Por Ricardo Díaz
El
presente artículo, es el primero de otros que enviaré próximamente a
este prestigioso blog, en donde trataré de ir exponiendo lo que, a mi
entender, debería hacerse para tener más claro el panorama total o
abarcativo respecto de nuestro ser nacional.
Para ello, creo necesario que conozcamos quiénes somos, de donde venimos, cómo fuimos creciendo, y hacia dónde vamos.
Aquél famoso frontispicio griego que decía: “Conócete a ti mismo”, debería ser aplicado no sólo al hombre individualmente, sino también a las Naciones: “Conózcanse a sí mismas”; cuestión que no parece fácil de llevar a cabo.
En
principio habría que aprovechar estos meses de vacaciones, en que todos
paramos un poco de tantas actividades; de correr de aquí para allá
estresándonos inútilmente, y reflexionar sobre quienes somos.
Y
también, deberíamos asearnos mentalmente haciendo un paréntesis respecto
de temas agobiantes como son los de la actualidad nacional, tan llena
de muertes y falsas enfermedades presidenciales, y de la actualidad
internacional, igualmente plagada de muerte y locura colectiva, para
dedicarnos, entonces, a tratar de conocernos a nosotros mismos.
En primer lugar, deberíamos comenzar pensando, básicamente, que pertenecemos al Occidente Cristiano,
dejando de lado todo juicio de valor respecto de su desvalorizada
situación actual, y preguntarnos cómo se formó esta civilización
occidental.
La respuesta surge inmediatamente: Grecia
y lo que hubo de principal en ella, la filosofía. Aquella filosofía
clásica de Sócrates, Platón y Aristóteles. Y decimos “clásica” porque su
pensamiento es siempre actual, a pesar de tantos siglos de existencia.
Filosofía
que enseñó a pensar, a razonar, a definir, a distinguir. Filosofía que
elevó la sensación a la altura del concepto y de la definición.
Filosofía de las esencias o razón del ser, lo que permanece siempre
igual a sí mismo, a pesar de los cambios aparentes.
Filosofía que se constituye en la ciencia por excelencia, porque estudia la Causa
primera y el fin último de todo lo que existe o puede existir.
Filosofía que no difiere del Sentido Común esencialmente; es el mismo
Sentido Común reflexivamente asumido.
Filosofía
que contiene a la lógica, la cual rige el discurso por los principios
de identidad y de no contradicción. Lógica de la identidad esencial de
lo que existe y discurre en función de verdades esenciales, y de la Verdad absoluta que comprende a las demás. Lógica que define la mentalidad occidental.
Luego de reflexionar sobre estos temas, la respuesta de ¿quién somos? se extiende a Roma
y, también a lo que hubo de principal en ella; el Derecho. Aquel
Derecho por medio del cual los romanos llevaban a todas partes el orden,
una regla estable de convivencia y la tranquilidad en ese orden
jurídico rígido y preciso: la paz romana; la cual no podría haberse logrado solamente con las armas.
Derecho
que elimina la discordia y contradicciones internas en los pueblos
conquistados, elevando a sus ciudadanos a la dignidad de “ciudadano
romano”, e incluso pudiendo estos acceder al Senado. Derecho que también ayuda a que desaparezcan los aspectos más crueles y perversos de las religiones bárbaras.
Es necesario apuntar que los excesos
y defectos propios de la paganidad romana, no anulan la grandeza del
Derecho Romano, fundamento de todo Derecho justo en Occidente.
Derecho
que fue codificado, principalmente, por Justiniano en donde se legislan
la familia, la propiedad, los derechos patrimoniales, todo dentro de la
gran concepción del Municipio y del Estado Romano.
Una vez analizadas estas cuestiones, deberíamos considerar que, tanto la filosofía griega como el Derecho Romano, no hubieran trascendido en la Historia universal sin el Cristianismo. Cristianismo que une al concepto de universalidad política del imperio, la misión divina de la redención de todos los hombres.
Cristianismo que realza la filosofía natural en la Fe sobrenatural, y la justicia humana en la Caridad Sobrenatural.
Cristianismo que elevó la dignidad de las personas; la igualdad esencial de los hombres; la elevación de la mujer con su paradigma la Santísima Virgen María.
Cristianismo que le dio el verdadero sentido social a la propiedad privada; y al origen y la legitimidad del poder.
Cristianismo que demostró la necesidad de la Fe para entender las cosas de Dios y el destino de las almas y las naciones; y la necesidad de la Caridad de Dios para la perfección de la Justicia.
Entonces, deberíamos pensar, resumiendo, que la Filosofía griega, el Derecho Romano y el Cristianismo, fundaron la Civilización Occidental.
Ahora bien, todo esto ocurrió allá, en Europa, y, de
alguna manera, dicha Civilización, llegó a estas tierras del Nuevo
Mundo. ¿Cómo?. La respuesta surge de inmediato. Nos descubrió, conquistó
y colonizó, España.
España trajo a estas tierras la Civilización Occidental
y Cristiana en una obra civilizadora y misional sin precedentes,
llevada a cabo por los Reyes Católicos Fernando e Isabel, Carlos V y
Felipe II.
Por
esto es que siempre hemos dicho, en no pocos artículos de este blog, que
“católico es el origen, la raíz y esencia de la nación argentina”.
Obviamente que esto no gustará a muchas personas, pero así lo quiso Dios. Si nos hubiera descubierto, conquistado y colonizado la España anterior a los Reyes Católicos, hubiéramos sido musulmanes. Pero no, todo comenzó después que Fernando e Isabel reconquistaran definitivamente a España en manos de los moros.
Creo
necesario apuntar que todas estas reflexiones, tanto sea sobre Grecia,
Roma ó España, deben realizarse prescindiendo de los juicios de valores
respecto de sus respectivos errores y abusos o excesos, y concentrarnos
en lo esencial de todo este tema, recordando que somos seres humanos, no
ángeles. Hombres y mujeres que vamos camino de la perfección, ó al
menos tratamos, pero que, de ninguna manera somos perfectos. No nos
pongamos en jueces, porque no sé si tenemos respaldo moral para serlo.
No se quién de nosotros podría arrojar la primera piedra. Sobre todo si
tenemos en cuenta las aberraciones éticas y morales en las que ha caído
el hombre del siglo XX/ XXI. Creo que después de Hiroshima y Nagasaki,
el hombre actual no puede hablar mal ni de Grecia ni de Roma ni de
España. Creo que después de la
invasión desaforada a Irak y a Afganistán, para quedarse con su
petróleo, el hombre actual debería callarse prudentemente la boca.
Y,
en cuanto a nosotros, después del robo de los ingleses de nuestras islas
Malvinas y todo el sur Atlántico, y el saqueo de nuestro petróleo y el
de los minerales de nuestra Cordillera, con el sistema de minería a
cielo abierto contaminando nuestras aguas, creo que pareciera igualmente
prudente que se callaran la boca respecto de España y su colonización
de este continente americano.
Pues
bien, luego de haber transgredido mi propia sugerencia, de que
deberíamos meditar sobre nuestro origen, dejando de lado la actualidad
nacional e internacional, pido disculpas e insisto en que sólo
reflexionando en su esencia sobre Grecia, Roma, el Cristianismo y
España, podremos determinar, aunque sea modestamente, quiénes somos.
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