Por Cosme Beccar Varela
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Buenos Aires, 09 de Septiembre del año 2010 – 1000
Aunque nadie me ha pedido que lo explique, creo que después de mil variaciones sobre el mismo tema sería bueno intentar definir cual es él, mil veces sugerido.
El tema es la Justicia, la regla suprema de las acciones humanas en relación a los otros y en primer lugar a Dios que es el Creador de todas las reglas porque es el Creador de todas las cosas.
"Justicia" es dar a cada uno lo suyo. Simple, claro, evidente. Sin embargo, la Justicia es permanentemente falsificada por los injustos que nunca reconocen lo que verdaderamente deben al otro sino que se atribuyen a sí mismos lo que no les pertenece y despojan al otro de lo que es suyo. Esa mentira básica es el recurso permanente de los injustos para eludir la Justicia.
El injusto dice: "Yo le doy a Fulano lo que yo considero que es suyo sin admitir referencia alguna a una Ley superior, eterna, natural, que me diga lo contrario".
Ahora bien, "lo suyo" de cada uno no depende de lo que el otro quiera sino de lo que Dios quiso cuando creó al hombre en el tiempo y en el espacio. La Historia, la índole de los pueblos, las etapas de la vida, las desigualdades naturales, las costumbres, el trabajo, la propiedad, los contratos, son consecuencias todas ellas de la naturaleza humana creada por Dios, son realidades objetivas que están en el origen de lo que es propio de cada hombre y no pueden ser alterados por la voluntad unilateral del que debe algo al otro.
La mayor o menor dificultad que haya en determinar que es "lo suyo" del otro no me excusa de averiguarlo con inteligencia, diligencia, buena fe y consejo. Y como la sociedad se compone de muchos hombres y hay muchos asuntos opinables en esa tarea de saber lo que es del otro y lo que es mío, todos nos debemos, unos a otros, la necesidad de reconocer una Autoridad que ame la Justicia y tenga sabiduría para discernirla, que resuelva en definitiva los diferendos y ordene el esfuerzo común para el bien de todos.
Por encima de esto, están las enseñanzas del Divino Maestro que aconseja ser siempre mejor renunciar a lo que sabemos o creemos que es propio en beneficio de un eventual contendor, de tal manera que haya un equilibrio superior a la simple Justicia, fundado en el amor al prójimo por amor a Dios. Así si alguien me quieta la túnica, debo darle también el manto, debo amar al enemigo personal, caminar dos mil pasos con quien me obliga sin derecho a caminar mil, y así en otras cosas.
Ese consejo divino apunta a un Bien superior, que es la Paz de Cristo, evita la contienda interminable y los odios irreconciliables por cuestiones personales.
Eso no quiere decir que debemos hacer eso siempre y con todos y sin relación con el objetivo supremo, que es la Paz de Cristo.
Si la renuncia a nuestro derecho en beneficio de un oponente perverso sólo sirve para consolidar una tiranía, por ejemplo, esa renuncia nada tiene que ver con el consejo de Nuestro Señor, sino todo lo contrario. En esos casos corresponde luchar con valentía para defender la Justicia encarnizadamente e impedir el despojo que daría poder y medios a los malvados para oprimir a los débiles.
* * *
Ocurre que la Argentina está sometida a toda clase de injusticias atroces de tal manera que es necesario luchar por la Justicia e incitar a todos para que hagan lo mismo. No estamos en el caso de aplicar los consejos evangélicos de entregar a los injustos lo que es nuestro y, menos aún, lo que es de nuestros compatriotas indefensos, alegando que eso es "más cristiano". Lejos de mi mente blasfemar de esa manera atribuyendo al Crucificado, que murió voluntariamente para satisfacer la Justicia divina, semejante atrocidad. Cabe aquí aplicar aquel otro mandato Suyo: "Buscad primero el Reino de Dios y Su Justicia y lo demás se os dará por añadidura" ( S. Mateo, 6,33).
La Justicia de Dios es perfecta, porque Dios es Justicia. Buscarla es descender hasta la minucia, hasta el más mínimo desvío de ella, y una vez encontrada, luchar por ella postergando toda otra tarea sabiendo que Dios es fiel y que cualquiera sea el precio que debamos pagar por esta aventura nunca nos faltará nada y si debemos morir por Ella, tendremos el mayor de los premios o sea, la felicidad eterna en el Cielo.
Los mil paginas escritas a los largo de estos diez años no han tenido otro tema central que este: buscar la Justicia y combatir la injusticia de las cuales la mayor de todas es la tiranía de la "dirigencia" corrupta e inepta al servicio del comunismo el cual, según enseñó Pio XI en la Encíclica "Divini Redemptoris" es "intrínsecamente perverso".
Y buscar la injusticia implica intentar descubrir sus engaños y disfraces, denunciar a los cómplices y traidores, o sea, hacer un esfuerzo de "vivisección" política que ha exigido hasta ahora, mil páginas. Y si Dios quiere, habrá muchas otras.
Quiso la Divina Providencia que este milésimo artículo apareciera el día en que mi queridísimo nietito Jorgito hubiera cumplido años, si no hubiera muerto a los ocho hace seis. A él le escribí, cuando todavía vivía, una carta que fue el artículo 291, del 8 de Enero del 2001 de "La botella al mar" y que titulé: "Rendición de cuentas a mi nieto, con amor". Trataba de explicarle lo que estaba haciendo para dejarle una Argentina mejor. La Santísima Virgen eligió para él llevarlo a su verdadera Patria y aunque me ha dejado el corazón destrozado, por cierto que nuestra Santísima Madre fue misericordiosa porque lo que pude hacer para que esta otra, la de la tierra, fuera mejor, ha sido poco y nada.
Sin embargo, todavía tengo otros nietos a quienes les debo el mismo esfuerzo. Y si Dios quiere, se ha de hacer, de manera que la lucha sigue…
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