Por Pedro Rizo*
Complemento a mi artículo anterior puede ser la lectura del que firmó, el pasado 14 de noviembre, Monseñor Richard Williamson. Sí, me estoy refiriendo al famoso obispo de la FSSPX que fue mortificado – y santificado – desde todos los frentes oficiales a causa de su criterio sobre el llamado holocausto. Digo “llamado” con intención, pues que es título que sólo los judíos y sus discípulos usan, no estorbándoles que no conste se inmolasen por su fe ni si fueron o no fueron víctima propiciatoria para Israel. Si se ha de hablar de víctimas propiciatorias sea de los católicos de España y de Alemania, o de los ortodoxos de la URSS, asesinados por su fe religiosa. Sea entendido este comentario como lo decimos, esto es, desde la acepción de la palabra holocausto. El citado Obispo tradicional habla de la mujer, y será la mujer el tema de este artículo.
Sólo los ciegos, o los tontos, cuyo número es infinito, pueden no darse cuenta de la manipulación del feminismo y su nueva oleada en forma de la violencia de género. Sistemática rebaja de su protagonismo, único en la humanidad, que ahora se desvía hacia falsas reivindicaciones. Ya no es el derecho de sufragio, tampoco la emancipación, ni la igualdad laboral sino algo más atrevido. Tanto como romper las leyes de la naturaleza creando una animosidad artificial contra el hombre, en un nuevo I+D de la lucha de clases. Las campañas contra la “violencia de género” están logrando lo que se planeó hace tiempo: destruir el matrimonio y, consecuentemente, la familia. Y, por tanto, toda la cultura cristiana que se basa en esa célula fundamental de la sociedad. La mujer de hoy no mira a los hombres con la limpieza de intención de sus antecesoras sino con fantasías de igualitarismo, con resabios de dominio o la superficialidad de una relación meramente animal. Mira a los hombres como arrogantes machistas; esto incluye a las más educadas y sinceras pues que todas en su subconsciente están avisadas de tenerlos a raya. Con lo cual, crece el número de los que no se fían de ellas para una apuesta definitiva, por la amenaza cada vez más cierta de ser abandonados al primer rifirrafe. Sí, por supuesto, unos y otros se enamoran pero ya no van al matrimonio, ni siquiera al sacramental, con el propósito de hacerlo indestructible hasta la muerte.
Los medios puestos al servicio de esta campaña de “reeducación” son tan enormes como ambiciosos sus objetivos. Ya sabemos lo que es revolucionario, sustituir un bien con su contrario. La Revolución necesitaba reclutar a la mujer por ser pieza esencial de sus planes. No sólo financió una Conferencia Internacional, en Pekín, en 1995, sino constantes medios de propaganda. (Coincidente, por supuesto, con la doma de la Iglesia.) Destaquemos la muestra de un solo medio, la Televisión y algunos de sus programas más emitidos: “Gran Hermano”, siempre con dos en la cama y la señorita Milá de coordinadora; las tertulias, amarillas y de todos los colores, promotoras del ejemplo inmoral de los famosos; dos años de escuela de masturbación y erotismo, por la oficial TVE; los telefilmes, en su aplastante mayoría producidos por judíos que a la menor oportunidad cuelgan un rosario en el coche de un mafioso, un crucifijo o un “Corazón de Jesús·en la casa de una mísera familia cargada de niños – ¡ajj! qué chusma -, y, si es un cura, enamoradizo o hipócrita.
Un suplemento dominical de Prensa nos informaba hace unos pocos días que los centros de acogida de niños son insuficientes para los de padres divorciados; niños que en incidencia creciente pasan al cuidado del cónyuge varón. El dicho magazín nos alarmaba con que hay 400.000 agresores potenciales… ¡Sólo en España! Y eso que la cifra se refiere a nada más el género masculino; no al femenino, ni siquiera al neutro. No sé yo si con este porvenir tendremos fuerzas suficientes para proteger del hombre a tantas pobrecitas mujeres. No habrá bastantes policías, ni OTAN, ni cascos azules que puedan contener tal avalancha. Es como el Cambio Climático, como la Gripe A… ¡Qué grados de idiotez somos capaces de alcanzar!
