Por Emilio Nazar Kasbo
Un líder no es solamente quien sabe estimular y conducir grupos para que constituyan una unidad, para que sus esfuerzos que llegan al límite de las potencialidades les permitan alcanzar nuevas metas mediante el logro de objetivos comunes. Este liderazgo puede ser tanto civil como militar, pero se trata del aspecto material del líder, pero no agota la personalidad del líder, que incluso puede convertirse en indescriptible en ciertas oportunidades. Por eso, en este artículo abordaremos algunas facetas descriptibles, y también algunas “indescriptibles”, que dedico a los Héroes de Malvinas que nunca mueren, que por siempre serán temidos por toda alma usurpadora pirata y sus mercenarios, y también lo dedico a todos los que quieran seguir su ejemplo en las circunstancias que toque vivir, por más difíciles que sean sus circunstancias.
DE LO MILITAR A LO EMPRESARIO
Muchos libros de marketing, de gestión de empresas o de economía hablan de exigencias de un “liderazgo eficaz” en los directivos, y su modelo generalmente es el militar, ya que éste por esencia ha de tener una doble característica: obediencia y don de mando a la vez. En la Guerra de Malvinas hubo varios “líderes” que descollaron por su actuación, sorprendiendo a un enemigo mucho más numeroso y con alta tecnología a su disposición. Mohamed Alí Seineldín, Aldo Rico o Carlos Robacio han sido muestras de ello, quienes llegaron a hacer temblar a los más aguerridos militares al servicio de la Corona Británica.
El pensamiento habitual es que el líder es el más sagaz, más inteligente, maduro, cultivado, dotado de salud, descollante en todos los aspectos, hasta a veces tornarlos en modelos casi inalcanzables, en arquetipos considerados como personas que han sido o que son capaces de dar mucho más de sí, como dotados de capacidades sobrehumanas. Sus rasgos personales e intransferibles los convierten en seres que tienen un gran ascendiente sobre los demás, fundamentalmente en situaciones difíciles, motivo por el cual los subordinados y superiores depositan en ellos un grado de confianza que es acorde a tales capacidades.
La consideración habitual, también, es que el líder requiere de seguidores, lo cual puede incluso ser un error. El líder lo es independientemente de que tenga o no seguidores. En realidad, la cuestión del liderazgo se vincula con la autoridad y el origen del poder.
EL LÍDER “DE PLÁSTICO”
Hay líderes naturales y líderes “de plástico”. El líder natural logra ser seguido aun en las peores dificultades y sacrificios por personas que no esperan más recompensa que el cumplimiento de su deber. El líder “de plástico” carece de cualidades personales, y logra seguidores en base a su “compra”, y por ello no puede tener más liderazgo que el de un grupo de mercenarios que esperan más la recompensa que la obediencia a quien saben que tiene el mando sin competencia para el cargo. No sólo es “de plástico” por lo endeble, ya que si aparece otro que sea un “mejor postor” perderá a sus seguidores, sino por el modo actual en que se representa el dinero: la tarjeta de crédito, que es tan “de plástico” como quien pretenda ejercer el liderazgo del dinero.
El General del Ejército de Venezuela Martín García Villasmil, afirmó que: "el líder es aquel capaz de inspirar, motivar e impresionar a los individuos, debido a las propias características personales, a la confianza que inspira, a su manera de lograr los objetivos, a la habilidad para actuar y expresarse y a la fe que genera en los otros. Por ello, es secundado en sus disposiciones, es guiado, es imitado, el líder es un maestro que es seguido espontáneamente".
Efectivamente, el líder goza de ciertas cualidades personalísimas e intransferibles, fruto de la experiencia de su propia vida y de sus propias circunstancias. En particular, han de ser cualidades de un líder militar: la Fe Católica que da el sentido de la vida y de la muerte, el espíritu patriótico para vivir integrado a la causa nacional, la inteligencia para determinar la verdad y la justicia de la causa que defiende, la decisión como parte de la voluntad para alcanzar los objetivos, la probidad como parte de su honra personal, la humildad para reconocer los propios defectos y para no sobreestimarse, la intuición para detectar aquello que muchas veces no aparece como evidente, la valentía para alcanzar los objetivos con arrojo, la velocidad en los aspectos de toma de decisiones y de pronta actuación para alcanzar las metas propuestas, la seguridad de pensamiento para carecer de dudas en la acción, y el sentido del humor para responder cuando nada parece tener sentido.
