En el hecho siguiente no se sabe qué admirar más,
si la vivacidad del diálogo entre el embajador imperial y el Sumo Pontífice, o
la espontánea naturaleza del comentario moral que hace Don Bosco.
Se lee en la historia que un poderoso
emperador, mandó una embajada al pontífice Inocencio XI, rogándole adhiriera a
ciertos deseos suyos contrarios a la justicia. El embajador usó de toda su
elocuencia para demostrar al Papa la conveniencia de no disgustar a tan alto príncipe.
El Papa lo escuchaba en silencio.
- Santidad,
-proseguía el embajador-, mi soberano promete hacer un gran bien a la religión
y proteger a la Iglesia.
-
No
puedo, -contestó finalmente el Papa.
- Santidad,
-pensad que posee inmensas riquezas y que dotará generosamente las basílicas y
también a Vuestra Santidad, si lo necesita.
- No
puedo.
- Santidad,
vuestros enemigos os insultarán, y él está pronto a defenderos con todos sus ejércitos.
- No
puedo.
- Santidad,
mi soberano podría indignarse y tarde os arrepentiríais de haber incurrido en
su indignación.
- No
puedo.
- Luego…
- Luego,
ya que tanto insistís, volved a vuestro emperador y decidle: -El Papa dice: si
yo tuviera dos almas daría una de muy buena gana por él, a la perdición, y me
contentaría con salvar la otra; pero yo tengo una sola alma.
¡Gran pensamiento es este y digno
del Papa! Lo mismo os digo yo, hijos queridos. Tenemos una sola alma. Si
tuviésemos dos, una se la podríamos dar al demonio contentando todas nuestras
pasiones. Pero ¡tenemos una sola! ¿Cuál será pues nuestra conclusión? ¿Dársela
al demonio? ¡No! Dársela a Dios para que la salve eternamente.
Pero para dársela al Señor es
necesario practicar muchas cosas y huir de muchas otras; debemos pues
empeñarnos en estudiar cuáles son unas y otras. En gran parte ya os las he
enseñado y espero que sacaréis provecho de mis advertencias. Luego, deberéis
decir al demonio cuando os pide algo contra la conciencia: “No puedo, no puedo,
porque tengo una sola alma”.
Esta es la verdadera lógica
cristiana, este es el razonamiento mejor que todos los de los sabios de todo el
mundo. Pero, os advierto que el demonio razona también él. El estudió la
filosofía, la historia, la teología, la geografía, y sabe razonar con sutileza
para presentar las cosas bajo un aspecto seductor para engañar.
El admite que tenemos un alma sola,
pero agrega:
-El hombre, nació para gozar; el
tiempo de gozar es el de la juventud, por lo tanto coronémonos de rosas.
Pero preguntémosle:
-
Y
¿qué será de nosotros en el porvenir?
- Oh,
-nos contesta- deja el porvenir, PIENSA EN EL PRESENTE.
- Pero,
después que te haya complacido ¿qué me darás en la otra vida?
- ¡Oh!
¡no hablemos de esto!
Y con estas palabras él
sobrentiende: “Haz el mal ahora; en la otra vida yo sé qué es lo que debo
hacer; ya te arreglaré”.
Así razona el demonio, y muchos se
dejan arruinar.
(de las Memorias Biográficas de Don
Bosco, Vol. VII, pág. 506)
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