terreno abonado
por una prédica religiosa errónea y falaz.
Como bien escribe Magdi Allam, “estos terroristas saben que pueden
contar con la simpatía y el sostén de amplios sectores populares que han sido
adoctrinados en la cultura de la ‘guerra santa’ y del ‘martirio’. Y pone el
ejemplo de la política de Arabia Saudita, transformada “en un ingobernable nido
de víboras”[53].
XII.- El decálogo del kamikaze.
En Italia, investigando a los aspirantes a terroristas, se descubrió un
importante documento proveniente de una mezquita, que contiene el decálogo del
kamikaze, las reglas “morales” para quien
quiere hacerse explotar. Es un instrumento muy útil para tratar de entender
cuál es el humus del aspirante al
martirio, de quienes deciden madurar esta elección.
Las primeras imágenes del video muestran atentados realizados en
Israel… luego se escucha la voz de imán Abu El Qaqaa: “Nosotros enseñaremos a
nuestros muchachos, antes que todo a los varones, a ser amantes de la muerte,
así América caerá y también caerán los opresores”.
Se interrumpe la prédica, aparece un campo de adiestramiento y el
saludo del futuro kamikaze a sus amigos y a su familia: “No se pongan tristes…
la llamada ha llegado y si incluso vosotros sois felices, mi misión tendrá más
sentido”.
Luego, reaparece el imán y su voz recita: “Después del atentado, la
madre ha dicho: ‘Dios es grande, sea alabado’ y luego ha lanzado gritos de
alegría. Sí, señores, todos eran felices y la madre ha dicho: ‘si habéis venido
a darme los augurios, sed bienvenidos; pero váyanse si han venido aquí para las
condolencias’. No es una parábola. Es una historia verdadera. Y se presenta al
“mártir”: Mohamed Farhat.
Después comienza la arenga del imán: “Es necesario morir, porque morir
vilmente es un deshonor. Dios hace volverse nuestro cuerpo y nuestra sangre en
una impronta para la victoria prometida y futura… Miren al mundo… ¿Por qué
morir de muerte inútil y banal como la enfermedad o el accidente, si tu puedes
morir por la Jihad?”.
Más adelante Abu El Qaqaa critica a los islámicos moderados, a los
incrédulos y a los traidores, para finalmente enunciar una especie de decálogo,
cuyas reglas principales son: “La palabra del Corán que no llama a la gente a
la Jihad es una palabra vacía,
palabra de traidores”; “Odio por los idiotas y los judíos, el Profeta ha dicho
que serán nuestros enemigos, hasta Jesús, hijo de María, que resucitará
destruyendo la cruz y aceptando al Islam como única religión”; “Enseñad a
vuestros hijos a amar la muerte”; “Señores, ¿dónde está el grito de vuestros
niños que llaman a la Jihad?; “Quien
transmita estas improntas tendrá un papel importante para la victoria de
nuestros hermanos en Palestina y en el mundo entero”[54].
XIII.- La apoteosis de la cultura de la muerte.
Nos encontramos con la apoteosis
de la cultura de la muerte. El degüello, la decapitación y la exhibición de
los cadáveres mutilados de los enemigos del Islam se han transformado en
instrumentos de la “guerra santa”, atentando contra la sacralidad de la vida,
base de nuestra civilización. Como señala Magdi Allam, en su artículo citado,
“en la mente demencial de sus asesinos se trata de una condena eterna, porque
el cuerpo mutilado de un ‘infiel’ no se recompone en el día del Juicio
Universal”.
“Después de las autobombas y de los kamikazes, el terrorismo islámico
ha pasado a un nivel más alto de ferocidad en lo que respecta a las personas
individuales. Actos inhumanos, en todo consonantes con una ideología que
legitima la masacre indiscriminada de civiles, por el simple hecho de formar
parte de una sociedad acusada de ‘atea’ o ‘apóstata’… por eso es difícil
ponerse de acuerdo con quien desconoce los valores fundamentales de la común
civilización del hombre, con quien mira a imponer un poder teocrático,
sanguinario, agresivo y expansivo”.
Nosotros entendemos que no es difícil, sino imposible, todo acuerdo con
el fundamentalismo musulmán, porque ya no tenemos una base cultural común, un
marco humano básico, como diría Perelman, que permita la comunicación.
XIV.- Mujeres exultantes por el éxito del “atentado de los atentados”.