LA SEGURIDAD DEL LÍDER
No existen líderes pusilánimes o inseguros. El líder es un hombre seguro de su origen y de su destino, de lo que se debe realizar y de lo que sus subordinados y superiores esperan de él. Es más, todo líder debe estar dispuesto incluso al martirio por su Fe y por su patriotismo en la Fe Católica, ya que quien no es capaz de morir por lo que cree, no cree en lo que predica. No hay mártires inseguros: el militar ha de saber morir por Cristo Rey y por la Patria. Todo líder ha de imitarlo si verdaderamente cree ser “líder”.
El desinterés, la competencia profesional, el “don de gentes”, la confianza basada en el conocimiento de las propias habilidades, la lealtad, la entrega, la energía y la firmeza son algunas de las características que hacen también al liderazgo.
El líder se destaca en los momentos difíciles, en las situaciones “de emergencia”. Allí el líder aporta su seguridad y coraje para afrontar todo peligro contra la integridad física o moral de una persona o de toda la comunidad a su custodia. Implica incluso el desapego de la propia vida, puesta a disposición de una causa superior. No hay peligro ni dolor físico o moral que le haga torcer el rumbo en la concepción de la Fe en la Iglesia Católica y en el cumplimiento de sus deberes patrióticos. Por ello, el líder asume la responsabilidad frente a los peligros que se presenten, y esa responsabilidad la asume tanto en la victoria como en el fracaso. Pero el líder no es un temerario, no asume riesgos innecesarios ni pone en peligro todo lo que está a su cuidado cuando sabe o presume según su prudencia que la acción irá directo a un fracaso casi seguro. La valentía no es temeridad.
El coraje no solamente se da en el aspecto físico, en el logro de metas materiales, sino también existe un coraje moral que implica la valentía en la acción al enfrentar peligros morales, y el coraje espiritual, que es la valentía para defender la Fe Católica y la propia alma intactos ante sus agresores.
CORAJE FÍSICO, MORAL Y ESPIRITUAL
Un líder militar que sólo posea aptitud física para obtener logros materiales, carecerá de coraje moral y espiritual, y por tanto de ascendiente en sus subordinados, o de confianza en tales aspectos por parte de sus superiores. No logrará ascendiente entre sus subordinados más que entre seres que hayan renunciado a rasgos de humanidad.
Llevar a sus subordinados hacia peligros físicos con una adhesión entusiasta implica infundir en ellos el temple suficiente para ser guiados por principios superiores que ha de saber explicar. Estos principios superiores son de orden espiritual en lo que hace al Catolicismo, y son de orden moral en lo que se refiere al patriotismo, palabra que utilizamos como sinónimo de nacionalismo.
El ser humano, por lógica, tiende a evitar el peligro físico. Ingresar en una guerra significa exponerse en un campo de batalla a ser herido o incluso enfrentarse a la misma muerte, para la cual se debe estar preparado debidamente en el ánimo y en las virtudes, conforme las enseñanzas de la Iglesia Católica.
El verdadero líder no es quien tiene confianza en sí mismo, sino confianza en Dios y en el Evangelio transmitido por la Tradición de la Iglesia Católica. Desde allí sabe reconocerse en sus propias capacidades, limitaciones y sabe además medir los recursos de los cuales dispone. Su humildad no le impide conocer sus potencialidades, tal como la humildad de la Virgen María no le impidió reconocer la importancia de su Misión y conocerse bendita entre todas las mujeres. Efectivamente, es esta confianza la que brinda seguridad a sí mismo y a los demás al momento de adoptar decisiones o de tender hacia los objetivos a pesar de todas las dificultades tácticas que se presenten. Su imagen aparece como sólida y confiable para los demás, para quienes lo siguen, o para quienes contemplan su acción desde fuera.
LEALTAD DEL LÍDER Y LEALTAD AL LÍDER
Existe además la lealtad militar, fruto de pertenecer a un mismo cuerpo como camaradas. Esto implica un repudio a la traición y a la indiferencia. Esta lealtad militar se observa como obediencia responsable a sus superiores, en el trato digno, noble y libre con los de su misma jerarquía, y en la firmeza con Caridad y comprensión al impartir las órdenes a sus subordinados. Esta lealtad militar se retroalimenta y hace reconocer de modo natural al líder como lo que es: el referente del alma de un conjunto de personas que se han planteado objetivos comunes.
Efectivamente, el líder despierta admiración no solamente entre los militares, sino fuera de su estructura jerárquica. La proyección del líder se ofrece a toda la sociedad, y no necesita de medios de comunicación que lo alaben o difamen, sino que su ascendiente supera incluso tales elementos. El líder es independiente de la “opinión pública” y del número de sus seguidores o de la cantidad de personas a su cuidado.
