Por Cosme Beccar Varela
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Buenos Aires, 24 de Noviembre del año 2010 – 1012
Hace un tiempo vi escrita en una pared de Buenos Aires la frase que sirve de título a este artículo: "La confusión es clarísima", Parecería una contradicción, pero no lo es si se la traduce así: "Es clarísimo que todo es confusión". Si hay algo que se destaca por encima de todo es la confusión de todos y sobre todo, fomentada por esos grandes confusionistas que son el clero, los políticos, la prensa y el "establishment". Ya escribí en Marzo del 2001 un artículo con este mismo título pero se refería al escandaloso robo de fondos públicos cometido durante la década infame menemista y no investigada ni sancionada por el "moralizador" de la Rúa.
Este artículo se refiere a un problema muchísimo más grave porque no se trata de los 4.500 millones de dólares detectados por el Comité del Senado norteamericano como pertenecientes al circuito ilícito de coimeros, ladrones y narcotraficantes de los tiempos de Menem, sino a la destrucción mental de la Argentina o, mejor dicho, de la argentina, porque la otra no existe más.
¿En qué consiste la confusión destructiva que nos está matando? En la pérdida de los principios intelectuales, morales y políticos por parte de la totalidad de las "clases cultas" y, como consecuencia de ello, por parte del pueblo en general.
Hoy vale todo, nada puede ser descalificado en nombre de un principio evidentemente verdadero y el pensamiento se ha convertido en una especie de chicle repulsivo que se mastica pero no se absorbe, que cambia de forma a voluntad del masticante y que sin respeto alguno por las normas de la higiene pasa de boca en boca para que otros sigan masticando el mismo chicle. Un asco.
Ocurre que la inteligencia humana ha sido creada para conocer la verdad. Si renuncia a ella y admite cualquier error, por estúpido que sea, entonces la inteligencia puede compararse a un estómago al cual se le obligara a digerir veneno o substancias nocivas sin criterio alguno sobre su capacidad de alimentar.
* * *
¿Cuales son los principios elementales ignorados en la argentina de hoy que están destruyendo lo que resta de nuestro país? Lamento decirle que va a leer una cantidad de simplicidades, que Ud. ya sabe de memoria. Pero como Ud. ha demostrado una y cien veces que no le importan esas verdades, por más bueno que Ud. se crea, las repetiré aunque Ud. me considere un "maestrito de escuela" despreciable. Sin embargo, sea dicho en mi defensa, son las mismas por las cuales murió el Divino Redentor al cual Ud. venera con una sinceridad de material plástico, pero que no obedece sino en aquello que le conviene.
Estos son:
1) Dios existe, es todopoderoso, creó todas las cosas y les puso una ley que los animales y las plantas obedecen pero los animales de los hombres (y los argentinos en particular) violan constantemente como si Dios no hubiera de juzgarlos nunca y como si no hubiera infierno. Pero hay.
2) Las naciones son sociedades humanas sometidas a la misma ley natural que cada uno de sus integrantes. Una de esas leyes es que la sociedad tiene por razón de ser el bien común y para lograrlo, deben gobernar los mejores y los inferiores deben obedecer. Si éstos se desmandan, deben ser castigados. La jerarquía natural no puede ser violada sin causar una gran catástrofe social. Cuando mandan los perones, los moyanos, los kirchners, los alfonsines, los videlas, los masseras y otros de la misma laya, el bien común es imposible y sólo puede reinar la desgracia general.
3) Ninguna forma de gobierno puede derogar la ley natural, ni siquiera la democracia con sus mayorías fraudulentas y mentirosas.
4) Dios es el Señor de todas las cosas y las gobierna con Su Providencia. Pero no interviene a cada momento en los asuntos humanos sino que nos ha dado el libre albedrío para salvarnos, si queremos, o condenarnos, si queremos. En cuanto a las naciones, Dios ha dejado librada a la libertad de sus habitantes el bien o el mal común. Si los superiores defeccionan y entregan el poder a los inferiores y si estos, como no puede ser de otra manera por el sólo hecho de esa usurpación, son inmorales, la nación se pierde y Dios no está obligado a intervenir para salvarla. Eso sí, a los responsables de esa deserción y a los usurpadores de la plebe, les espera un castigo eterno.
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Dicho esto, pregunto si Ud. cree que en la Argentina se respetan estas normas de la Creación, elementales, básicas, inderogables.
Si cree que se respetan o que se respetan según la libre interpretación de los miserables de que estamos rodeados y que esa libre interpretación es lo único que se puede pedir a los hombres porque "cada uno tiene su verdad", debo decirle que Ud. es un ignorante malévolo y que está acompañado por la mayoría de los argentinos porque si no fuera así no estaríamos como estamos ni esa mujer que funge de presidente podría usurpar tan alto cargo, ni la "dirigencia" corrupta e inepta podrían monopolizar todos los cargos públicos en los tres poderes, sin protesta alguna. Peor, hay sesudos “politicólogos” que analizan cada mohín de esos delincuentes como si fuera una cuestión de Estado. Acabo de leer uno que me causó náuseas, escrito por uno de los más famosos de esa cofradía de traidores.
Y si Ud. dice que está de acuerdo pero se resigna porque dice "esto es lo que hay" y no podemos pretender más porque es ilusorio, le digo que Ud. es peor que la plebe usurpadora porque pertenece, obviamente, a la banda de los "falsa derecha" que se creen buenos porque defienden dos o tres cosas loables pero abandonan el poder en manos de los que las pisotean sin que Ud. ni siquiera se despeine para evitarlo.
Por supuesto no pretendo que ni Ud, ni cualquier otro entienda lo que acabo de escribir. Yo lo entiendo, porque es muy simple y porque aborrezco la situación en que vivimos y haría lo imposible para cambiarla, pero le aseguro que me confundo cuando quiero sacar conclusiones porque, en realidad, las únicas conclusiones posible son tan denigrantes para Ud. que no puedo creer que pueda ser así y por eso las modero, con lo cual me confundo y tal vez confunda a los demás puesto que no estoy llamando a las cosas por su nombre. Y eso es confusión.
Por eso la argentina (o sea, lo que queda de la Argentina) se pierde. La confusión es clarísima.
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