Por Agustín Laje
Los años `70 constituyen, desde el 2003 a la fecha, el centro de
gravedad del discurso kirchnerista. La ecuación es más simple de lo que
se piensa: los Derechos Humanos encarnan una causa de suyo noble aunque
bastante manoseada, producto del gran capital político que importa (y en
algunos casos económico también, y sino pregúntenle a Shoklender y
Hebe); la década del `70 es sinónimo de violación a los Derechos
Humanos; los Kirchner revuelven un poco aquella historia, arman un
relato fantasioso que se ajusta a sus necesidades, y se convierten
rápidamente en los campeones indiscutidos de la “causa derechohumanista”
en la Argentina.
Cuando hablamos de “relato”, nos referimos a la narrativa que
legitima el poder de un gobierno. En el caso del kirchnerismo, valores
fosilizados, deshechos ideológicos radioactivos −cuya función en rigor
de verdad es de mero adorno discursivo−, categorías políticas
desgastadas −pero efectivas para demonizar a eventuales adversarios−, y
mucho rechinar de dientes y puños en alto, son elementos constitutivos
de su anacrónico relato.
Cada 24 de marzo desde que el kirchnerismo subió al poder (se sabe
bien que antes de esto el tema no formaba parte de los intereses del
matrimonio), “el relato” se manifiesta con una claridad excepcional.
En este nuevo aniversario del 24 de marzo de 1976, resulta necesario
animarnos a sumergirnos en el terreno de lo políticamente incorrecto, y
revisar el relato setentista.
¿Golpe militar?
En el relato setentista sólo hay lugar para las responsabilidades
castrenses. Cualquier intento por ahondar en el papel que desempeñó en
esa historia el pueblo, organizaciones terroristas como ERP y
Montoneros, o la clase política, puede redundar en desagradables
acusaciones tales como ser un “promotor de la teoría de los dos
demonios” o un “defensor del genocidio”. El debate automáticamente, en
consecuencia, se cierra.
Lo cierto es que las responsabilidades fueron múltiples. Desde que el
gobierno de Isabel Perón empezó a tambalear, la partidocracia lo
sentenció a muerte. ¿Quién recuerda a diputados como Monsalve declarando
que “no puede transcurrir un minuto más en el más absoluto desorden”?[i]
¿Quién recuerda el documento que emitió la UCR a comienzos de 1976
donde afirmaba que “toda la Nación percibe y presiente que se aproxima
la definición de un proceso que, por su hondura, vastedad e
incomprensible dilatación, alcanza su límite”?[ii] ¿Quién
recuerda a los legisladores abandonar sus bancas, como el diputado Luis
Sobrino Aranda que se fue una semana antes del 24 de marzo aseverando
que “el proceso político argentino está agotado”?[iii]
¿Quién recuerda a las propias filas peronistas pidiendo intervención
castrense, como Jorge Antonio el 22 de marzo de 1976 diciendo desde una
conferencia de prensa en un hotel céntrico de Buenos Aires que “si las
Fuerzas Armadas vienen a poner orden, respeto y estabilidad, bienvenidas
sean”?[iv].
Si pocos recuerdan casos como estos, menos aún recordarán las
conspiraciones de políticos con militares, como la del propio Victorio
Calabró (gobernador de Buenos Aires), quien entregaría a oficiales de
las Fuerzas Armadas los mapas de la Casa de Gobierno, a los fines de que
las tropas del Regimiento de Infantería 7 no se cruzaran con la policía
el 24 de marzo.[v]
Aunque suene desconcertante, la guerrilla también tuvo su importante
cuota de responsabilidad en los sucesos del 24 de marzo, buscando
desesperadamente la intervención militar. En efecto, creían que un
gobierno de facto les devolvería la legitimidad perdida durante los tres
años de democracia. A modo de muestra, Montoneros desarrollaba este
pensamiento en los siguientes términos: “un gobierno militar y represivo
traerá como contrapartida una mayor conciencia de la clase
trabajadora”.[vi]
El ERP, por su parte, explicaba algo parecido: “La aventura golpista
del enemigo significará la derrota del enemigo y la victoria de la
revolución”.[vii] Eran los tiempos del “cuanto peor, mejor”, y por consiguiente recrudecieron su accionar para acelerar “la aventura golpista”.
Las organizaciones terroristas, ¿ya estaban aniquiladas?
Además de anular o ignorar ex profeso el papel de la civilidad como
actor propiciador del golpe, otro mito del relato consiste en minimizar
el rol de las organizaciones terroristas subversivas en la tragedia de
los años `70 alegando que “la guerrilla ya estaba diezmada el 24 de
marzo de 1976″, con la evidente intención de formar la idea de que la
guerra interna era una mera excusa de sectores castrenses. La realidad
indica completamente lo contrario. Según confirmó la sentencia que juzgó
a la junta de comandantes, en 1975 se produjeron 893 hechos terroristas
(promediando un atentado cada ocho horas, durante el año precedente al
golpe). En 1976 no fueron menos los hechos de terrorismo: el 22 de
marzo, el matutino “La Tarde” (dirigido por el kirchnerista Héctor
Timerman) informó: “Un récord que duele: cada 5 horas, asesinan a un
argentino”. Y, a renglón seguido, expresaba: “Terrorismo: Sigue la
escalada de crímenes”. El 19 de marzo, el diario de izquierda “La
Opinión” arrojó una estadística similar: “Un muerto cada cinco horas,
una bomba cada tres”.