¿El líder nace o se hace? Tal pregunta muchos la formulan. El líder primero debe ser concebido y nacer, a fin de que pueda desenvolverse como persona. Cada persona crece desarrollando ciertas virtudes y condiciones, con una crianza y formación determinadas. Podrían darse casos incluso de personas que hayan sido entrenados para ser líderes, pero al momento de asumir responsabilidades no lo hagan. Por ejemplo, más allá de que se compartan o no las acciones de gobierno a las cuales no hacemos alusión, el Generalísimo Francisco Franco esperaba que su sucesor fuese el Rey de España, que asumiera la responsabilidad de los destinos de España y supiera gobernar como un Rey Católico. Sin embargo, tras la muerte de Franco, el Rey Juan Carlos entregó el país al régimen democrático que en la actualidad ha sumido a tal Nación en un estilo de vida anticatólico y antinatural desde todo punto de vista, llegando él mismo a aprobar leyes antinaturales. Como se percibe: el liderazgo se puede elaborar intelectualmente, pero tiene una faz práctica personal, y quien busca evitar los problemas de asumir la responsabilidad ocasionará problemas un mayores.
El líder tiene ciertas dotes naturales, pero a la vez tiene ciertas dotes adquiridas, a las cuales sabe justipreciar. Un líder deportivo reduce su liderazgo a ese deporte, pero desde sus propias habilidades entrenadas logra una sinergía en el equipo haciendo que rinda en todos los aspectos de sus potencialidades.
EL LÍDER DEPORTIVO
El liderazgo deportivo implica la atención y obediencia a las instrucciones del Director Técnico, el trato de camaradería con el resto de los jugadores mientras rinde al máximo él mismo desde su puesto haciendo rendir a los demás en la misma proporción, y acaba teniendo un carisma para con la hinchada y su público, llegando a trascender no solamente entre los fanáticos de su propio equipo sino entre los integrantes de equipos ajenos. Su fama se expande, y en los encuentros deportivos los equipos contrarios saben a quién deberán marcar con especial atención, e incluso reforzar la marcación, para evitar sus desbordes y que logre marcar los tantos. Los equipos contrarios deben destinar incluso varios jugadores a tal marcación, abriendo flancos a su contrincante. Así es el ascendiente del líder deportivo.
Durante el Mundial 2010 que se desarrolló en Sudáfrica, Diego Armando Maradona fue designado Director Técnico del equipo argentino. El había sido en tu tiempo un líder en el fútbol, pero no fue ni es un modelo como persona a seguir, ya que sumió su vida en la infelicidad que provocan las adicciones, arruinando no sólo su vida sino también la vida de su familia. Fue bueno jugando al fútbol, arruinó su carrera futbolística por las adicciones… y luego lo pusieron a dirigir el equipo de Argentina. Como director técnico fue un fracaso total, y Argentina quedó en el camino. Maradona, como Director Técnico, carecía de estrategia, y se limitaba a entusiasmar el ánimo de los jugadores diciéndoles “ahora vayan y metan goles”. Pretendió que el entusiasmo que lo movía personalmente, que lo hizo descollar de pequeño y que luego durante los gobiernos militares de Argentina lo llevaron al encumbramiento de la fama, desde el Mundial Sub-20 de 1979, era suficiente para que los jugadores vencieran. Como planificador y estratega de los partidos, fue un táctico reducido al voluntarismo de la acción en el momento, como si un partido se redujera a sortear obstáculos para llegar al arco contrario y meter goles con gran facilidad.
La escisión del liderazgo de Maradona como jugador, del Maradona como ejemplo y modelo de vida a seguir, lo descalifica como arquetipo en los aspectos moral y espiritual. La mística del líder es confundida con el voluntarismo, ya que sólo se reduce al aspecto material o al aspecto de la fuerza. Visto así, no se trata más que de un grotesco del liderazgo.
Hay personas que pueden ser buenos “comandos”, pero llevados a cargos estratégicos o de planificación pretenden llevar esa visión “cortoplacista” e inmediata a fines que son de mediano y largo plazo.
Existen incluso instituciones donde se pretende formar líderes. Pero muchas veces los líderes no son los que obtienen un certificado, un mero cartón que les reconoce que han aprobado tales cursos, sino que precisamente es en su personalidad independiente de tal formación, y hasta logra superarla en la faz práctica. No existe un “manual” para el ejercicio del liderazgo.
LA FUERZA DEL LÍDER
Un líder se reconoce a sí mismo como una persona común y corriente. Fuera del campo de batalla, del campo de juego o del sitio en que le toca desenvolverse, él es consciente de que otras personas podrían realizar sus mismas actividades si se lo propusieran. Sin embargo, los demás no lo ven así.
