Por Eduardo Sebastián Gutiérrez
En los años que les llevó a los Cardenales y Obispos que resistieron los
embates del modernismo, antes, durante y posteriormente al Concilio Vaticano
II, se preveía que a la oposición dialéctica que se empañaron en implantar con
inusual énfasis, modernismo vs. Tradición, le debía necesariamente seguir una
etapa como síntesis, lo que no pocos consideran como tal la actual, en
que ambas posiciones en sus conversaciones, y no tanto, se vayan acercado a un
punto de cuasi encuentro.
Pero lo que para unos se trataría de una vuelta de Roma en el sentido de
la Tradición Bimilenaria, la Iglesia misma, otros ven que es la persistencia y
validación en la línea del modernismo, y del progresismo, por que intentan
justificar lo injustificable, es decir, igualar sin ningún tipo de dificultad,
lo que representa la Santa Misa Tradicional, y el Novus Ordo Missae, como si
hubiera una lógica continuidad, un coherente devenir.
A la apretada aceptación que no pocos fieles deben hacer frente a la
validez o no de las Misas a las cuales asisten, las actuales autoridades
romanas intentan ofrecerles una garantía en la Tradición, según palabras
del propio Santo Padre, por la inevitable caída en pendiente casi vertical en todos
los aspectos que atañen, conciernen, corresponden, a la Religión, y en todos.
Pero esta aspiración de Santo Padre, se encuentra obstaculizada,
impedida de avanzar, con mayor frecuencia de lo que se puede uno imaginar, por
todos estos casi 100 años de infestaciones de doctrinas heréticas, cuyo punto
cúlmine ha sido sin duda alguna el Concilio Vaticano II, momento en el cual se
dieron todas las condiciones requeridas para implantar un sistema, bajo la
máscara y pretexto de la renovación necesaria, sin decir el por qué lo anterior
era menester modificar, aduciendo simplemente porque era ya demasiado viejo,
pero en el fondo siguiendo el objetivo siniestro y oculto de implantar una
nueva religión, cuyo paradigma es sin duda la modificación sistemática de aspectos
que afectan directamente la validez de la relación entre la criatura y su
Creador, el hombre y Dios.
Así, no es extraño ver modificar el Padre Nuestro, el Santo Rosario, La
Santa Misa, las Fiestas y Conmemoraciones, el Catecismo de la Doctrina Católica,
los Sacramentos, el Limbo, la Salvación de las Almas, y sigue un largo y
doloroso etcétera.
Es como si se tratara de imponer una nueva cosmovisión, en competencia
con cerca de dos mil años de Tradiciones, comenzadas propiamente por el Hijo de
Dios mismo, Nuestro Señor Jesucristo, la Segunda Persona de la Santísima
Trinidad, el Único Dios Verdadero.
Y esta doble cara, esta actitud dual permanente, que a muchos ya no
sorprende, máxime si tomamos en consideración al poco feliz Episcopado
argentino, sumatoria de voluntades en contra del propio Santo Padre, nos hace
prever una larga espera, o una espera más dolorosa aún, en el reencuentro
definitivo de Roma con la Santa Iglesia Católica, fundada por Nuestro Señor
Jesucristo.
El diálogo que sigue, nos permite mostrar hasta qué punto las doctrinas
del modernismo han arraigado, han penetrado, de profundo en el actual Colegio
cardenalicio, y fue con motivo de la presencia del Cardenal Raymond Burke en la
Peregrinación Tradicionalista Toscana, en Livorno, Italia, el 22 de Septiembre
próximo pasado, quien ante la requisitoria periodística dijo entre otras cosas:
Periodista: ¿Por qué celebrar la Misa en el Rito Romano Antiguo?
Cardendel
Burke: Para que podamos entender
más fácilmente la unidad orgánica de la tradición litúrgica; de modo que veamos
más claramente que la Misa en el Modo Ordinario proviene de la forma
Extraordinaria, vigente por muchos siglos.
Este tipo de lenguaje que se emplea no es una causalidad, se trata del
pensamiento más aquilatado, dentro de lo que dicen algunos se trataría de la
verdadera Tradición, en el seno de la Iglesia.
Es este en definitiva el pensamiento profundo de quienes dándose cuenta
del completo fracaso del Concilio Vaticano II, persisten en sostener parte de
sus “iniciativas pastorales”, a manera de “puente” entre la situación actual y
el pretendido retorno “gradual” de toda la Iglesia, a las costumbres
tradicionales, clásicas, para finalmente desembocar en la Tradición
bimilenaria.
Pero esta es también la posición de no pocos que ven con buenos ojos los
pasos dados entre el Santo Padre y la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, pero
sin dejar de pertenecer a esa especie de posición mas bien “conservadora”, que
en el fondo no es el respeto a la Tradición sino del “statu quo”, pues pone por
encima de esta, de la Tradición, los principios de obediencia ciega, a lo que
en y desde el Concilio Vaticano II se implantara como “nuevo”, sin un objetivo
y serio análisis de sus errores, en no poco graves.
Y como al modernismo religioso le sigue el progresismo en la política,
son hijos del mismo padre de la mentira, en contraposición dialéctica aparece
el sedevacantismo, como refugio del irracional negacionismo como efecto lógico
de la ignorancia y del espíritu de contienda, por orgullo y amor propio, ante
semejante Prueba que debemos sortear con valentía, inteligencia, y por sobre
todo, humildad y mansedumbre, fundamentos de la Concordia, que es la expresión
del Amor entre los Hijos de Cristo.
La única esperanza es Cristo, nuestra Esperanza, quien junto a Su
Santísima Madre, la Virgen María, velan por nosotros.
Pidámosles a Ellos sus Bendiciones y Cuidados, muy especialmente por la
Santa Iglesia, el Santo Padre, nuestra Querida Patria, nuestras Familias, y
nosotros.
Un Fuerte Abrazo.
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