Por Cosme Beccar
Varela
Buenos Aires, 05 de Diciembre del
año 2011 - 1076
En materia de fe y moral, los
católicos comunes son lo que se llama "Iglesia discente", o sea, la
enorme grey que aprende y que no tiene autoridad para enseñar oficialmente en
nombre de la Iglesia. Esa misión corresponde exclusivamente a la "Iglesia
docente", integrada por el Papa y los Obispos en comunión con el Papa así
como también a los Curas párrocos y demás eclesiásticos por autorización del
Papa o de los Obispos.
Sin embargo todos los católicos,
aún los más simples integrantes del pueblo, tienen obligación de hacer
apostolado repitiendo la doctrina aprendida de la Santa Iglesia Católica, fiel
reflejo de las Sagradas Escrituras, en especial, del Nuevo Testamento.
El mandato final de Nuestro
Señor, después de la Resurrección y antes de Su Ascensión al Cielo fue:
"Id y enseñad a todas las naciones" (S. Mateo 28, 19) y vale para
todos los fieles, en diferente calidad y medida, pero nadie puede eximirse de
confesar la verdad so pena de incurrir en aquella advertencia de Nuestro Señor:
"Quien me reconociere delante de los hombres Yo también lo reconoceré
delante del Padre Celestial; más a quien me negare delante de los hombres Yo
también lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos." (S. Mateo,
10, 33).
Por lo tanto, los simples fieles
tenemos la obligación de contribuir no sólo con donaciones a la expansión de la
Iglesia y a defender su integridad y libertad sino también con la palabra.
Y si por desgracia ocurriera que
los Pastores callaran y dejaran de enseñar la verdad o, peor aún, enseñaran el error,
los fieles más humildes pero movidos por la gracia de una verdadera fe,
estarían obligados a clamar recordando aquel pasaje del Evangelio en el que se
relata cómo los fariseos, indignados de que los discípulos aclamaran al
Redentor con grandes voces, Le interpelaron diciendo: "Maestro, reprende a
tus discípulos. Respondiéndoles Él: En verdad os digo que si estos callan, las
mismas piedras darán voces" (S. Lucas, 19, 39-40).
* * *
Los simples fieles somos como las
piedras del camino que no tienen autoridad alguna, pero están obligadas a
clamar cuando "estos" callan.
Ocurre que vivimos en un momento
de la Historia mundial y nacional en el que las afrentas que se comenten contra
la Verdad, el Bien y la Justicia (cosas éstas que son otros tantos nombres de
Dios) son tan escandalosas y dañinas, el número de los malvados es tan enorme y
tan dominante, que sólo el catolicismo recordado en toda su plenitud y los
católicos actuando unidos, con inteligencia y con coraje, pueden poner un freno
a esta catástrofe.
Pero la voz del catolicismo no se
oye y la actuación de los católicos es más que insuficiente. Los Pastores no
hacen resonar esa voz en el mundo con la fuerza que les es propia, ni convocan
a los católicos a la lucha y por consecuencia, las ruinas se acumulan, no sólo
de las cosas sino de las almas que corren grave peligro de perderse
eternamente.
Hace varios días que estaba por
escribir estas líneas, desde que oí en la Misa del Domingo 4/9/2011 la
siguiente Primera Lectura tomada del Profeta Ezequiel:
"Así habla el Señor *Hijo de
hombre, yo te he puesto como centinela de la casa de Israel: cuando oigas una
palabra de mi boca, tú les advertirás de mi parte. Cuando yo diga al malvado
´Vas a morir´, si tú no hablas para advertir al malvado que abandone su mala
conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a tí te pediré cuenta de su
sangre. Si tú, en cambio, adviertes al malvado para que se convierta de su mala
conducta, y él no se convierte, él morirá por su culpa pero tú habrás salvado
tu vida" (Profeta Ezequiel, 33, 7-9.
Este terrible amenaza de Dios se
dirige en primer lugar a los Pastores cuya obligación de defender la Verdad, el
Bien y la Justicia con todas sus fuerzas (que son muchas) y a cualquier riesgo
personal o a costa de cualquier pérdida temporal, no depende de que una voz del
Cielo se les haga oír en forma extraordinaria, porque ya está dicho y enseñado
desde hace veinte siglos..
No puedo imaginarme cual es el
grado de responsabilidad en que incurre un Obispo aquí, en la ex-Argentina que
no hable clara y continuamente contra la tiranía cuya perversidad no consiste
únicamente en promover el "homonomio", ni siquiera en mantener el
aborto, ni en fomentar la corrupción de la juventud mediante la "educación
sexual" y la ley mal llamada de "salud reproductiva" cuando
debería llamarse de la "prostitución inducida", ni menos aún en estar
compuesta por una banda de ladrones conducida desde las sombras por una secta
neo-marxista, sino en todo eso y en su
mera existencia, en su continua y multifacética violación de la Justicia, en su
permanente incitación al ateísmo y al caos social y en la instalación de un
sistema de fraude mediante el cual se puede perpetuar en el poder hasta
destruir lo que queda de civilización cristiana en el país.
Una denuncia parcial de
cualquiera de esos males, un reproche apenas perceptible, una palabra críptica
dicha de vez en cuando, no bastan para interpelar a los malvados ni para
alertar a los que todavía no han sido corrompido del todo. La advertencia de Dios por medio del profeta
Ezequiel no se soslaya con chicanas eclesiásticas.
En la ínfima medida que me toca
por ser un don nadie en la Iglesia, como
no quiero ser culpable por omisión, ni en esa ínfima medida, de la perdición de
los ex-argentinos que corren alegremente hacia el Infierno, encabezados por la
banda de facinerosos que nos tiranizan, me siento obligado como simple católico
sin autoridad alguna pero con todos los deberes y las obligaciones relacionados
con el bien común temporal, a decir una vez más que es obligación de todos
oponerse a esta marea de estiércol que amenaza cubrirnos.
Todos deben movilizarse para
acabar con esta tiranía corruptora, confiando en que Dios dará los medios para
hacerlo con éxito, que los "talentosos" en vez de usar sus talentos
para hacerse ricos deben usarlos para dar vida y luces al urgente movimiento de
resistencia que debe organizarse reconociendo a los mejores como sus jefes y
que no deben consentir ya de ninguna manera que quienes tienen cargos en los
tres poderes, Ejecutivo, Legislativo y Judicial sean lo peor que hay en el
país, con alguna excepción en este último poder, pero en instancias inferiores
y, por lo tanto, incapaces de corregir
la injusticia generalizada.
Este periódico es una voz casi
inaudible, pero aún así, tengo obligación de decirlo una vez más: Pastores por
favor condenen, convoquen, luchen; tiranos y canallas dejen el poder; cobardes,
decídanse a luchar; perezosos, salgan de su inercia; burros, piensen que para
eso Dios les dio inteligencia; falsos amigos dejen de fingir y sean amigos de
verdad. .
Cosme Beccar Varela
e-mail: correo@labotellaalmar.com
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