Porque, díganme ustedes dónde hay dos personas que con trato asiduo y de confianza no discutan y se peleen alguna vez. Nuestros padres discuten, o discutían, los hermanos se pelean, los novios, cuanto más se quieren más riñen; y los amigos… Todos discutimos o nos enfadamos en la variedad de situaciones que ofrece la vida, en la que los choques engranan la amistad de fondo. Pero la supuesta ley de violencia de género no habla de esto… “El hombre es fuerza bruta”. ¿Sí? Pero la mujer no es menos bruta. Sin embargo, ¡ay!, qué interesante elección en la publicidad del Gobierno únicamente dirigida contra el hombre: “No aguantes nada…. A la mínima, llámanos…” Y entonces entra en escena el programa de la citada Conferencia de la Mujer, Pekín, que ningún periodista recuerda, que ningún obispo analiza. Allí se definieron muchos pasos de educación para una nueva sociedad. Por ejemplo, los cinco sexos: hombre, mujer, gay, lesbiana y bisexual. (Pido perdón por el orden, quien se sienta menospreciado que lo lea al revés.) Y allí se aprobaron las fases de imposición que deberían seguir todos los gobiernos progresistas del mundo para hacer normal lo artificioso, la lucha de sexos. Fue a partir de esa Conferencia que en la Comunidad de Madrid se impusieron los visitadores de institutos de segunda enseñanza para aleccionar sobre homosexualidad a los alumnos. Como tantas otras doctrinas “intrínsecamente perversa” que se cuelan sin norma ni ley. Así se computan como exponentes reales los casos de emigrantes que se casan por conveniencia, a saber con cual peregrina; o el de la mujer que se sube irreflexiva al último tranvía, sin amor del cielo ni educación terrena; o Cabirias engañadas por su propia elección… La mayoría, no otra cosa que mujeres engreídas de autosuficiencia que crecen un palmo alardeando:”Yo no soy esclava de ningún hombre”. ¿Cómo dices? No lo quieres ser de tus hijos, de tu casa o de tu marido, pero te gusta serlo de tus compañeros, de tu oficina, de tu jefe, de tu apartamento disponible… Ah, las dignidades feministas… Cómo han hundido en la soberbia a mucha ingenua, cómo pusieron en su boca un hablar de carreteros, de mujeres “que fuman y hablan a los hombres de tú” – dicho popular – y que si no se casarán con el machista que en el fondo adoran, menos aún podrán con un hombre, no un pelanas, capaz de amarlas y vivir solamente por ellas. No podemos consentir esta desgracia, es necesario descubrir sus orígenes y reeducar a la sociedad cristiana con costumbres cristianas, cosa que obliga a la Iglesia a retomar el timón.
Porque mal futuro espera a esta nueva sociedad diseñada en los orientes de Hiram. Yo no sé ya de un solo hogar en que convivan las tres generaciones, cosa común en nuestro pasado no tan remoto, y exponente de la unidad familiar que las mujeres sabían guardar por emanación de su naturaleza. Ahora, nuestro primer y envidiado mundo ha llenado sus arrabales de “residencias de mayores” que se quedaron sin hogar. Fijémonos en esto, sin hogar, el hogar que ellos formaron, las hijas y nietos de la familia propia no pueden darles un cobijo. Claro, para quienes hasta los hijos estorban ¿no estorbarán más los abuelos? Y miren que los papas bien que condenaron esta anomalía. Con párrafos excelentes en la Constitución Gaudium et Spes, que citaré en reconocimiento al Concilio Vaticano II.
Las sociedades no cambian, por más que lo parezca, por su desarrollo tecnológico o jurídico. Cambian, y radicalmente, cuando se sustituyen los valores morales y se legisla para embrutecer las conciencias.
El artículo de Mons. Williamson lo encontré en Panorama Católico Internacional, que a su vez lo reproduce de la web de Radio Cristiandad. Empieza así: «Cuando un pueblo amurallado es sitiado, y el enemigo está continuamente atacando una parte de la muralla, los habitantes deben continuar defendiendo esa parte de la muralla. Hoy en día el enemigo de la Humanidad, Satanás, ataca sin descanso a la verdadera feminidad, porque sin verdaderas mujeres no pueden existir verdaderas madres, ni una vida de familia verdadera, ni niños verdaderamente felices y, por ende, tampoco seres humanos verdaderos.»
