sábado, 24 de marzo de 2012

24 DE MARZO: MITOS DEL RELATO



Por Agustín Laje
 
Los años `70 constituyen, desde el 2003 a la fecha, el centro de gravedad del discurso kirchnerista. La ecuación es más simple de lo que se piensa: los Derechos Humanos encarnan una causa de suyo noble aunque bastante manoseada, producto del gran capital político que importa (y en algunos casos económico también, y sino pregúntenle a Shoklender y Hebe); la década del `70 es sinónimo de violación a los Derechos Humanos; los Kirchner revuelven un poco aquella historia, arman un relato fantasioso que se ajusta a sus necesidades, y se convierten rápidamente en los campeones indiscutidos de la “causa derechohumanista” en la Argentina.
Cuando hablamos de “relato”, nos referimos a la narrativa que legitima el poder de un gobierno. En el caso del kirchnerismo, valores fosilizados, deshechos ideológicos radioactivos −cuya función en rigor de verdad es de mero adorno discursivo−, categorías políticas desgastadas −pero efectivas para demonizar a eventuales adversarios−, y mucho rechinar de dientes y puños en alto, son elementos constitutivos de su anacrónico relato.
Cada 24 de marzo desde que el kirchnerismo subió al poder (se sabe bien que antes de esto el tema no formaba parte de los intereses del matrimonio), “el relato” se manifiesta con una claridad excepcional.
En este nuevo aniversario del 24 de marzo de 1976, resulta necesario animarnos a sumergirnos en el terreno de lo políticamente incorrecto, y revisar el relato setentista.

¿Golpe militar? 
En el relato setentista sólo hay lugar para las responsabilidades castrenses. Cualquier intento por ahondar en el papel que desempeñó en esa historia el pueblo, organizaciones terroristas como ERP y Montoneros, o la clase política, puede redundar en desagradables acusaciones tales como ser un “promotor de la teoría de los dos demonios” o un “defensor del genocidio”. El debate automáticamente, en consecuencia, se cierra.
Lo cierto es que las responsabilidades fueron múltiples. Desde que el gobierno de Isabel Perón empezó a tambalear, la partidocracia lo sentenció a muerte. ¿Quién recuerda a diputados como Monsalve declarando que “no puede transcurrir un minuto más en el más absoluto desorden”?[i] ¿Quién recuerda el documento que emitió la UCR a comienzos de 1976 donde afirmaba que “toda la Nación percibe y presiente que se aproxima la definición de un proceso que, por su hondura, vastedad e incomprensible dilatación, alcanza su límite”?[ii] ¿Quién recuerda a los legisladores abandonar sus bancas, como el diputado Luis Sobrino Aranda que se fue una semana antes del 24 de marzo aseverando que “el proceso político argentino está agotado”?[iii] ¿Quién recuerda a las propias filas peronistas pidiendo intervención castrense, como Jorge Antonio el 22 de marzo de 1976 diciendo desde una conferencia de prensa en un hotel céntrico de Buenos Aires que “si las Fuerzas Armadas vienen a poner orden, respeto y estabilidad, bienvenidas sean”?[iv]. Si pocos recuerdan casos como estos, menos aún recordarán las conspiraciones de políticos con militares, como la del propio Victorio Calabró (gobernador de Buenos Aires), quien entregaría a oficiales de las Fuerzas Armadas los mapas de la Casa de Gobierno, a los fines de que las tropas del Regimiento de Infantería 7 no se cruzaran con la policía el 24 de marzo.[v]
Aunque suene desconcertante, la guerrilla también tuvo su importante cuota de responsabilidad en los sucesos del 24 de marzo, buscando desesperadamente la intervención militar. En efecto, creían que un gobierno de facto les devolvería la legitimidad perdida durante los tres años de democracia. A modo de muestra, Montoneros desarrollaba este pensamiento en los siguientes términos: “un gobierno militar y represivo traerá como contrapartida una mayor conciencia de la clase trabajadora”.[vi] El ERP, por su parte, explicaba algo parecido: “La aventura golpista del enemigo significará la derrota del enemigo y la victoria de la revolución”.[vii] Eran los tiempos del “cuanto peor, mejor”, y por consiguiente recrudecieron su accionar para acelerar “la aventura golpista”.

