En su
reflexión televisiva semanal en el programa “Claves para un Mundo Mejor”
(América TV), Mons. Héctor Aguer, Arzobispo de La Plata , reflexionó sobre la relación entre la
tecnología y la educación señalando que “en el siglo XX el desarrollo de la técnica le ha permitido
al hombre adquirir un dominio extraordinario sobre la naturaleza y ese
desarrollo ha sido fuente de producción y de trabajo. Pero también -y muchos
pensadores en esa época alertaron acerca de esta circunstancia- ese desarrollo
tecnológico ha adquirido una complejidad, un gigantismo y una autonomía tal que
algunos hablaron del “demonio de la técnica”, como que finalmente el hombre
quedaba sometido, como apéndice, a su creatura. Observaron que la técnica se
convertía en una especie de monstruo que hacía del hombre un esclavo”.
De inmediato
compartió un informe de la Institución “que se llama “Cuantified Impressions”, es decir
Impresiones Cuantificadas, que se dedica a realizar análisis acerca de la
comunicación” y una de sus encuestas analiza “el cambio colectivo que se
verifica en “la era del smartphone”: se pierde la costumbre de mirarse a los
ojos en una comunicación, en una conversación cualquiera. Eso se va
convirtiendo, dice esta Institución, en un arte en vías de extinción. A lo
mejor no lo hemos pensado nunca esto sobre qué importancia puede tener en una
conversación, en una comida, etc., el mirarse a los ojos. No hacía falta,
porque se trataba de una actitud espontánea, de educación elemental”.
“La investigación
que estoy comentando llega a decir que haría falta, como duración ideal, que en
el curso de una conversación presencial, por lo menos se debe mirar al
interlocutor a los ojos de 7 a
10 segundos cada vez que uno tiene la palabra”, agregó el prelado.
Comentó que “parece
que ahora la gente está tan ocupada manejando el smartphone (y todas estas
maravillas cada vez más pequeñas que nos permiten estar en otro lugar a la vez
que permanecemos donde estamos) que no necesita atender a quien tiene delante
suyo, como si éste no importara demasiado. Dicen que es muy común, en las
personas en la franja de los 20
a los 30 años, que mientras están cenando con amigos
están al mismo tiempo siguiendo los resultados de los partidos de futbol o
mandando mensajes a otras personas”.
“Esta constatación es importante,
porque muestra qué realidades sencillamente humanas pueden escamotearse cuando
uno se deja atrapar por el instrumento y se convierte en una especie de
apéndice del mismo”.
Mons. Héctor Aguer indicó
que el fondo del asunto es que “mirarse a los ojos en una conversación es
una señal de respeto, en primer lugar, y también de confianza. Yo estoy
mirando ahora a la cámara pero en realidad los estoy mirando a todos ustedes,
estoy imaginando esa platea virtual que me está escuchando y me permite entrar
a sus casas. ¿Y si yo estuviera mirando para otro sitio o manipulando una cosa
o mandando un mensajito de texto?”.
“Estas pequeñeces son, después de todo,
fundamentales especialmente cuando se proyectan en una sociedad y se van
convirtiendo en hábitos culturales. Perdemos de vista cosas muy sencillas,
profundamente humanas, pero estamos orgullosos porque manejamos todo los
instrumentos de la técnica”.
Manifestó que
hasta la cara que ponemos expresa nuestros sentimientos y tras desear
felicidades a los padres en su día recordó que “hay chicos y sobre todo
adolescentes que se quejan de que no hablan mucho con sus padres, de que no se
les ofrece oportunidad de hacerlo, de que no son escuchados por sus padres.
Claro, todos tenemos tantas cosas que hacer y los padres, a lo mejor, están
empeñados y preocupados en su trabajo y no tienen tiempo para escuchar a sus
hijos, para mirar a sus hijos a los ojos. Les propongo pensar en esto porque me
parece que si lo dejamos escapar se escapa un aspecto fundamental de
humanidad”.
Adjuntamos
el texto completo de la alocución televisiva de Mons. Héctor Aguer:
“Durante el siglo XX
el desarrollo de la técnica le ha permitido al hombre adquirir un dominio
extraordinario sobre la naturaleza y ese desarrollo ha sido fuente de
producción y de trabajo. Pero también -y muchos pensadores en esa época
alertaron acerca de esta circunstancia- ese desarrollo tecnológico ha adquirido
una complejidad, un gigantismo y una autonomía tal que algunos hablaron del
“demonio de la técnica”, como que finalmente el hombre quedaba sometido, como
apéndice, a su creatura. Observaron que la técnica se convertía en una especie
de monstruo que hacía del hombre un esclavo”.