* Publicado el 1 Diciembre, 2009
Fuente: http://www.minutodigital.com/actualidad2/2009/12/01/pedro-rizo-violencia-de-genero-rescatemos-a-la-mujer/
Complemento a mi artículo anterior puede ser la lectura del que firmó, el pasado 14 de noviembre, Monseñor Richard Williamson. Sí, me estoy refiriendo al famoso obispo de la FSSPX que fue mortificado – y santificado – desde todos los frentes oficiales a causa de su criterio sobre el llamado holocausto. Digo “llamado” con intención, pues que es título que sólo los judíos y sus discípulos usan, no estorbándoles que no conste se inmolasen por su fe ni si fueron o no fueron víctima propiciatoria para Israel. Si se ha de hablar de víctimas propiciatorias sea de los católicos de España y de Alemania, o de los ortodoxos de la URSS, asesinados por su fe religiosa. Sea entendido este comentario como lo decimos, esto es, desde la acepción de la palabra holocausto. El citado Obispo tradicional habla de la mujer, y será la mujer el tema de este artículo.
Sólo los ciegos, o los tontos, cuyo número es infinito, pueden no darse cuenta de la manipulación del feminismo y su nueva oleada en forma de la violencia de género. Sistemática rebaja de su protagonismo, único en la humanidad, que ahora se desvía hacia falsas reivindicaciones. Ya no es el derecho de sufragio, tampoco la emancipación, ni la igualdad laboral sino algo más atrevido. Tanto como romper las leyes de la naturaleza creando una animosidad artificial contra el hombre, en un nuevo I+D de la lucha de clases. Las campañas contra la “violencia de género” están logrando lo que se planeó hace tiempo: destruir el matrimonio y, consecuentemente, la familia. Y, por tanto, toda la cultura cristiana que se basa en esa célula fundamental de la sociedad. La mujer de hoy no mira a los hombres con la limpieza de intención de sus antecesoras sino con fantasías de igualitarismo, con resabios de dominio o la superficialidad de una relación meramente animal. Mira a los hombres como arrogantes machistas; esto incluye a las más educadas y sinceras pues que todas en su subconsciente están avisadas de tenerlos a raya. Con lo cual, crece el número de los que no se fían de ellas para una apuesta definitiva, por la amenaza cada vez más cierta de ser abandonados al primer rifirrafe. Sí, por supuesto, unos y otros se enamoran pero ya no van al matrimonio, ni siquiera al sacramental, con el propósito de hacerlo indestructible hasta la muerte.
Los medios puestos al servicio de esta campaña de “reeducación” son tan enormes como ambiciosos sus objetivos. Ya sabemos lo que es revolucionario, sustituir un bien con su contrario. La Revolución necesitaba reclutar a la mujer por ser pieza esencial de sus planes. No sólo financió una Conferencia Internacional, en Pekín, en 1995, sino constantes medios de propaganda. (Coincidente, por supuesto, con la doma de la Iglesia.) Destaquemos la muestra de un solo medio, la Televisión y algunos de sus programas más emitidos: “Gran Hermano”, siempre con dos en la cama y la señorita Milá de coordinadora; las tertulias, amarillas y de todos los colores, promotoras del ejemplo inmoral de los famosos; dos años de escuela de masturbación y erotismo, por la oficial TVE; los telefilmes, en su aplastante mayoría producidos por judíos que a la menor oportunidad cuelgan un rosario en el coche de un mafioso, un crucifijo o un “Corazón de Jesús·en la casa de una mísera familia cargada de niños – ¡ajj! qué chusma -, y, si es un cura, enamoradizo o hipócrita.
Un suplemento dominical de Prensa nos informaba hace unos pocos días que los centros de acogida de niños son insuficientes para los de padres divorciados; niños que en incidencia creciente pasan al cuidado del cónyuge varón. El dicho magazín nos alarmaba con que hay 400.000 agresores potenciales… ¡Sólo en España! Y eso que la cifra se refiere a nada más el género masculino; no al femenino, ni siquiera al neutro. No sé yo si con este porvenir tendremos fuerzas suficientes para proteger del hombre a tantas pobrecitas mujeres. No habrá bastantes policías, ni OTAN, ni cascos azules que puedan contener tal avalancha. Es como el Cambio Climático, como la Gripe A… ¡Qué grados de idiotez somos capaces de alcanzar!
