El solo hecho de discutir un proyecto de ley creando el “matrimonio” homosexual, culmina los ataques irreligiosos que está padeciendo la Argentina en los últimos años, al instalar el debate público de un tema repugnante a la moral y las buenas costumbres. Ello ya es de por sí, un inaudito agravio al buen sentido y al orden público.
Caminata, organización empeñada en defender la familia en el orden natural acorde a la ley divina, adhiere al rechazo de tamaña aberración. Cuyo móvil evidente se dirige a corromper la cultura, eliminando sus nobles raíces cristianas. Concretamente formando parte de un ataque movilizado desde altos niveles contra Jesucristo. Cuyo disimulo o evasiva, equivaldría a no confesarlo, con las tristes consecuencias advertidas por Él en el Evangelio.
También desde luego la malicia del intento consiste en darle marco legal específico -con inmenso daño del prójimo- a la voluntad permanente de violar la ley de Dios.
En lo que hace pues, al daño social del aberrante propósito corresponde puntualizar:
1- La afrenta a la razón, pretendiendo jerarquizar anomalías manifiestas.
2- La infracción moral al querer igualar la honestidad con la deshonestidad.
3- El ataque a la higiene y la salud particular y pública, paradójicamente explicitado en las instrucciones para la práctica sexual contranatural, por SIGLA, la sociedad de integración homosexual que asesoró a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
4- La corrupción de la niñez y la juventud, induciendo en la enseñanza a no discriminar lo moral y lo inmoral. Como por ejemplo, al exaltar a la dignidad del trabajo honesto a la prostitución; según lo propiciado en el Decreto Nacional 1085/05.
A todo esto cabe agregar en estas vísperas, el inminente riesgo de que se acepte como “mal menor”, una solución “equidistante”: la consagración legal de la unión civil homosexual. Una trampa que significa crear la institución legal equivalente a la sociedad conyugal. Incluso con el beneficio para la perversidad, de esquivar el ridículo mortal, por ejemplo del “matrimonio” entre dos hombres.
"Aquí también está la envida del Demonio, por la que entró el pecado en el mundo, que arteramente pretende destruir la imagen de Dios: hombre y mujer que reciben el mandato de crecer, multiplicarse y dominar la tierra. No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios. No se trata de un mero proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento) sino de una “movida” del padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios."
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