En una oportunidad, Carlos Robacio, el contralmirante fallecido que tuviera participación en la Guerra de Malvinas, ofreció una conferencia precisamente sobre el liderazgo militar en la Escuela de Guerra en la que estuve presente. La situación del conflicto bélico ya no estaba presente, y por tanto viviendo en tiempos de paz sus dotes de mando y liderazgo sobre los subordinados ya no se ejercían en la misma medida, puesto que la situación de tensión había cesado. Sin embargo, él se reconocía justamente como un soldado más que cumplía con su deber. Mohamed Alí Seineldín, otro de los fallecidos héroes de Malvinas, a quien también tuve oportunidad de conocer y escuchar, también repetía los mismos conceptos. Lo que para otros sería “todo un mundo”, para ellos era un simple episodio.
El liderazgo es la base sobre la cual se forjan los sabios, los héroes y los santos. Si el líder alcanza semejante Sabiduría, semejante capacidad de donación incluso de la propia vida por causas nobles y justas, y semejante nivel de virtudes espirituales conforme lo enseña la Iglesia Católica, no habrá más que admiración de quienes sepan reconocer tales condiciones, independientemente del número de quienes las reconozcan. Y resulta evidente que ningún santo en los términos que estamos expresando, atentará contra la Sabiduría o contra el heroísmo.
El líder más fuerte es quien está absolutamente convencido y no tiene duda alguna de la Verdad que es transmitida por Tradición por la Iglesia Católica, con una Fe que es “a prueba de balas”, pero que además tiene el arraigo y sabe defender el patriotismo (nacionalismo) guardando el honor personal y defendiendo el honor ajeno, es hombre prudente y justo, y no solamente es íntegro sino que es coherente en lo que cree, lo que piensa, lo que dice y lo que realiza. Todo ello en su conjunto hace a su carácter, a su propia seguridad que transmite en el trato con los demás.
LA MÍSTICA DEL LÍDER
Y abordamos así la cuestión espiritual. El líder en su nivel más elevado, en el que referimos de la santidad por coherencia de vida con la Tradición de la Iglesia Católica, alcanza un nivel místico.
Muchas veces se habla del misticismo del líder, pero se lo confunde con elementos ajenos a la Tradición Católica. El misticismo del cual hablan muchos manuales o cursos de liderazgo, no hace más referencia a una especie de “energía” o de “convencimiento psicológico” de un grupo de personas para alcanzar una meta común, que por lo general es material, pero que incluso puede ser de orden moral, tal como la defensa de la Patria.
La confianza del líder en sí mismo y en sus posibilidades materiales, es mero voluntarismo dañoso, que puede atentar incluso contra las mismas realidades que toca afrontar, no reconociéndolas como tales. El verdadero líder, como hemos expresado, debe tener un don de Sabiduría, y ésta se basa en el Temor de Dios, que es su principio y sin el cual la Sabiduría no se alcanza.
MÍSTICA CATÓLICA
La confianza del líder ha de estar puesta en Dios, conforme lo enseña la Tradición de la Iglesia Católica. Hacia allí se dirigen sus acciones, incluso en la defensa de la Patria. Dios mismo es su límite, a cuya luz busca Justicia y no venganza, absteniéndose de cometer abusos en el ejercicio del mando. La fuerza del líder es la Fuerza de Dios que le ha concedido de modo directo autoridad para disponer de ella conforme a Su Providencia. Es la Parábola de los Talentos, de quien rinde al máximo el máximo de sus talentos y los multiplica ofreciéndolos a Dios, en quien tienen sentido absoluto.
Un líder militar con confianza en sí mismo, en un conflicto cometerá crímenes de guerra, cometerá actos de venganza, se enceguecerá en la acción y buscará aplastar y exterminar a sus enemigos violando incluso sus derechos. El hundimiento del ARA General Belgrano durante la Guerra de Malvinas es una muestra de ello. En cambio un líder militar con la Mística Católica, sólo realizará actos que impliquen daño al enemigo en tanto deba defender a la Patria y en caso de defensa propia, no cometerá abusos de poder ni de autoridad, buscará reducir al enemigo tratándolo con justicia pero jamás con venganza, y todo ello porque sabe que sus actos serán juzgados por un Tribunal que no es humano: serán juzgados por Cristo mismo y el destino de su alma dependerá de la justicia de sus acciones.
Esta mística es la mística católica: la del militar como Caballero Católico que defiende de modo justo y noble causas justas y nobles. Y no hay causa más justa y noble que la de Dios. ¿A qué se debe esto? A que sólo ha de reconocerse un solo liderazgo en el sentido íntegro de la palabra, a quien se debe seguir en todas sus enseñanzas y en toda su vida: Cristo Rey. La mística del verdadero líder no es la de su propio voluntarismo, sino la de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz, ya que sus acciones son realizadas por Dios y por la Patria: por Cristo, con Él y en Él.
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