Porque, díganme ustedes dónde hay dos personas que con trato asiduo y de confianza no discutan y se peleen alguna vez. Nuestros padres discuten, o discutían, los hermanos se pelean, los novios, cuanto más se quieren más riñen; y los amigos… Todos discutimos o nos enfadamos en la variedad de situaciones que ofrece la vida, en la que los choques engranan la amistad de fondo. Pero la supuesta ley de violencia de género no habla de esto… “El hombre es fuerza bruta”. ¿Sí? Pero la mujer no es menos bruta. Sin embargo, ¡ay!, qué interesante elección en la publicidad del Gobierno únicamente dirigida contra el hombre: “No aguantes nada…. A la mínima, llámanos…” Y entonces entra en escena el programa de la citada Conferencia de la Mujer, Pekín, que ningún periodista recuerda, que ningún obispo analiza. Allí se definieron muchos pasos de educación para una nueva sociedad. Por ejemplo, los cinco sexos: hombre, mujer, gay, lesbiana y bisexual. (Pido perdón por el orden, quien se sienta menospreciado que lo lea al revés.) Y allí se aprobaron las fases de imposición que deberían seguir todos los gobiernos progresistas del mundo para hacer normal lo artificioso, la lucha de sexos. Fue a partir de esa Conferencia que en la Comunidad de Madrid se impusieron los visitadores de institutos de segunda enseñanza para aleccionar sobre homosexualidad a los alumnos. Como tantas otras doctrinas “intrínsecamente perversa” que se cuelan sin norma ni ley. Así se computan como exponentes reales los casos de emigrantes que se casan por conveniencia, a saber con cual peregrina; o el de la mujer que se sube irreflexiva al último tranvía, sin amor del cielo ni educación terrena; o Cabirias engañadas por su propia elección… La mayoría, no otra cosa que mujeres engreídas de autosuficiencia que crecen un palmo alardeando:”Yo no soy esclava de ningún hombre”. ¿Cómo dices? No lo quieres ser de tus hijos, de tu casa o de tu marido, pero te gusta serlo de tus compañeros, de tu oficina, de tu jefe, de tu apartamento disponible… Ah, las dignidades feministas… Cómo han hundido en la soberbia a mucha ingenua, cómo pusieron en su boca un hablar de carreteros, de mujeres “que fuman y hablan a los hombres de tú” – dicho popular – y que si no se casarán con el machista que en el fondo adoran, menos aún podrán con un hombre, no un pelanas, capaz de amarlas y vivir solamente por ellas. No podemos consentir esta desgracia, es necesario descubrir sus orígenes y reeducar a la sociedad cristiana con costumbres cristianas, cosa que obliga a la Iglesia a retomar el timón.
Porque mal futuro espera a esta nueva sociedad diseñada en los orientes de Hiram. Yo no sé ya de un solo hogar en que convivan las tres generaciones, cosa común en nuestro pasado no tan remoto, y exponente de la unidad familiar que las mujeres sabían guardar por emanación de su naturaleza. Ahora, nuestro primer y envidiado mundo ha llenado sus arrabales de “residencias de mayores” que se quedaron sin hogar. Fijémonos en esto, sin hogar, el hogar que ellos formaron, las hijas y nietos de la familia propia no pueden darles un cobijo. Claro, para quienes hasta los hijos estorban ¿no estorbarán más los abuelos? Y miren que los papas bien que condenaron esta anomalía. Con párrafos excelentes en la Constitución Gaudium et Spes, que citaré en reconocimiento al Concilio Vaticano II.
Las sociedades no cambian, por más que lo parezca, por su desarrollo tecnológico o jurídico. Cambian, y radicalmente, cuando se sustituyen los valores morales y se legisla para embrutecer las conciencias.
El artículo de Mons. Williamson lo encontré en Panorama Católico Internacional, que a su vez lo reproduce de la web de Radio Cristiandad. Empieza así: «Cuando un pueblo amurallado es sitiado, y el enemigo está continuamente atacando una parte de la muralla, los habitantes deben continuar defendiendo esa parte de la muralla. Hoy en día el enemigo de la Humanidad, Satanás, ataca sin descanso a la verdadera feminidad, porque sin verdaderas mujeres no pueden existir verdaderas madres, ni una vida de familia verdadera, ni niños verdaderamente felices y, por ende, tampoco seres humanos verdaderos.»
* Publicado el 1 Diciembre, 2009
Fuente: http://www.minutodigital.com/actualidad2/2009/12/01/pedro-rizo-violencia-de-genero-rescatemos-a-la-mujer/
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