Una comisión vaticana se constituirá para
vigilar la construcción de las nuevas iglesias. También se ocupará de la música
y del canto para la liturgia
En las próximas semanas, será
creada, dentro de la Congregación del Culto Divino, una «Comisión de arte y
música sacra para la liturgia». Un equipo para decir «alto» a las
iglesias-garage, a las arquitecturas atrevidas que llegan a desnaturalizar
muchos modernos espacios de culto católicos. Y para promover un canto que ayude
verdaderamente a la celebración de la misa. Según indica Andrea Tornielli en
Vatican Insider, la Congregación para el culto pretende promover un trabajo de
formación en el «ars celebrandi» desde abajo, que involucre a sacerdotes,
religiosos y catequistas.
(Vatican Insider/InfoCatólica) No
se trata de una simple oficina, sino de un verdadero equipo, que tendrá la
tarea de colaborar con las comisiones encargadas de valorar los proyectos de
las nuevas iglesias en las diócesis, así como de profundizar sobre el tema de
la música y el canto que acompañan la celebración.
El cardenal Antonio Cañizares
Llovera, Prefecto de Culto Divino, de acuerdo con Benedicto XVI, considera este
trabajo como «muy urgente». La realidad es evidente: en los últimos años, las
iglesias han sido sustituidas por construcciones que parecen más salones
multiuso que iglesias. Y muy a menudo, los arquitectos, incluso los más
famosos, no parten de lo que es la liturgia católica para llevar a cabo sus
proyectos y terminan haciendo construcciones de vanguardia que se parecen a
todo menos a una iglesia.
Cubos de cemento, cajas de
vidrio, formas azarosas, espacios confusos en los que, una vez dentro, se
percibe todo menos el sentido de lo sacro y del misterio, en donde el Sagrario
está medio escondido y a veces hay que buscarlo como si fuera un tesoro, o en
donde las imágenes sagradas casi no tienen lugar. La nueva comisión, cuyo
reglamento será redactado en estos días, dará indicaciones precisas a las
diócesis, ocupándose solo del arte para la liturgia, no del arte sacro en
general, así como de la música y del canto para la liturgia. Contará con los
poderes jurídicos de la Congregación para el Culto Divino.
Como es sabido, el pasado 27 de
septiembre, Benedicto XVI, con el motu proprio «Quaerit semper», transfirió a
la Rota Romana, el tribunal de la Santa Sede, la competencia sobre dos materias
de las que hasta entonces se ocupaba la Congregación para el Cculto. La primera
de ellas tiene que ver con la nulidad de la ordenación sacerdotal que, como
sucede para el matrimonio, por causa de vicios de materia o de forma, de
consenso o de intención, tanto por parte del obispo que ordena como del clérigo
que es ordenado. La segunda materia es la dispensa en los casos de matrimonios
contraídos pero no consumados. Tareas que ocupaban bastante al dicasterio de
Cañizares.
En el motu proprio, el Papa
explicaba que: «En las circunstancias actuales, ha parecido conveniente que la
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos se dedique
principalmente a dar nuevo impulso a la promoción de la Sagrada Liturgia en la
Iglesia, según la renovación querida por el Concilio Vaticano II a partir de la
Constitución Sacrosanctum Concilium».
Reforma de la reforma
El dicasterio debe, pues,
dedicarse «a dar nuevo impulso a la promoción de la Sagrada Liturgia en la
Iglesia», sobre todo con el ejemplo. Desde este punto de vista, con respecto a
los proyectos iniciales, parece irse alejando cada vez más la idea de una
«reforma de la reforma» litúrgica (expresión que usó el mismo Ratzinger cuando
era cardenal), y prevalece, en cambio, un proyecto de amplias dimensiones que,
sin proponer la introducción de modificar en la misa, se ocupe de favorecer el
«ars celebrandi» y la fidelidad a los dictámenes y a las instituciones del
nuevo misal.
Vale la pena, de hecho, recordar
que los abusos litúrgicos, que se han verificado en las últimas décadas y que,
en cierto sentido, se han convertido en una práctica común, se llevan a cabo en
disonancia con las normas establecidas por la reforma litúrgica de Pablo VI.
Así, no es la reforma lo que hay que retocar, sino que hay que profundizar y en
algunos casos recuperar el significado de la liturgia bien celebrada. Por ello,
la Congregación para el culto pretende promover un trabajo de formación desde
abajo, que involucre a los sacerdotes, religiosos y catequistas. Siguiendo el
ejemplo y el magisterio de Benedicto XVI, tendría que favorecer la recuperación
del sentido de lo sagrado y del misterio en la liturgia.
Algunos textos litúrgicos hay que
revisarlos, porque están viejos, como el caso del ritual de la penitencia
publicado en 1974: durante los años que siguieron llegaron una instrucción
apostólica, un motu proprio, el nuevo Código de Derecho Canónico y el nuevo
Catecismo. Una actualización, en este y en otros casos, habrá que llevarla a
cabo.
La idea en la que estaba
trabajando el cardenal Cañizares es la de reafirmar el primado de la gracia
sobre la acción humana, de la necesidad de hacerle espacio a la acción de Dios
en la liturgia con respecto al que se le da a la creatividad del hombre. Las
ocasiones para reflexionar sobre estos temas serán muchas. El año próximo,
2012, se cumplen los 50 años del Concilio Vaticano II y el sucesivo se
celebrarán los 50 años del primer texto conciliar aprobado: la constitución de
la liturgia, Sacrosanctum Concilium.
NOTA DE DIARIO PREGÓN DE LA PLATA: Un ejemplo, es la Catedral Armenia Católica de Buenos Aires, cuya arquitectura actual no corresponde a la construcción tradicional de iglesias armenias (tal construcción tiene normativas y disposiciones que son comunes tanto para la Iglesia Armenia Católica como para la Iglesia Apostólica Armenia).
Cuando se realizan tales construcciones (incluyendo reformas litúrgicas que no responden a la Tradición común), se produce un atentado incluso contra el diálogo ecuménico, ya que la "innovación" y la "novedad" separa de la Historia en todo lo que existe de común y bueno entre ambas.
Lo mismo sucede con la Comunión en la mano, que no es aceptada por los ortodoxos y las Liturgias de Rito Oriental, siendo también su efecto una dificultad "novedosa" o "moderna" que se suma a las diferencias que antes no existían en el campo del diálogo ecuménico.
La Misa de San Pío V es un patrimonio común que existe en muchos aspectos con los luteranos que se han mantenido fieles a los orígenes, así como con los anglicanos (en tanto que la "libre interpretación" no haya implicado esciciones y sectas internas a dichos grupos).
Efectivamente, a los obstáculos en materia de Dogma y de Liturgia existentes con las Iglesias Orientales no católicas, se suman las "innovaciones" que distancian el Rito y la Liturgia y entorpecen precisamente la unidad y la comunión en lo que hace al patrimonio común con las Iglesias separadas de Roma. La importancia de la revisión de la construcción de iglesias, de Catedrales y de música y canto en la Liturgia, facilitará la unidad con las Iglesias que han conservado elementos de la Tradición en común con Roma.
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