Los propios documentos internos de Montoneros contabilizaban, en
1976, “1.000 atentados con 500 víctimas fatales”, producidos sólo en ese
año.[viii]
El Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), por su parte, en documento
interno, indicaba que, para esta fecha (1976), todavía se contaba con
4.950 guerrilleros organizados.[ix]
A fines de 1977, el comandante del Ejército Montonero, Horacio
Mendizábal, afirmaba públicamente que, durante ese año, “se realizaron
más de 600 operaciones militares”.[x]
Si para muestra basta un botón, fue en julio de 1976 cuando se produjo
el atentado terrorista más dramático de toda la década del 70, cuando
una bomba montonera hizo volar el comedor de la superintendencia dela
Policía Federal, mutilando a 60 personas y asesinando a otras 22.
Es tiempo de empezar a discutir la verdadera magnitud de las organizaciones terroristas.
¿El 24 de marzo se dio inicio a la represión ilegal?
El relato setentista se estructura de una forma realmente simple: la
historia comienza el 24 de marzo. Antes de eso, nada. La consigna es
“tener memoria”, pero no tanta; hacer “justicia”, pero hasta cierto
punto; promover la “verdad”, aunque antes resulte imprescindible
filtrarla y depurarla con cuidado.
Es ampliamente conocido que el Proceso combatió a las organizaciones
armadas de la guerrilla con arreglo a metodologías irregulares. Sin
embargo, ¿Cómo se la combatió durante el gobierno constitucional
anterior? Llama la atención el mutismo que hay al respecto.
El uso de métodos no convencionales para enfrentar al terrorismo data
desde que entró en operaciones, avalada por el gobierno democrático, la
Triple A. Casi medio centenar de muertos dejó el accionar del aparato
paraestatal en cuestión.
Por su parte, los decretos del Poder Ejecutivo 261 y 2.772 del año
1975, que ordenaban a las Fuerzas Armadas “ejecutar las operaciones
militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el
accionar de los elementos subversivos” primero en Tucumán y luego en
todala República, dieron lugar a más casos de combate irregular en el
marco de una guerra que era irregular.
Así las cosas, la verdad histórica indica que la desaparición de
terroristas no empieza el 24 de marzo de 1976, sino bastante antes. En
efecto, los desaparecidos anteriores al 24 de marzo contabilizados por
la CONADEP (Comisión Nacional sobrela Desapariciónde Personas) ascienden
a 900 casos.
Concluida la guerra, el jerarca terrorista Enrique Gorriarán Merlo
dirá que “las técnicas represivas de ese gobierno surgido de elecciones
fueron (aunque parezca difícil de creerlo) más feroces que las
instrumentadas por el gobierno de facto de Onganía, Levingston y
Lanusse”.[xi]
Julio Santucho, hermano del jefe máximo del ERP, expresará, por su
parte, que “en un solo año de gobierno popular, nuestro pueblo tuvo más
muertos que en siete años de dictadura militar (…) la represión actuada
por el gobierno peronista fue diez veces mayor que la de la Revolución
Argentina proclamada por el general Onganía”.[xii]
A 36 años del 24 de marzo de 1976, pongamos en duda y comencemos a
revisar el relato que difundió el kirchnerismo a modo de verdad
revelada. La historia y sus sucesos son mucho más que un discurso y una
bandera política.
(*) Agustín Laje tiene 23 años y es autor del libro “Los mitos setentistas”.
NOTAS:
[i] García Montaño, Diego. Responsabilidad compartida. La sociedad civil antes y durante el Proceso . Córdoba, El Copista, 2004, p. 104.
[i] García Montaño, Diego. Responsabilidad compartida. La sociedad civil antes y durante el Proceso . Córdoba, El Copista, 2004, p. 104.
[ii] Documento citado en García Montaño, Diego. Ob. Cit., p. 112.
[iii] Yofre, Juan Bautista. Nadie Fue. Buenos Aires, Edivern, 2006, p. 349.
[iv] Yofre, Juan Bautista. Ob. Cit., p. 358.
[v] Yofre, Juan Bautista. Ob. Cit., p. 380.
[vi] Documento citado en Méndez, Eugenio. Confesiones de un montonero. Buenos Aires, Sudamericana, 1985, p. 124
[vii] Revista Estrella Roja, edición del 16 de febrero de 1976.
[viii] Documento citado en Díaz Araujo, Enrique. La guerrilla en sus libros . Tomo II. Mendoza, El Testigo ediciones, 2009, p. 91.
[ix]
Documento citado en Yofre, Juan Bautista. Fuimos todos. Cronología de
un fracaso, 1976-1983. Buenos Aires, Sudamericana, 2008, p. 33.
[x]
Informe completo en Larraquy, Marcelo. Fuimos soldados. Historia
secreta de la contraofensiva montonera. Buenos Aires, 2º ed., Aguilar,
2006, p. 124.
[xi]
Gorriarán Merlo, Enrique. Memorias de Enrique Gorriarán Merlo. De los
setenta aLa Tablada. Buenos Aires, Planeta/Catálogos, 2003, pp. 368-369.
[xii] Santucho, Julio. Los últimos guevaristas. La guerrilla marxista enla Argentina . Edición de 1988. Pp. 160-162.
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