Por el Dr. Jorge Enrique Yunes (*)
San Jorge es uno de los más venerados y respetados santos de la Iglesia cristiana. Su memoria se recuerda todos los 23 de abril, fecha en la que el santo entregó su vida por Cristo. En uno de los himnos de la fiesta de su conmemoración la Iglesia canta: “Glorioso Mártir, tu nombre excelso se escucha por toda la tierra, por que no existe desierto, mar, ni ciudad que no recuerde, en verdad, tus incontables milagros”. Los fieles han incorporado su nombre a sus vidas mucho más que cualquier otro santo, así como la Iglesia en todo lugar ha dedicado templos a su memoria desde el mismo siglo IV.
San Jorge nació en Capadocia, Asia Menor, en el seno de una familia honorable. Su padre, llamado Anastasio, era gobernador en Capadocia. Su madre se llamaba Policronia y era de origen Palestino. Anastasio muere cuando Jorge apenas tenía diez años. Desde su juventud San Jorge se distinguió por sus habilidades de caballero, por lo que pronto llegó a ocupar los mejores lugares en la caballería de Palestina. Jorge tenía solo dieciocho años de edad cuando ingresó al Ejército. Fue condecorado con el título de Tribuno de la Guardia Imperial y hasta tal vez como Prefecto.
En aquel tiempo, San Jorge escuchó que el Emperador Diocleciano había decidido decretar la persecución de los cristianos y su muerte. San Jorge sintió que ese era el momento de confesar públicamente su fe por Jesucristo. Para ello se preparó, distribuyó todas sus pertenencias a los pobres, liberó a sus esclavos y se presentó ante el mismo Emperador en Nicomedia, reprochándole su decisión de derramar sangre inocente. Diocleciano, cuando supo que aquel valiente caballero era cristiano, le ofreció todos los honores para hacerlo cambiar de opinión, bajo una condición: que presentara un sacrificio al dios del Imperio. San Jorge respondió: “Tu reino se corromperá y desaparecerá rápidamente, y no te ha de entregar ningún beneficio. Pero aquellos que ofrecen sacrificios de alabanza al Rey de los Cielos reinarán con Él para toda la eternidad”.
El Emperador castigó a San Jorge por su amor a Cristo. Por ello, tuvo que sufrir suplicios atroces que son representados en su ícono. San Jorge permaneció fiel a Cristo, unido a Él en la oración, lo que atraía los corazones de los presentes a amar a Cristo, y confesar su fe en Él. El emperador, furioso, ordenaba matar a cada uno de ellos.
El Emperador esperaba que San Jorge aceptara ofrecer culto a los dioses paganos, y buscaba la forma de convencerlo por la alta estima en que lo tenía. Es así que Jorge es conducido al templo de Apolo en presencia de mucha gente. Acercándose hasta el altar en donde estaba por realizarse la incensación, Jorge solo atinó a pararse frente a la estatua dedicada a Apolo y hacer la señal de la Cruz. Los demonios que habitaban la estatua, confesaron que solo Cristo es el Dios verdadero y salieron de la estatua con gran estrépito. Todas las estatuas se destruyeron por completo, ante el asombro general. Entonces, los sacerdotes paganos echaron a San Jorge del Templo y lo llevaron nuevamente al Palacio Real.
Atraída por el tumulto de la gente, la Emperatriz Alejandra salió del Palacio abriéndose paso entre la gente diciendo: “Dios de Jorge, ayúdame”. Inmediatamente cayó a los pies del santo. El Emperador, que llegó a ver lo sucedido con la Emperatriz, no pudo soportar más y con un corazón furioso y endurecido como le sucedió al Faraón enfrente de Moisés, ordenó que la Emperatriz y San Jorge fueran decapitados la mañana siguiente. Sin embargo, esa misma noche el alma de Alejandra fue llevada al cielo. Murió en paz en la prisión. Pero San Jorge, la mañana siguiente se fue al lugar destinado a cumplir la sentencia. Allí dio gracias a Dios por todas sus clemencias y bondades; pidió su ayuda y amparo para todos aquellos que invocaran con confianza su intercesión, bajó la cabeza y se dirigió al lugar donde había de ser decapitado, para después ir al cielo y recibir la recompensa de la gloria eterna destinada a todos aquellos que confiesan el Nombre de Cristo. Murió, pues, en Nicomedia a los veinte años de edad un viernes 23 de abril de 304.
Hoy la Iglesia Ortodoxa honra su memoria y los fieles lo veneran como un ejemplo de valentía en la fe y como intercesor por la salvación de las almas.
Oración a San Jorge
Puesto que eres libertador de los afligidos, defensor de los pobres, médico de los enfermos y soldado de los reyes, Oh gran mártir, san Jorge el triunfador, ruega a Cristo Dios que salve nuestras almas.-
(*) Dr. Jorge Enrique Yunes; Abogado; Doctorado en Ciencias Jurídicas y Sociales; Analista Político; Investigador; Precandidato a Diputado Nacional por el Distrito Santa Fe en las Elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias del 14 de Agosto de 2011. Rosario, Provincia de Santa Fe, República Argentina.
Twitter @Dr_Jorge_Yunes
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