Entrevista con Mons. Bernard Fellay, Superior general de la Fraternidad San Pío X.
¿Por
qué está rodeado con tanto secreto el Preámbulo doctrinal que le
entregó el cardenal Levada el pasado 14 de septiembre, ya sea por parte
de la Congregación de la fe como por parte de la Fraternidad San Pío X?
¿Qué oculta este silencio a los sacerdotes y los fieles de la Tradición?
Esta
discreción es normal para cualquier trámite importante, pues garantiza
su seriedad. Resulta que el Preámbulo doctrinal que se nos entregó es un
documento que, como indica la nota que lo acompaña, puede recibir
aclaraciones y modificaciones. No es un texto definitivo. Dentro de poco
vamos a entregar una respuesta a este documento, indicando con
franqueza las posturas doctrinales que nos parece indispensable
mantener. Nuestra preocupación constante desde el principio de nuestras
conversaciones con la Santa Sede –y nuestros interlocutores lo saben
bien– ha sido la de presentar con toda lealtad la postura tradicional.
Por
parte de Roma, también se impone la discreción, pues es probable que
este texto –incluso en su estado actual, que requiere muchas
aclaraciones– provoque la oposición de los progresistas, que no admiten
ni siquiera la idea de una discusión sobre el Concilio, porque
consideran que dicho concilio pastoral es indiscutible o «no
negociable», como si se tratara de un concilio dogmático.
A
pesar de todas estas precauciones, las conclusiones de la reunión de
los superiores de la Fraternidad San Pío X en Albano el día 7 de octubre
se han divulgado en Internet, a través de fuentes diversas pero
concordantes entre sí.
¡No
faltan las indiscreciones en Internet! Es verdad que no podemos avalar
este Preámbulo doctrinal, aunque se prevea un margen para una «legítima
discusión» sobre ciertos puntos del Concilio. ¿Cuál es la extensión de
ese margen? La propuesta que voy a hacer en estos días a las autoridades
romanas y su respuesta nos permitirán evaluar las posibilidades que nos
dejan. Y sea cual sea el resultado de estas conversaciones, el
documento final que se haya aceptado o rechazado se dará a conocer
públicamente.
Resaltar mejor las dificultades y las soluciones.
Como este documento, según usted, es poco claro, ¿no sería más sencillo señalar a sus autores que queda desestimada su demanda?
Tal
vez sería lo más sencillo, pero no lo más honrado. Como la nota que lo
acompaña prevé la posibilidad de hacer aclaraciones, me parece necesario
pedirlas en lugar de rechazarlas a priori, lo cual no constituye prejuicio alguno sobre la respuesta que vamos a dar.
Como
el debate entre Roma y nosotros es esencialmente doctrinal y versa
principalmente sobre el Concilio, y como no concierne únicamente a la
Fraternidad San Pío X sino también a toda la Iglesia, las precisiones
que logremos o no, tendrán el mérito no desdeñable de resaltar mejor
dónde están las dificultades y dónde están las soluciones. Éste es desde
luego el espíritu que ha guiado constantemente nuestras conversaciones
teológicas en estos dos últimos años.
Este
documento sirve de preámbulo a un estatuto canónico; por lo tanto, ¿no
significa renunciar implícitamente a la hoja de ruta que había trazado
usted y que preveía primeramente una solución doctrinal antes de
cualquier acuerdo práctico?
Se trata precisamente de un preámbulo
doctrinal, cuya aceptación o rechazo será la condición para obtener o
no un estatuto canónico. De ninguna manera estamos relegando la
doctrina. Y antes de comprometernos con un eventual estatuto canónico,
estudiamos de modo preciso este preámbulo con el criterio de la
Tradición, a la que estamos fielmente vinculados, pues no olvidamos que
son precisamente divergencias doctrinales las que constituyen el origen
de la divergencia entre Roma y nosotros desde hace 40 años. Dejarlas de
lado para lograr un estatuto canónico nos expondría a ver resurgir
inevitablemente esas mismas divergencias, haciendo que el estatuto
canónico se vuelva, más que precario, sencillamente invivible.
Por
lo tanto, en el fondo, ¿no ha cambiado nada después de estos dos años
de conversaciones teológicas entre Roma y la Fraternidad San Pío X?