La escritora rusa Ljumilda
Ulickaja, en la misma dirección, se refiere a lo que todo el mundo ha visto por
TV, después del derrumbe de las Torres Gemelas: “una hermosísima mujer árabe
exultaba por el éxito del “atentado de los atentados”. En aquélla hora
estábamos pegados delante del televisor petrificados por el terror”. Lo que la
lejana colega no pudo ver es que acá, en la Argentina, también exultaba, la
veterana y no tan bella Hebe de Bonafini, líder de las Madres de la Plaza de
Mayo, comisionista y vividora de particularísimos derechos humanos.
La citada escritora señala que “los fundamentalistas islámicos nos han
hecho saber que a ellos nuestro mundo no les gusta”. A nosotros tampoco nos
gusta, y en muchos casos visualizamos sus pequeños defectos y sus grandes
vicios y los criticamos.
Luego observa que “nuestro mundo, no islámico y más o menos cristiano,
temblando ante tal delito, comenzaba a buscar justificaciones para los
islámicos… Sería mejor tener más tacto, ser más políticamente correcto…
Pensamiento más que justo: los elefantes y los asnos se comportan de manera tan
torpe en el global negocio de porcelana y los cacharros vuelan por todas
partes”. Aquí encontramos una clara referencia a los gobernantes
norteamericanos, representados por un elefante (los demócratas) y por un burro
(los republicanos).
Y continúa la escritora rusa: “¡Permitan a nuestro mundo torcido, manco
y rengo, reparar los cacharros a nuestro modo! ¡Sin ser reprendidos por los
islámicos que nos castigan porque nuestra fe está equivocada! Permitidnos un
Dios equivocado a nuestro modo…Y a propósito de aquel Dios que constriñe a las
mujeres musulmanas a llevar cinturones
llenos de dinamita, permitidnos no creerlo nuestro”[55].
Magnífica ironía de una mujer muy lúcida. Porque somos nosotros quienes debemos corregir nuestros errores, sin necesidad
de esa especie de curatela universal que parece atribuirse el fundamentalismo
musulmán, que mientras persigue y masacra a los cristianos en las regiones
que gobierna, negando incluso a muy antiguas comunidades los derechos más
elementales, pretende con soberbia imponer sus criterios y sus normas en los
países que integraron la Cristiandad, y en los cuales son a veces pequeñas y
otras considerables minorías, muchas veces recién llegadas.
XV.- ¿Cuál es la causa del
terrorismo?
Entendemos
que hoy la causa principal es la pérdida
de la imagen de Dios en nosotros mismos; si ella se esfuma, el hombre,
apartado de la ley y de la razón, se vuelve el peor de los animales; desde su
perspectiva pagana ya lo había señalado Aristóteles.
Se trata de que el hombre recupere su
humanidad, lo cual comprende a la ley y a la razón. Esta humanidad no se
recupera afirmando como lo hace el experto norteamericano en bioterrorismo,
Dennis Maki, que los habitantes de Hiroshima no “eran totalmente inocentes”, al
ser “miembros de un país adversario”[56].
Si se recupera la humanidad volviendo a la doctrina clásica acerca de la guerra,
expresada entre otros por Francisco de Vitoria, que efectúa varias
distinciones, entre ellas la de culpables e inocentes.
La
pérdida de la imagen de Dios en nosotros mismos, afecta a la consideración de
nuestra dignidad, incluso ontológica. Y esa pérdida impide ver la imagen de
Dios en el otro y apreciar la dignidad, lo que pertenece al otro, lo que
debemos respetar. Nos hemos vuelto incapaces de considerar el rostro del otro,
de ponernos en lugar del otro, de compartir el dolor del otro.
No
hay remedios puramente humanos para esto. Sólo
podemos salvarnos si volvemos arrepentidos, como el hijo pródigo de la parábola
evangélica, a Dios y a su ley, porque Dios es un Padre que siempre espera y
perdona.
Escribano Bernardino MONTEJANO. Instituto
de Filosofía del Colegio de Escribanos. 6 de diciembre de 1912.
[1] Gardet, Louis, “L’Islan religión et communauté”, Desclée, París, 1967, p. 41.
[2]
Utilizamos la traducción de D. Masson, editada por Gallimard, París, 1967, T.
II, p. 595. Conf. Sura XXVII, Aleya 24, en T. II, p. 465.
[3]
“Diálogo sobre el Islam”, Palabra,
Madrid, 2006, p. 17.
[4]
Clarín, Buenos Aires, 9/1/2001.
[5]
Canción del signo victorioso, en El Canto, Medina del Río, Buenos Aires,
1953, p. 70.
[7]
Edición citada, T. II, p. 681.
