Por Silvio H. Coppola
Es de público conocimiento, que el próximo domingo 28 del corriente, se efectuarán en todo el país, elecciones tendientes a elegir nuevos diputados nacionales y provinciales y en su caso, miembros de los respectivos concejos municipales de las ciudades.
La expectativa del común denominador el homus argentorum, es poca, pues salvo en los casos en que actúa la maquinaria partidista, como en el PJ principalmente, la expectativa de la ciudadanía es por demás escasa y pocos de los electores tienen confianza en que las cosas, nada más que por cambiar a algunos personajes de la política, puedan cambiar en algo.
El gobierno amenaza, directa o indirectamente, con el caos, si es que no gana el oficialismo. Con un manto de temor, quieren lograr votos, ya que suponen que mucha gente piensa, que bueno, es mejor lo malo conocido, que lo bueno por conocer. Sobre todo, considerando que del lado de la tibia y tambaleante oposición, sólo se han obtenido palabras, que pese a las buenas intenciones que puedan tener, no pasan de ser eso; palabras. Como diría Shakespeare palabras, palabras. ...En las que desde luego, también son harto pródigos los candidatos de la dedocracia en el poder. Lo vemos todos los días en la televisión y lo palpamos en diarios, revistas y en la radio. Si vamos a hacer caso de todo lo que se promete, diríamos que gane quien gane, vamos a entrar en un época de bienestar, adelanto, de trabajo y riqueza para todos.
Prometer es fácil, cumplir es difícil, incluso en el caso en que de buena fe se quiera hacerlo. Pero el caso es que la ciudadanía en general, descree de esta buena fe de los políticos. Por lo menos de la inmensa mayoría de ellos. En un ambiente donde se rechaza, salvo en los actos públicos, a la pareja reinante y a sus agachados acólitos y al mismo tiempo, sucede la propio con la llamada oposición, donde no hay figuras destacadas ni de actuación sobresaliente a favor del país o si tan siquiera de alguna perdida ciudad, salvo desde luego, honrosas excepciones, que todavía las hay. Todo es muy poco.
Lo que sí se ve a primera vista, es el interés desmedido, no por la cosa pública, sino más bien por ocupar los cargos y canonjías, que depara esa misma cosa pública. Y nadie cree que el principal motivo de los aspirantes a los cargos electivos, sea lograr para la patria de los argentinos un mejor nivel de vida y una mayor intervención en los asuntos del mundo. Más se piensa que lo perseguido, es asegurarse el cargo, para de esta manera, llegar a un nivel de vida de excelencia, que puede durar toda la vida.
Es triste afirmar estas cosas, pero lamentablemente es la sensación que tiene mucha gente y que hace en consecuencia, que esa gente no se decida a votar por nadie y que propugne anular su voto, no votar o votar en blanco. ¿Eso es perder el voto? Es una manera de expresarse ante la realidad política, como puede serlo cualquier otra y entiendo perfectamente válida. La magnitud de votos nulos o en blanco, significa algo y los políticos lo deberán tener en cuenta para cualquier elección próxima.
El pueblo debe votar o incluso no votar, con conciencia propia de lo que está haciendo y no dejar que lo lleven como corderito al acto eleccionario los grupos partidistas ni tampoco dejarse convencer por la propaganda que se lleva a cabo. Y al respecto, si no fuera tan doloroso porque afecta a la base misma del sistema democrático, tendría comicidad ver como tantos políticos buscan slogans pegadizos, para que la gente los vote. Como Somos el futuro, La oportunidad es nuestra, Cambiemos algo para que cambie todo, etc., etc. ¿Ideas concretas? Muy pocas o ningunas. Y solamente se ven a nivel municipal, como el trazado de una plaza, construir un centro de salud o una escuela o abrir una calle.
A nivel de la política interna y externa, hay temas que ni se mencionan y en todo caso se dejan sólo a lo que se le ocurra hacer a la cabeza del poder ejecutivo, después de las elecciones. Mínimas palabras sobre los medios a tomar para incentivar la producción, para lograr cambios en la enseñanza de la juventud, ni para qué hacer para terminar los problemas de la indigencia y de la pobreza. O cómo encarar le reestructuración de los medios tendientes a evitar la repetición de casos como la epidemia del dengue, por ahora olvidada con la aparición de los fríos. Tampoco y mucho menos, ningún aspirante a diputado ha dicho una palabra de cómo debería llevarse la política externa de nuestro país.
Nada de nada, no solamente por despreocupación o incapacidad, sino de intelecto, de incapacidad para oponerse a las directivas oficiales en el caso de los oficialistas y por desidia por parte de la transparente oposición. La conclusión invariable, es que podrán cambiar algunos personajes, pero de lo demás, de lo concreto del país, nada va a cambiar. Todo seguirá dependiendo de la voluntad del Poder Ejecutivo, cabeza, principio y fin, de todo el sistema político argentino.
Un párrafo final, para un tema que nadie toca ni nadie comenta en estas elecciones. Y que es fundamental para la supervivencia misma de nuestra patria. El de la deuda externa. Esta sigue aumentando y ocupa gran parte de la riqueza total del país, pudiéndose estimar aquella en más del 60% de esta. Y eso considerando que las autoridades, siempre estiman al PBI en mucho más de lo que es , lo que le facilita hacer cálculos falsos y afirmar, también falsamente, que la deuda está disminuyendo. De esto no se opina y parece tabú.
Nadie quiere comprometerse, si es que hay alguien que comprende este problema, que hace a la vida misma del país. Mejor cerrar lo ojos e ignorarlo, cosa en que coinciden todos los candidatos, sin exclusión de nombres ni de bandería.
“Sepa el pueblo votar” afirmó Roque Sáenz Peña. El pueblo puede y debe saber votar. El problema no es del pueblo, sino de los candidatos. El pueblo supervive los candidatos pasan. Y para finalizar, uno no puede menos de recordar las palabras impresas en el Martín Fierro:
Tiene el gaucho que aguantar
Hasta que lo trague el hoyo
O hasta que venga algún criollo
En esta tierra a mandar.
LA PLATA, junio 19 de 2009.
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