Buenos Aires, 22 de
marzo de 2013
Allá por diciembre de 1988 en
ocasión del primer pronunciamiento carapintada liderado por el coronel Seineldín y conocido como sucesos de
“Villa Martelli”, cierto sector del periodismo alfonsinista no encontró mejor
argumento para desvirtuar nuestro sustento religioso que llamarnos
despectivamente “fundamentalistas”. No importaba que fuésemos soldados
definidamente Católicos y nada tuviésemos que ver con el fundamentalismo
islámico.
Por entonces se trataba de que todo
aquel que tuviese una visión teológica de la vida o, para decirlo en términos
más simples, todo aquel que hablara de vivir como Dios manda, era un
“fundamentalista” antidemocrático. Lo cierto es que mal empleado o no, desde
entonces se instaló en el inconsciente colectivo la errónea creencia que hablar
de Dios y la Virgen relacionándolos con la vida terrena, es cosa de
fundamentalistas y no de hombres de Fe Cristiana.
Si hoy, 25 años después, empleáramos
el mismo criterio engañoso que instaló Alfonsín,
tendríamos que concluir que una gran ola de fundamentalismo ha invadido a gran
parte de los argentinos que opinan sobre aspectos religiosos como no lo habían
hecho nunca.
Y es lógico y muy saludable que esto
ocurra ante tan extraordinario acontecimiento como lo es la Coronación de un
Papa Argentino. Y hablando ya en términos Cristianos, podemos decir que está
ocurriendo lo que siempre ocurre en los pueblos de donde es originario el Santo
Padre elegido: hay un aumento de fervor religioso y de Fe. Innumerables son los
ejemplos de las conversiones que han tenido lugar en esos lugares a partir del
nombramiento. No hay más que recordar lo que sucedió en Polonia con la llegada
de Juan Pablo II.
Y la Argentina no es la excepción. El
problema está en que, muchos argentinos, de alguna manera, creen que estamos en
presencia de un Papa que satisfará todas las necesidades personales y
sectoriales de quienes somos sus compatriotas.
Son muy pocos los que hacen una
verdadera lectura de semejante acontecimiento que expresa la Voluntad de Dios a
través del Espíritu Santo (es Él quien guía los votos de los cardenales
electores que son su instrumento). El hombre moderno, muy alejado de Dios y muy
cerca del hombre, prefiere ver la designación del Papa en términos políticos,
sociales, económicos o estratégicos, olvidándose de lo principal: el orden
Teológico.
En efecto, llevamos apenas unos días
del Papado de Francisco y ya para
algunos es el Papa peronista, para otros el Papa kirchnerista que adoptará con
los pobres el derrotero que le marcaran “Santa Cristina y San Néstor”
–“precursores ellos si los hay en el amor al prójimo”–. Los curas del Tercer Mundo
piensan en el Papa “socialista” que necesitan; la comunidad del orgullo
homosexual (me refiero a la de los escándalos y no a los que viven su condición
como Dios manda), abriga la esperanza que el Papa Francisco le diga a la humanidad “está todo bien”, “Dios es
infinitamente misericordioso”… “Está todo bien con ustedes y con los
transexuales y con el matrimonio entre hombres o entre mujeres o entre… está
todo bien, Dios es infinitamente misericordioso”. Los curas que abogan por el
fin del celibato celebran la llegada de Francisco
que terminará con semejante “antigüedad”, como así también los abortistas que
ven en Francisco un Papa acorde con
los tiempos que estamos viviendo y con las necesidades del hombre moderno. Ni
que hablar de la comunidad aborigen que espera que Francisco reivindique la leyenda negra y desmitifique eso de que
los españoles vinieron a evangelizar, esperan de él la condena para Colón y
todos los que vinieron para el Nuevo Mundo con él. Del mismo modo los masones,
los judíos y musulmanes abrigan la esperanza que Francisco les diga que: “eso de que la religión Católica es la única
religión verdadera es una exageración y una enormidad…”
En síntesis todos quieren que el Papa
nos dé un Dios más agiornado a los tiempos que estamos viviendo, un Dios más
actualizado, más moderno, más canchero y mucho menos exigente del que la Tradición
Católica nos indica. Y semejante despropósito quiere el hombre que lo encabece
el Papa Francisco. Quieren un Papa a
la carta.
Se olvidan todos quienes así piensan
que, más allá de lo que sus egoísmos le indican, es la voluntad de Dios y no
otra cosa la que guiará el accionar del Santo Padre que, según nuestro
entendimiento finito, podrá ser para bien o para mal, todo es parte del plan de
Dios que no podemos alcanzar a comprender en toda su plenitud. No debemos olvidar nunca que el primer Papa,
San Pedro, negó en tres
oportunidades a Nuestro Señor Jesucristo y que Dios, muchas veces escribe
derecho sobre renglones torcidos. Oremos para que el Papa Francisco sea fiel instrumento de la voluntad de Dios a la cabeza
de Nuestra Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana.
¡Por Dios y por la Patria!
Hugo Reinaldo Abete
Ex Mayor E.A.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los mensajes son moderados antes de su publicación. No se publican improperios. Escriba con respeto, aunque disienta, y será publicado y respondido su comentario. Modérese Usted mismo, y su aporte será publicado.