Por Emilio Nazar Kasbo
El panorama social actual muestra
los reclamos docentes, incluyendo paros de estatales, todo contra el ajuste
inflacionario que el oficialismo pretende implementar, siendo como siempre la
variable de ajuste el bolsillo del trabajador.
La inflación está teniendo un
cada vez más rápido espiral creciente, a lo cual se suma la devaluación que
acompaña y potencia, mientras que se produce un ajuste “nacional y popular”. Y
mientras manifiestan desde el Gobierno que no hay recursos para aumentos a los
trabajadores, se van sumando una injusta indemnización a Repsol después de que
fue privatizada y por incumplimiento de sus obligaciones pulverizada por tales
capitales privados para ser retomada sólo en una parte accionaria por el Estado.
Al mismo tiempo, se suma el pago de la deuda externa que el kirchnerismo
realiza de forma sincronizada y puntual, sin cuestionamientos, y haciendo caso
omiso a la Causa Alejandro Olmos. Y mientras todos los funcionarios hacen
alarde de “progresistas” y de “izquierdistas”, el manejo de derecha liberal o
neoliberal es explícito, puesto que sus principales mentores a pesar de
autocalificarse como stalinistas y marxistas ejecutan “soluciones” basadas en planes
sobre postulados que el mismo Adam Smith aplaudiría.
En medio de este trágico panorama
carnavalesco, se comienzan a vislumbrar las sombras de los candidatos que
piensan postularse en el año 2015 a Presidente, que son además los mismos de
siempre, figuritas repetidas: Massa, Macri, Scioli, Cobos… sin olvidar a la
seguidilla de Alfonsín, Stolbizer, Carrió o Pino Solanas, por ejemplo.
Sin embargo, todos los reclamos
de tipo salarial son efectuados por los sindicatos que al fin y al cabo
prácticamente reducen a tal cuestión toda su actividad central, cuando el
concepto de Gremio resulta muchísimo más abarcativo y representativo de los
trabajadores. Los logros sindicales hoy se evalúan exclusivamente por el que más
porcentaje de aumento logra. Efectivamente, el principal defecto de los
sindicatos hoy es centrar su actividad en un reclamo salarial, dejando de lado
su representatividad en pos de la producción y del verdadero sentido de la
actividad laboral humana, que está dada por su originalidad, personalización y
carácter trascendente.
Al devaluar el Peso, la
Presidente aumentó el dólar un 60 por ciento a las cerealeras, petroleras,
mineras, automotrices, así como a los grandes exportadores y a los bancos. A su
vez, su sistema económico “de izquierda” ha logrado la concentración económica
agropecuaria en los acopiadores y exportadores, ha ahogado al pequeño y mediano
productor que se ha ido extinguiendo para dar paso a nuevos latifundistas que
son socios del Gobierno, convirtiendo a la actividad agrícologanadera en un
gran monopolio concentrado en los amigos del poder. Y no sólo eso, la falta de
una Fuerza Armada de defensa nacional, ha permitido que sea depredado el Mar
Argentino sin beneficio alguno para nuestro país, ni siquiera de tipo
económico.
Mientras tanto, el Banco Central
compró a otras entidades bancarias inferiores una parte de sus dólares, y con
los Pesos ingresados tales bancos están otorgando préstamos a altísimos
intereses para recomprar esos mismos dólares antes de la próxima devaluación,
con lo cual estiman obtener una ganancia de $ 10.000 millones. Pero al mismo
tiempo todo el mundo sabe que cuando los Bancos ofrecen altas tasas por los
depósitos, es porque algo funciona mal, es porque el sistema está colapsando.
Otro detalle no menor es que la
soja, que para este año se calcula entre 30 y 35 mil millones de dólares, se
repartirá en una tajada de la cual el gobierno entre retenciones e impuestos
sacará el 37%, otro porcentaje no menor quedará para ganancia de los
exportadores, y el saldo quedará para los insumos y gastos, para los dueños de
los campos, y para los trabajadores, en un sistema que promueve este
monocultivo que arruina todo campo pero que hasta ahora es el que más ganancias
deja en daño al resto de las actividades agropecuarias.