“Yo no sé si hay que
pensar exactamente así, pero que el problema se planteó y se discutió no me
cabe ninguna duda. En 1953, el gran filósofo Martín Heidegger
publicó un estudio sobre la cuestión acerca de la técnica donde planteaba estas
cosas. Por otra parte lo que se llama la tecnología, el saber tecnológico, ha
ido cambiando la cultura y ha influido e influye notablemente en las relaciones
humanas”.
“Valga esta
disquisición medio abstracta para comentarles algo muy concreto y que es por
demás interesante. Algunas veces hemos hablado en esta columna, en Claves,
acerca de las cuestiones referidas a las nuevas tecnología aplicadas a la
comunicación. Aquí tengo un artículo en el que se comentan las mediciones
realizadas por una institución que se llama “Cuantified Impressions”, es decir Impresiones Cuantificadas; es
una sociedad que se dedica a realizar análisis acerca de la comunicación.
Encuesta a tres o cuatro mil personas,
saca sus conclusiones y adelanta las posibles consecuencias”.
“La encuesta a la
que me refiero versa sobre el cambio colectivo que se verifica en “la era del
smartphone”: se pierde la costumbre de mirarse a los ojos en una comunicación,
en una conversación cualquiera. Eso se va convirtiendo, dice esta Institución,
en un arte en vías de extinción. A lo mejor no lo hemos pensado nunca esto
sobre qué importancia puede tener en una conversación, en una comida, etc., el
mirarse a los ojos. No hacía falta, porque se trataba de una actitud
espontánea, de educación elemental”.
“Parece que ahora
la gente está tan ocupada manejando el smartphone (y todas estas maravillas
cada vez más pequeñas que nos permiten estar en otro lugar a la vez que
permanecemos donde estamos) que no necesita atender a quien tiene delante suyo,
como si éste no importara demasiado”.
“Dicen que es muy
común, en las personas en la franja de los 20 a los 30 años, que mientras están cenando
con amigos están al mismo tiempo siguiendo los resultados de los partidos de
futbol o mandando mensajes a otras personas”.
“Esta constatación
es importante, porque muestra qué realidades sencillamente humanas pueden
escamotearse cuando uno se deja atrapar por el instrumento y se convierte en
una especie de apéndice del mismo”.
“La investigación
que estoy comentando llega a decir que haría falta, como duración ideal, que en
el curso de una conversación presencial, por lo menos se debe mirar al
interlocutor a los ojos de 7 a
10 segundos cada vez que uno tiene la palabra”.
“Quizá se exagera
con esta minucia, pero fíjense Ustedes cuál es el fondo del asunto: mirarse a
los ojos en una conversación es una señal de respeto, en primer lugar, y
también de confianza. Yo estoy mirando ahora a la cámara pero en realidad los
estoy mirando a todos ustedes, estoy imaginando esa platea virtual que me está
escuchando y me permite entrar a sus casas. ¿Y si yo estuviera mirando para
otro sitio o manipulando una cosa o mandando un mensajito de texto?”.
“Estas pequeñeces
son, después de todo, fundamentales especialmente cuando se proyectan en una
sociedad y se van convirtiendo en hábitos culturales. Perdemos de vista cosas
muy sencillas, profundamente humanas, pero estamos orgullosos porque manejamos
todo los instrumentos de la técnica”.
“Está muy bien que
utilicemos los recursos más extraordinarios de que disponemos actualmente pero,
por favor, quedémonos en el sitio donde estamos cuando estamos hablando con una
persona y, después de todo, manifestemos con esta sencillez de la comunicación
cara a cara nuestros sentimientos, las impresiones que recibimos de la charla
que estamos manteniendo. Hasta en la cara que ponemos se revelan también
nuestros sentimientos”.
“Me pareció que
esto, que parece un detalle circunstancial es algo muy importante. Ya que hoy
es el día del padre lo aplico a una de las cuestiones que hoy escuchamos como
más frecuente: que hay chicos y sobre todo adolescentes, que se quejan de que
no hablan mucho con sus padres, de que no se les ofrece oportunidad de hacerlo,
de que no son escuchados por sus padres. Claro, todos tenemos tantas cosas que
hacer y los padres, a lo mejor, están empeñados y preocupados en su trabajo y
no tienen tiempo para escuchar a sus hijos, para mirar a sus hijos a los ojos.
Les propongo pensar en esto porque me parece que si lo dejamos escapar se
escapa un aspecto fundamental de humanidad”.
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