Por el Dr. Jorge B. Lobo Aragón
El verbo "discriminar"... es nuevo... La academia lo incorpora a su diccionario de 1925 como regionalismo de la Argentina y Colombia, y recién después se integra al caudal de la lengua general. En su sentido más directo significa, separar, distinguir, diferenciar una cosa de otra. Vale decir que la discriminación es la facultad de la inteligencia humana; el que piensa discrimina; discriminar es propio de inteligentes. En cambio “discrimen” es término arcaico, proviene del latín y significa riesgo, peligro inmediato. Pero pareciera que el viejo discrimen le ha pasado su sentido malo, amenazador y expuesto, a la tan límpida, necesaria y útil discriminación. De tal modo que si se habla de discriminar, muchos entienden que es un pecado espantoso, una aberración una afrenta a los derechos humanos.
Si en un grupo de alumnos fueran unos ciegos y otros sordos, seria excelente discriminarlos, enseñándoles a unos música y a otros pintura. Lo contrario, empeñarse en que todos aprendan lo mismo – o que ninguno aprenda nada – no sería nada discriminatorio pero bastante estúpido.
Se condena la enseñanza de la religión con el simplísimo argumento de ser discriminatoria. Es claro que discrimina. Eso es lo que tiene de bueno. Discrimina por que da enseñanza a quienes la aceptan y a los chicos cuyos padres la rechazan no se les enseña. La naturaleza les ha dado a los padres la función de educar a los hijos. A ellos les corresponde la educación por derecho natural. El Estado también puede entremeterse, pero solo para suplir las fallas de los padres, su falta de tiempo o de condiciones y para fijar los contenidos mínimos de ciertas profesiones. LA IGLESIA ESTÁ OBLIGADA A INTERESARSE POR QUE EL SEÑOR AL FUNDARLA LE ORDENÓ: “...id y enseñad a todas la naciones...”. De allí que en los hechos fuera la organizadora de la enseñanza pública de los niños y a su sombra en la edad media surgieran las universidades.
Lo verdaderamente aberrado es que se pretenda conocer la historia y la cultura de este mundo ignorando la religión, que la ha nutrido de principios y que – defendida o atacada – ha estado en la raíz de conflictos, debates, polémicas, redenciones.
El 4 de mayo de 1946 el Cardenal Primado de Hungría, José Mindszenty, presentó un lúcido reclamo a fin de que se enseñe religión a los chicos. Los soviéticos empeñados en que la religión se ignorase, lo rechazaron. En aquellos tiempos los niños argentinos gozaban la libertad de aprenderla en las escuelas, los que quisieran. Los otros no. Luego no se discriminaría: que no la aprenda nadie ¡y listo ¡
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