En cierta forma, el Gobierno
manejando la inflación y la devaluación mediante la emisión de moneda y de artilugios
artísticos en el INDEC, logra que los salarios pierdan lo más posible,
convirtiéndolos en el factor de ajuste final. Además, pretenden lograr acuerdos
de precios con comerciantes que antes de ir a conversar ya aumentaron el 40% el
valor de lo que negociarán, por lo que jamás salen perdiendo, mostrando el
fracaso de la estrategia.
Los jubilados mientras tanto
reciben un aumento muy por debajo de la inflación, y su dinero acumulado en la
Anses permite “la fiesta” ajena. Los planes sociales para los desocupados están
prácticamente congelados, y al que cobra el ciento por ciento del seguro de
desempleo le dan chaucha y palitos; ni hablar del que recibe un porcentaje
menor y por menor tiempo, porque no le alcanza ni para el pasaje de colectivo.
Los jubilados son hundidos en la miseria por el Gobierno, el cual insiste en
que con este genocidio está respetando “los derechos humanos”.
Este “modelo K” ha destruido y
sigue destruyendo las economías regionales, liquida la industria y el comercio
nacional, a la vez que regula la importación y la exportación por
autorizaciones que inducen a la sospecha de la prebenda para su concreción
final. La compra de vagones a China permitiéndoles que se adueñen de empresas
de reparación como Emfer, es solo una muestra de ello. Otro caso es el de
Schumberger, la empresa yanqui en la que trabajó el presidente de YPF, que se
adueñó de los contratos de YPF.
Mientras tanto, Berni y Milani
son el rostro de una política de espionaje y represión a la protesta, a la
oposición. Lo que buscan por ahora, principalmente, es que no haya
manifestaciones de oposición en las calles, que no se reproduzca una marcha
multitudinaria. Las fuerzas policiales y de seguridad no protegen al hombre de
bien, sino al delincuente que el mismo sistema produce, y de allí que pretende
anular toda protesta, incluso con el uso de la fuerza… ¡contra la gente
honrada!
El Gobierno sabe que su situación
es cada vez más inestable, que hay parámetros que ya no logra controlar, y que
incluso por efecto de tales medidas pueden producirse graves desbordes. El
Gobierno además se está financiando con préstamos en la usura mundial, y los
consigue, a costa de un mayor endeudamiento de la propia economía. El Gobierno,
al no poder controlar tales parámetros, acaba mostrándose débil en tal sentido,
hecho que lo torna más peligroso, ya que puede explotar para cualquier lado.
Muchos especulan con la
posibilidad de un intento de autogolpe o de golpe reaccionario de estilo “gatopardista”,
para cambiar el rostro de los funcionarios sin cambiar nada en el fondo. Cuando
un billete de 5 Pesos tiene el valor adquisitivo de una moneda sin valor, y
cuando el billete de 100 Pesos es la moneda más común en la calle sin
posibilidad de encontrar cambio para cualquier compra simple, la situación se
torna evidente. Pero sólo para quien no tiene tarjeta de crédito ni cuenta
bancaria, sino para quien se maneja en el día a día con el dinero en mano. Por
eso, los multimillonarios miembros de los Gabinetes del Ejecutivo se encuentran
muy distantes de la realidad, porque jamás sabrán cuántos billetes se usan para
comprar un kilo de tomates.
Desde hace tiempo, ha surgido la
anárquica herramienta popular del cacerolazo opositor, que implica ganar las
calles demostrando en esos actos multitudinarios que es el oficialismo quien
pierde tal batalla. Sin embargo, el movimiento de la protesta es hasta ahora
anárquico, y no siempre es suficientemente antiplutocrático, antioligárquico,
antiimperialista ni suficientemente representativo por la variedad de intereses
y de reclamos de todos los que se suman. El Gobierno teme a estas
manifestaciones, y además tiene miedo a sus posibles desbordes.
La conclusión no es muy difícil:
es posible que haya cambios bruscos de escenario. El problema está en quiénes
serán sus protagonistas.
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