Estas
conversaciones han permitido a nuestros teólogos exponer sin rodeos los
puntos principales del Concilio que plantean dificultad a la luz de la
Tradición de la Iglesia. Paralelamente, y tal vez gracias a estas
conversaciones teológicas, durante estos dos últimos años, se han dejado
escuchar otras voces además de las nuestras, formulando críticas que se
unen a las nuestras sobre el Concilio. Por ejemplo, Mons. Brunero
Gherardini, en su libro Vaticano II, una explicación pendiente,
ha insistido sobre los diferentes grados de autoridad de los documentos
conciliares y sobre el «contra espíritu» que se deslizó en el concilio
Vaticano II desde su comienzo. Igualmente, Mons. Athanasius Schneider,
durante un congreso en Roma a finales de 2010, tuvo el valor de pedir un
Syllabus que condene los errores de interpretación del Concilio. En el
mismo espíritu, el historiador Roberto de Mattei, en su libro Vaticano II, una historia jamás escrita,
ha mostrado bien las influencias contrarias que se ejercieron sobre el
Concilio. Habría que citar también la Súplica dirigida a Benedicto XVI
por los intelectuales católicos italianos que reclaman un examen
profundo del Concilio.
Todas estas
iniciativas e intervenciones manifiestan claramente que la Fraternidad
San Pío X ya no es la única que ve los problemas doctrinales que plantea
Vaticano II. Este movimiento se va extendiendo y ya no se va a detener.
Sí, pero estos estudios universitarios y sabios análisis no dan ninguna solución concreta a los problemas que plantea en concreto este concilio.
Estos
trabajos manifiestan las dificultades doctrinales que plantea Vaticano
II y, consiguientemente, muestran por qué la adhesión al Concilio es
problemática. Esto constituye un primer paso esencial.
En
la propia Roma, las interpretaciones evolutivas que se dan sobre la
libertad religiosa, las modificaciones realizadas sobre este particular
en el Catecismo de la Iglesia Católica y en su Compendio, las
correcciones que actualmente se están estudiando para el Código de
derecho canónico… todo lo cual manifiesta la dificultad que resulta de
atenerse a toda costa a los textos conciliares y, desde nuestro punto de
vista, muestra claramente la imposibilidad de adherir de modo estable a
una doctrina en movimiento.
¿Ya no basta el Credo para ser reconocido como católico?
Según usted, ¿qué es hoy estable doctrinalmente?
La única doctrina ne varietur
es, evidentemente, el Credo, o sea, la profesión de fe católica. El
Concilio Vaticano II quiso ser pastoral; no definieron ningún dogma. No
añadió a los artículos de fe: «Creo en la libertad religiosa, en el
ecumenismo, en la colegialidad…» ¿Ya no bastaría hoy el Credo para ser
reconocido como católico? ¿Ya no expresa toda la fe católica? ¿Se exige
ahora a los que abandonan sus errores y vuelven al seno de la Iglesia
que profesen su fe en la libertad religiosa, en el ecumenismo o en la
colegialidad? Para nosotros, hijos espirituales de Mons. Lefebvre –que
siempre se negó a hacer una Iglesia paralela y que quiso siempre
permanecer fiel a la Roma eterna–, no hay dificultad alguna en adherir
plenamente a todos los artículos del Credo.
En este contexto, ¿podría haber alguna solución a la crisis en la Iglesia?
A
menos de un milagro, no puede haber ninguna solución instantánea.
Pretender que Dios dé la victoria sin pedir a los hombres de armas que
luchen –repitiendo la expresión de Santa Juana de Arco–, es una forma de
deserción. Querer el fin de la crisis sin sentirse uno mismo concernido
o implicado, es no amar realmente a la Iglesia. La Providencia no nos
dispensa de cumplir con nuestro deber de estado en donde nos ha puesto,
ni de asumir nuestras responsabilidades y responder a las gracias que
nos concede.