[8]
Edición citada, T. II, p. 509.
[9]
Edipo en Colono, en Las siete tragedias, Porrúa, México,
1976, p. 165.
[10]
Edición citada, T. I., p. 125.
[11]
Edición citada, T. I, p. 143.
[12]
Edición citada, T.II, p. 413.
[13]
La Divina Comedia, Canto III, 7, en Obras Completas, B.A.C. Madrid, 1956, p.
41.
[14]
Edición citada, T. II, p. 657.
[15]
Edición citada, T.II, p. 690.
[16]
Edición citada, T.I, p. 172.
[17]
Edición citada, T. I, p. 176.
[18]
Edición citada, T. I., p. 47.
[19]
Edición citada, T. II, p. 647.
[20] Tratado de la Justicia, B.A.C., Madrid,
1956, T. VIII, p. 506.
[21]
Edición citada, T. II, p. 633.
[22]
Edición citada, T. II, p.765.
[23]
Edición citada, T. II, p. 754.
[24]
Edición citada, T. I, p. 343.
[25]
Edición citada, T. I., p. 16.
[26]
Edición citada, T. I, p. 42.
[27]
Edición citada, T. I, p. 93.
[28]
Ob. cit., p. 139.
[29]
Edición citada, T. I., p. 218.
[30]
Edición citada, T. II., p-732.
[31]
Edición citada, T. II, p. 460. En un texto complementario manda: “Dad una justa
medida cuando vosotros midáis. Pesad con la balanza más exacta” (Sura XVII,
Aleya 35 en edición citada, T. I, p. 344.
[32]
Edición citada, T. I, p. 102.
[33]
Edición citada, T. II., ps. 32 y 419.
[34]
López Ortiz, José, “Derecho musulmán”,
Labor, Barcelona, 1932, p. 96.
[35] Ob. cit., p. 99.
[36]
Edición citada, T. II, p. 397.
[37]
Ob. cit., p. 99.
[38] Laurent, Annie, “Le marasme de l’Islam”, La Nef, Feucheroles, septiembre 2012, n°
240, p. 24.
[39] Gardet Louis, “Conaître l’Islam”, Libraire Fayard, París, 1958, p. 88.
[40]
Edición citada, T. I., p. 64.
[41] Gardet, Conaître…. cit., p. 89.
[42] Galera, ob. cit., p. 154.
[44]
Edición citada, T. II, p. 171.
[45]
Denzinger Enrique, “El magisterio de la
Iglesia”, n°432, Herder, Barcelona,. 1963, p. 156.
[46]
La carta es de 1076, del Papa Gregorio VII al príncipe al-Nasir Ibn Alennâs, en
Gardet, Conaître…, cit., p. 154.
[47] A. L. “Islam et islamisme”, en “la
neuf”, Feucheroles, n° 240, septiembre de 2012, p. 24. Los “Frères Musulmans”, fueron fundados en
1928 por el egipcio Hassan-El Bann.
[48] Marc Fromager, “Lady Gaga et l’islam”, en “la
neuf”, Feucheroles, n°239, 2012, p. 16.
[49]
“Gli attentati sono legitime”, Corriere della Sera, Milano, 10/9/2001.
[50] Puede verse acerca del tema la declaración
del Instituto de Filosofía Práctica del 23/11/2012.
[51] “Quei kamikaze sono dei martiri”, Corriere della Sera, Milano, 7/4/2002.
Aquí cabe aclarar que durante la Segunda Guerra Mundial el kamikaze era el
aviador japonés que ofrendaba su vida en el ataque a objetivos militares
enemigos. Hoy, los nuevos kamikazes son suicidas que mueren para matar mejor a
civiles indefensos.
[52]
“L’amara verità: tutti i terrorista sono
musulmani”, Corriere della Sera,
Milano, 5/9/2004.
[53] “La cultura della morte”, Corriere della
Sera, Milano, 19/6/2004. Debemos agradecer a la escribana Marta Ignatiuk el
haber aportado el texto de la Constitución de Arabia Saudita que se puede
consultar en el Instituto de Filosofía Práctica.
[54]
“Il decálogo dei kamikaze: fate amare la
morte ai vostri figli” Corriere della Sera. Milano, 11/5/2004.
[55]
“Tenetevi il vostro orrore e lasciateci
vivere nel mostro mondo di errori”,
Corriere della Sera, Milano, 4/9/2004.
[56]
Reportaje de Graciela Navarra en La
Nación, Buenos Aires, 3/9/2004.
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