Las organizaciones terroristas, ¿ya estaban aniquiladas?
Además de anular o ignorar ex profeso el papel de la civilidad como actor propiciador del golpe, otro mito del relato consiste en minimizar el rol de las organizaciones terroristas subversivas en la tragedia de los años `70 alegando que “la guerrilla ya estaba diezmada el 24 de marzo de 1976″, con la evidente intención de formar la idea de que la guerra interna era una mera excusa de sectores castrenses. La realidad indica completamente lo contrario. Según confirmó la sentencia que juzgó a la junta de comandantes, en 1975 se produjeron 893 hechos terroristas (promediando un atentado cada ocho horas, durante el año precedente al golpe). En 1976 no fueron menos los hechos de terrorismo: el 22 de marzo, el matutino “La Tarde” (dirigido por el kirchnerista Héctor Timerman) informó: “Un récord que duele: cada 5 horas, asesinan a un argentino”. Y, a renglón seguido, expresaba: “Terrorismo: Sigue la escalada de crímenes”. El 19 de marzo, el diario de izquierda “La Opinión” arrojó una estadística similar: “Un muerto cada cinco horas, una bomba cada tres”.
Los propios documentos internos de Montoneros contabilizaban, en 1976, “1.000 atentados con 500 víctimas fatales”, producidos sólo en ese año.[viii] El Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), por su parte, en documento interno, indicaba que, para esta fecha (1976), todavía se contaba con 4.950 guerrilleros organizados.[ix]
A fines de 1977, el comandante del Ejército Montonero, Horacio Mendizábal, afirmaba públicamente que, durante ese año, “se realizaron más de 600 operaciones militares”.[x] Si para muestra basta un botón, fue en julio de 1976 cuando se produjo el atentado terrorista más dramático de toda la década del 70, cuando una bomba montonera hizo volar el comedor de la superintendencia dela Policía Federal, mutilando a 60 personas y asesinando a otras 22.
Es tiempo de empezar a discutir la verdadera magnitud de las organizaciones terroristas.

¿El 24 de marzo se dio inicio a la represión ilegal?
El relato setentista se estructura de una forma realmente simple: la historia comienza el 24 de marzo. Antes de eso, nada. La consigna es “tener memoria”, pero no tanta; hacer “justicia”, pero hasta cierto punto; promover la “verdad”, aunque antes resulte imprescindible filtrarla y depurarla con cuidado.
Es ampliamente conocido que el Proceso combatió a las organizaciones armadas de la guerrilla con arreglo a metodologías irregulares. Sin embargo, ¿Cómo se la combatió durante el gobierno constitucional anterior? Llama la atención el mutismo que hay al respecto.
El uso de métodos no convencionales para enfrentar al terrorismo data desde que entró en operaciones, avalada por el gobierno democrático, la Triple A. Casi medio centenar de muertos dejó el accionar del aparato paraestatal en cuestión.
Por su parte, los decretos del Poder Ejecutivo 261 y 2.772 del año 1975, que ordenaban a las Fuerzas Armadas “ejecutar las operaciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos” primero en Tucumán y luego en todala República, dieron lugar a más casos de combate irregular en el marco de una guerra que era irregular.
Así las cosas, la verdad histórica indica que la desaparición de terroristas no empieza el 24 de marzo de 1976, sino bastante antes. En efecto, los desaparecidos anteriores al 24 de marzo contabilizados por la CONADEP (Comisión Nacional sobrela Desapariciónde Personas) ascienden a 900 casos.
Concluida la guerra, el jerarca terrorista Enrique Gorriarán Merlo dirá que “las técnicas represivas de ese gobierno surgido de elecciones fueron (aunque parezca difícil de creerlo) más feroces que las instrumentadas por el gobierno de facto de Onganía, Levingston y Lanusse”.[xi] Julio Santucho, hermano del jefe máximo del ERP, expresará, por su parte, que “en un solo año de gobierno popular, nuestro pueblo tuvo más muertos que en siete años de dictadura militar (…) la represión actuada por el gobierno peronista fue diez veces mayor que la de la Revolución Argentina proclamada por el general Onganía”.[xii]

A 36 años del 24 de marzo de 1976, pongamos en duda y comencemos a  revisar el relato que difundió el kirchnerismo a modo de verdad revelada. La historia y sus sucesos son mucho más que un discurso y una bandera política.
(*) Agustín Laje tiene 23 años y es autor del libro “Los mitos setentistas”.


NOTAS:
[i] García Montaño, Diego. Responsabilidad compartida. La sociedad civil antes y durante el Proceso . Córdoba, El Copista, 2004, p. 104.
[ii] Documento citado en García Montaño, Diego. Ob. Cit., p. 112.
[iii] Yofre, Juan Bautista. Nadie Fue. Buenos Aires, Edivern, 2006, p. 349.
[iv] Yofre, Juan Bautista. Ob. Cit., p. 358.
[v] Yofre, Juan Bautista. Ob. Cit., p. 380.
[vi] Documento citado en Méndez, Eugenio. Confesiones de un montonero. Buenos Aires, Sudamericana, 1985, p. 124
[vii] Revista Estrella Roja, edición del 16 de febrero de 1976.
[viii] Documento citado en Díaz Araujo, Enrique. La guerrilla en sus libros . Tomo II. Mendoza, El Testigo ediciones, 2009, p. 91.
[ix] Documento citado en Yofre, Juan Bautista. Fuimos todos. Cronología de un fracaso, 1976-1983. Buenos Aires, Sudamericana, 2008, p. 33.
[x] Informe completo en Larraquy, Marcelo. Fuimos soldados. Historia secreta de la contraofensiva montonera. Buenos Aires, 2º ed., Aguilar, 2006, p. 124.
[xi] Gorriarán Merlo, Enrique. Memorias de Enrique Gorriarán Merlo. De los setenta aLa Tablada. Buenos Aires, Planeta/Catálogos, 2003, pp. 368-369.
[xii] Santucho, Julio. Los últimos guevaristas. La guerrilla marxista enla Argentina . Edición de 1988. Pp. 160-162.

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