La situación actual de la
Iglesia en nuestros países otrora cristianos, es la caída dramática de
las vocaciones: cuatro ordenaciones en París en 2011, una sola en la
diócesis de Roma para 2011-2012; se trata de una escasez alarmante de
los sacerdotes: por ejemplo, un párroco de la región de Aude, que tiene
que ocuparse de 80 campanarios; son diócesis exangües, a tal punto que
en un futuro próximo habrá que reagruparlas en Francia, lo mismo que ya
se han reagrupado las parroquias… En pocas palabras, la jerarquía
eclesiástica encabeza estructuras que hoy están sobredimensionadas para
unos efectivos que están bajando constantemente, lo cual resulta
propiamente incontrolable, y no tan sólo desde el punto de vista
económico… Para dar una imagen, sería necesario asegurar el
mantenimiento de un convento diseñado para 300 religiosas, mientras que
en la actualidad ya no son más que 3. ¿Podrá esta situación durar 10
años más?
Algunos obispos y sacerdotes
jóvenes que heredan esta situación se van dando cuenta cada vez más de
la esterilidad de los 50 años de apertura al mundo moderno. Y no echan
la culpa de ello únicamente a la laicización de la sociedad, sino que se
preguntan sobre las responsabilidades del Concilio, que abrió la
Iglesia a este mundo en plena secularización. Se preguntan si la Iglesia
podía adaptarse a tal punto a la modernidad sin adoptar su espíritu.
Tales
obispos y sacerdotes se plantean esas preguntas, y algunos nos las
plantean a nosotros… discretamente, como Nicodemo. Nosotros respondemos
que, ante tal penuria, hay que preguntarse si la Tradición es una simple
opción o una solución necesaria. Responder que es una opción, es
minimizar o incluso negar la crisis de la Iglesia, y pretender
contentarse con medidas que ya han hecho prueba de su ineficacia.
La oposición de los obispos.
Pero
incluso si la Fraternidad San Pío X lograra de Roma un estatuto
canónico, no podría, a pesar de todo, ofrecer ninguna solución sobre el
terreno, pues los obispos se opondrían a ella, lo mismo que han hecho
con el Motu Proprio sobre la misa tradicional.
Esta
oposición de los obispos a Roma se ha expresado de modo sordo pero
eficaz con respecto al Motu Proprio sobre la misa tridentina, y por
parte de algunos obispos sigue manifestándose obstinadamente con
respecto al pro multis del canon de la misa, que Benedicto XVI,
en conformidad con la doctrina católica, quiere que se traduzca «por
muchos» y no «por todos», como figura en la mayor parte de las liturgias
en lengua vernácula. En efecto, algunas conferencias episcopales
persisten en mantener esta traducción errónea, como acaba de pasar en
Italia.
De este modo, el propio Papa está
experimentando la disidencia de varias conferencias episcopales sobre
este tema entre otros muchos, cosa que puede permitirle entender
fácilmente la feroz oposición que habrá indudablemente contra la
Fraternidad San Pío X por parte de los obispos en sus diócesis. Se dice
que Benedicto XVI desea personalmente una solución canónica; pues tendrá
que querer igualmente adoptar los medios que la hagan realmente eficaz.
La nueva cruzada del Rosario, ¿la ha lanzado usted debido a la gravedad de la crisis actual?
Al
pedir estas oraciones, he querido sobre todo que los sacerdotes y
fieles estén más íntimamente unidos con Nuestro Señor y su Santa Madre,
mediante el rezo diario y la meditación profunda de los misterios del
Rosario. No estamos en una situación ordinaria que nos permitiría
contentarnos con una mediocridad rutinaria. La comprensión de la crisis
actual no descansa en rumores propagados por el Internet, así como las
soluciones no competen a la astucia política o a la negociación
diplomática. Hay que tener una mirada de fe sobre la crisis. Tan sólo
frecuentando asiduamente a Nuestro Señor y a Nuestra Señora podrán los
sacerdotes y fieles vinculados con la Tradición guardar esta unidad de
enfoque que nos da la fe sobrenatural. Así es como formaremos un bloque
en este periodo de gran confusión.
Orando por
la Iglesia, por la consagración de Rusia –como pidió la Santísima
Virgen en Fátima– y por el triunfo de su Corazón Inmaculado, nos
elevamos por encima de nuestras aspiraciones demasiado humanas y
superamos nuestros temores demasiado naturales. Situados a esa altura,
podremos servir realmente a la Iglesia, cumpliendo el deber que se nos
ha confiado a cada uno de nosotros.
Menzingen, 28 de noviembre de 2011
Fuente: Dici / Stat Veritas
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