El noviazgo entre católicos en muchas cosas se diferencia de lo que presenta la TV como “obligatorio” en las novelas románticas, ni con lo “socialmente aceptado” por la sociedad del Siglo XXI.
El noviazgo católico se basa en la Fe, ubicando la dimensión humana en su lugar, y poniendo a Dios ante todo. La primera afinidad surge de ver que ambos caminan por el mismo Camino, que es Jesucristo mismo. Las preocupaciones por Jesús, la Virgen María, el Papa y la situación de la Iglesia Católica son el centro de la vida, y el entusiasmo por Evangelizar surge espontáneamente.
No es que desprecie lo biológico, sino que sabe darle su justo valor, y deja para el matrimonio lo que corresponde a la convivencia y a la vida sexual entre ambos. Por eso, el noviazgo católico no acepta más que una sana y distante amistad entre los novios que no comparte la intimidad ni en relaciones sexuales esporádicas ni en la convivencia del concubinato, porque permite de ese modo el descubrimiento completo de la otra persona después del Sacramento del Matrimonio en la Iglesia Católica.
La causa provida y la Doctrina Social de la Iglesia implican el compromiso político y social, y la visión común en lo terrenal de su relación que como novios tiene como finalidad próxima el matrimonio elevado a Sacramento, del cual nacerán los hijos para conformar una familia católica.
¡Cuántas dificultades hay para constituir una familia católica en el mundo de hoy, tanto en lo espiritual como en lo material! Problemas culturales, un mundo que contradice completamente al Evangelio, una sociedad que niega la verdadera libertad para esclavizarse en todo tipo de males, el drama de los problemas económicos… no son más que frenos aparentes para los novios católicos. La voluntad de constituir un Matrimonio debe superar todos esos obstáculos, sin miedo alguno, y con la Esperanza puesta en Jesucristo y la Providencia de Dios, en vez de las propias fuerzas y los cálculos meramente humanos.
Y por supuesto, la alegría de un matrimonio “para toda la vida”, como tiene que ser, elevando el amor a la entrega recíproca en el Sacramento ante Dios mismo, para superar los problemas en las buenas y en las malas, para superar juntos cada situación que toque vivir, y para compartir las alegrías. Una amistad matrimonial, con la madurez propia del Matrimonio Católico, que se convierte en un camino para la santificación personal y familiar.
El resto, aceptar otras opciones, no conduce más que a un fracaso a los ojos de Dios, y muchas veces también en lo humano. Presentarse al Sacramento del Matrimonio sin la debida preparación, sin comprender el significado del acto, o entendiéndolo como un formalismo social, es una herida desde el inicio en la relación misma de los cónyuges.
No hay manuales de noviazgo ni de matrimonio que indiquen puntualmente cómo se logra la santidad en cada estado, porque la vida única e irrepetible de cada persona se cruza con otra igualmente única e irrepetible, y ambas se suman cuando van por el mismo camino y se multiplican con la llegada de los hijos. Y si todo va por el Camino de Jesucristo, no harán más que ir paso a paso en el camino de la santidad que logra la Felicidad en Dios.
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