Por Emilio Nazar Kasbo
No, no es un título que preludia una novela de Clive Staples Lewis. Nada que ver. Se trata de otra cosa.
Es que parece que hay quienes no distinguen la espada o la pluma, del plumero.
La espada es la fuerza puesta al servicio de la Cruz, y por eso tiene precisamente esa forma. Cruz y espada se funden en sus dos filos, el temporal y el espiritual, y que tienen dos líneas: la vertical que llega de Dios al mundo, y la horizontal que se le cruza en Jesucristo hermanando a los hombres en la filiación con Dios como Padre. A su vez, la espada es la cara de lo militar y lo jerárquico de la Iglesia en la sociedad, que es lo primero que garantiza su existencia y conservación.
La pluma es la cultura y el arte al servicio de Jesucristo. Es también la educación. Y aquí tenemos la sociedad hoy llamada civil. Cuando la espada se junta con la pluma, se obtiene la Cristiandad: una sociedad donde se busca el reconocimiento de Cristo Rey instaurando todo en Jesucristo, y en el intento de procurar el Bien Común y la Justicia Social.
Pero cuando ambos se hallan ausentes, la espada se convierte en un palo de madera y proliferan tantas plumas anticatólicas que cuando se unen forman un plumero. Sí, un plumero que además está sucio porque se emplea en revolver las vomitivas excrecencias asquerosas para difundirlas socialmente como un hecho heroico y prestigioso. Sólo se puede obtener de allí una sociedad enloquecida que ha perdido la razón y que en su extravío pretende conducir a todos hacia un mismo abismo.
Un palo de madera, que no sirve para defensa alguna. Muchas plumas, por el relativismo y el falso pluralismo que equipara lo sublime a lo infame y escandaloso. Unidos son la ruina.
El tonto nudo gordiano se deshace por una espada, y un plumero no resiste al mero roce del filo de la Espada, ni a la pluma de la Verdad. Una es la espada del Cruzado, otra es la pluma de la autoridad de un Cacique de la cultura. Otro es el palo que blande un degenerado, y la multitud de plumas de la blasfemia que se utiliza en los “teatros de revistas”. Unos son señores, cada uno un varon o una varona como dice el Génesis; otros son los grotescos de un ser humano antinatural para quienes hasta una bestia resulta un ser sublime.
Sólo resta elegir: Espada o plumero.
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