sábado, 19 de noviembre de 2011

EN RECUERDO DE LA VUELTA DE OBLIGADO




Por Silvio H. Coppola



            En  la ciudad de La Plata, hay una plaza en el cruce de las avenidas 13 y 60, que según hace saber un cartel en ella colocado, recibe el nombre de Máximo Paz. Político que fuera gobernador de la provincia de Buenos Aires en el período 1887-1890. O sea de pertenencia a la llamada generación del 80. Según su contemporáneo Carlos D’Amico en su libro “Buenos Aires, sus hombres, su política”, fue uno de los principales responsables de la venta de tierras de la Provincia y de la enajenación del Ferrocarril del Oeste a favor de capitales ingleses.
Sin embargo no es motivo de cuestionarlo en esta breve nota, pero el caso es que nadie en la zona sabe quién era este señor y qué hacía para que su nombre designara a la plaza del barrio. No obstante cuando hace unos años el Concejo Deliberante de la ciudad, resolvió como justo homenaje a Juan Manuel de Rosas, cambiar el nombre de la plaza por el del Restaurador, que sí sabían todos o casi todos su participación en le formación de la Patria, un grupo de vecinos del barrio, se alarmó por tamaño agravio a la persona de Paz y por designar con el nombre del Ilustre Restaurador al sitio en cuestión. El caso es que con o sin disposición legal, la plaza volvió de hecho a su antigua denominación, que por lo visto, nadie se preocupó en cambiar, por desidia, por interés, por cobardía intelectual o incluso por convicción.
Así estamos ahora, viendo sin embargo que no obstante esta pequeña miserabilidad, vamos progresando en busca de verdades históricas y valorando hechos por demás importantes, en su justa dimensión, separando así los puramente banales. Así como es imposible imaginarse la batalla de Maipú o el cruce de los Andes, sin el general San Martín; o Tucumán y Salta sin Belgrano; o el éxodo oriental sin Artigas, llegará a ser imposible imaginar el Combate de la Vuelta de Obligado sin Rosas, hecho que precisamente fue recordado hoy en actos oficiales. Que a todos los que sentimos el clamor de la Patria, nos llena de satisfacción. Y al César lo que es del César: es del caso citar el ¡¡Viva Rosas!! ¡¡Viva Mansilla!! y ¡¡Viva la Patria!! de la señora presidente.  Nunca pensé que tales vivas serían dichas de corrido y en público por un primer magistrado. La Justicia póstuma es de agradecer por todos nosotros. 



            Y una acotación sobre los hechos históricos. La navegación de los ríos interiores de un país, es soberana del estado ribereño, y sometida a las reglamentaciones que el mismo dicte. Tal principio era plenamente vigente en el siglo XIX y lo sigue siendo aún. Por defenderlo, en relación a los ríos Paraná y Uruguay, el 20 de Noviembre de 1845, fuerzas de la Confederación Argentina, al mando del general Lucio Mansilla y según lo ordenara Juan Manuel de Rosas, como Gobernador de la provincia de Buenos Aires y Encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación, vallaron el Paraná a la altura de la Vuelta de Obligado (proximidades de San Pedro), enfrentándose con las fuerzas navales conjuntas de la Gran Bretaña y de Francia, envueltas en actos de fuerza y piratería contra las naciones más débiles.
Si bien la defensa fue derrotada por la superioridad de los armamentos, la feroz resistencia patriota, disuadió a los invasores de volver a intentar el paso del río. Lo que quedó reconocido formalmente al poco tiempo merced a los tratados firmados con Gran Bretaña y Francia. Así se estableció (Tratado Southern-Arana del 24 de noviembre de 1849) que la navegación del río Paraná “...era interior de la Confederación Argentina sujeta solamente a sus leyes y reglamentos, lo mismo que la del Uruguay en común con la República Oriental” y (Tratado Arana-Lepredour mayo de 1850) donde se especifica que la navegación del río Paraná era interior argentina “...sujeta a sus leyes y reglamentos, lo mismo que la del Uruguay en común con el Estado Oriental”.



            Todo esto que había sido logrado con el derrame de sangre argentina, por una ironía de la política, años después y según lo estableció la Constitución Nacional de 1853, fue dejado de lado, estableciéndose que la navegación de los ríos interiores de la República, era “...libre para todas las banderas” (situación que se mantiene vigente y que sólo fue rozada por la reforma de 1949). Puede decirse que esta libertad, tenía destinatarios ciertos en Gran Bretaña y en Francia e incluso en el Brasil, lo que al poco tiempo trajo la enorme calamidad de la Guerra del Paraguay.
Al respecto se interrogaba Arturo Jauretche ¿si la navegación, que era exclusivamente nuestra pasó entonces a ser libre, qué ganamos con el cambio? Indudablemente fue una claudicación a cambio de nada, una capitis diminutio para los derechos soberanos de nuestro país, acabándose así con la navegación propia de cabotaje y la construcción ribereña de embarcaciones, amén de la sensación de postración de un  sentir nacional.



            Dado que la historia oficial liberal anatematizó la figura de Rosas y a todo lo relacionado con su gobierno, sus logros y sus políticas fueron denostadas y olvidadas, como se ignoró y abandonó el recuerdo del Combate de la Vuelta de Obligado. No obstante eso, en 1955, había un monolito y unas cadenas simbólicas en el lugar. Las que fueron destruidas en ese año por los libertadores en el gobierno,  época de la inventada y falaz Línea Mayo-Caseros. Fueron los últimos estertores de la historia oficial de la época.
Es propio de la naturaleza humana, pensar que todo tiempo pasado fue mejor, pero en algo se puede afirmar que hemos progresado. Es el recuerdo y homenaje a la sangre argentina vertida en la Vuelta de Obligado.

LA PLATA, noviembre 18 de 2011

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