Por Silvio H. Coppola
En
la ciudad de La Plata, hay una plaza en el cruce de las avenidas 13 y
60, que según hace saber un cartel en ella colocado, recibe el nombre de Máximo Paz. Político que fuera
gobernador de la provincia de Buenos Aires en el período 1887-1890. O sea de
pertenencia a la llamada generación del 80. Según su contemporáneo Carlos D’Amico en su libro “Buenos
Aires, sus hombres, su política”, fue uno de los principales responsables de la
venta de tierras de la Provincia y de la enajenación del Ferrocarril del Oeste
a favor de capitales ingleses.
Sin embargo no es motivo de
cuestionarlo en esta breve nota, pero el caso es que nadie en la zona sabe
quién era este señor y qué hacía para que su nombre designara a la plaza del
barrio. No obstante cuando hace unos años el Concejo Deliberante de la ciudad,
resolvió como justo homenaje a Juan
Manuel de Rosas, cambiar el nombre de la plaza por el del Restaurador, que
sí sabían todos o casi todos su participación en le formación de la Patria, un
grupo de vecinos del barrio, se alarmó por tamaño agravio a la persona de Paz y por designar con el nombre del
Ilustre Restaurador al sitio en cuestión. El caso es que con o sin disposición
legal, la plaza volvió de hecho a su antigua denominación, que por lo visto,
nadie se preocupó en cambiar, por desidia, por interés, por cobardía
intelectual o incluso por convicción.
Así estamos ahora, viendo sin
embargo que no obstante esta pequeña miserabilidad, vamos progresando en busca
de verdades históricas y valorando hechos por demás importantes, en su justa
dimensión, separando así los puramente banales. Así como es imposible
imaginarse la batalla de Maipú o el cruce de los Andes, sin el general San Martín; o Tucumán y Salta sin Belgrano; o el éxodo oriental sin Artigas, llegará a ser imposible
imaginar el Combate de la Vuelta de Obligado sin Rosas, hecho que precisamente fue recordado hoy en actos oficiales.
Que a todos los que sentimos el clamor de la Patria, nos llena de satisfacción.
Y al César lo que es del César: es del caso citar el ¡¡Viva Rosas!! ¡¡Viva Mansilla!! y ¡¡Viva la Patria!! de la señora presidente. Nunca pensé que tales vivas serían dichas de
corrido y en público por un primer magistrado. La Justicia póstuma es de
agradecer por todos nosotros.
Y una acotación sobre los hechos
históricos. La navegación de los ríos interiores de un país, es soberana del
estado ribereño, y sometida a las reglamentaciones que el mismo dicte. Tal
principio era plenamente vigente en el siglo XIX y lo sigue siendo aún. Por
defenderlo, en relación a los ríos Paraná y Uruguay, el 20 de Noviembre de
1845, fuerzas de la Confederación Argentina, al mando del general Lucio Mansilla y según lo ordenara Juan Manuel de Rosas, como Gobernador
de la provincia de Buenos Aires y Encargado de las Relaciones Exteriores de la
Confederación, vallaron el Paraná a la altura de la Vuelta de Obligado
(proximidades de San Pedro), enfrentándose con las fuerzas navales conjuntas de
la Gran Bretaña y de Francia, envueltas en actos de fuerza y piratería contra
las naciones más débiles.
Si bien la defensa fue derrotada
por la superioridad de los armamentos, la feroz resistencia patriota, disuadió
a los invasores de volver a intentar el paso del río. Lo que quedó reconocido
formalmente al poco tiempo merced a los tratados firmados con Gran Bretaña y
Francia. Así se estableció (Tratado Southern-Arana del 24 de noviembre de 1849)
que la navegación del río Paraná “...era interior de la Confederación Argentina
sujeta solamente a sus leyes y reglamentos, lo mismo que la del Uruguay en
común con la República Oriental” y (Tratado Arana-Lepredour mayo de 1850) donde
se especifica que la navegación del río Paraná era interior argentina “...sujeta
a sus leyes y reglamentos, lo mismo que la del Uruguay en común con el Estado
Oriental”.
Todo esto que había sido logrado
con el derrame de sangre argentina, por una ironía de la política, años después
y según lo estableció la Constitución Nacional de 1853, fue dejado de lado,
estableciéndose que la navegación de los ríos interiores de la República, era
“...libre para todas las banderas” (situación que se mantiene vigente y que
sólo fue rozada por la reforma de 1949). Puede decirse que esta libertad, tenía
destinatarios ciertos en Gran Bretaña y en Francia e incluso en el Brasil, lo
que al poco tiempo trajo la enorme calamidad de la Guerra del Paraguay.
Al respecto se interrogaba Arturo Jauretche ¿si la navegación, que
era exclusivamente nuestra pasó entonces a ser libre, qué ganamos con el
cambio? Indudablemente fue una claudicación a cambio de nada, una capitis
diminutio para los derechos soberanos de nuestro país, acabándose así con la
navegación propia de cabotaje y la construcción ribereña de embarcaciones, amén
de la sensación de postración de un
sentir nacional.
Dado que la historia oficial
liberal anatematizó la figura de Rosas
y a todo lo relacionado con su gobierno, sus logros y sus políticas fueron
denostadas y olvidadas, como se ignoró y abandonó el recuerdo del Combate de la
Vuelta de Obligado. No obstante eso, en 1955, había un monolito y unas cadenas
simbólicas en el lugar. Las que fueron destruidas en ese año por los
libertadores en el gobierno, época de la
inventada y falaz Línea Mayo-Caseros. Fueron los últimos estertores de la
historia oficial de la época.
Es propio de la naturaleza
humana, pensar que todo tiempo pasado fue mejor, pero en algo se puede afirmar
que hemos progresado. Es el recuerdo y homenaje a la sangre argentina vertida
en la Vuelta de Obligado.
LA PLATA, noviembre 18 de 2011
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