En su
reflexión televisiva semanal en el programa “Claves para un Mundo Mejor”
(América TV), MONS. HÉCTOR AGUER, Arzobispo de La Plata y miembro de la
Academia Nacional de
Ciencias Morales y Políticas, reflexionó sobre la ley
llamada de identidad de género.
“En la ley de identidad de género el positivismo
jurídico es llevado hasta el extremo. ¿Basta que el legislador quiera que las
cosas sean de un modo para que sean así? No, aunque a él se le ocurra, ¡las
cosas no son así!”, dijo.
Comentó
lo llamativo de la definición inicial de la ley donde los legisladores
nacionales señalan “que entiende por identidad de género a la vivencia interna
e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede
corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la
vivencia personal del cuerpo”.
“En realidad el sexo desaparece en esta
definición, queda absorbido por lo que se llama género y no sólo por el
género como algo objetivo, cultural, sino por el género entendido como aquello
que la persona siente, la vivencia íntima, el deseo”.
También
dio cuenta que siguió “las reacciones
que produjo la sanción de esta ley” y “comentarios de personas que se
manifestaron con entusiasmo a favor de esta ley, aprobando el cambio de sexo
por género”, manifestando que “desde el
punto de vista filosófico se puede observar que en realidad aquí lo que se
transforma es la idea del hombre, del ser humano, sin más”.
Para el
prelado platense “esto implica que según
la ideología de género no existe más una naturaleza humana” y se desprende
que “la naturaleza ha sido culturizada,
se ha convertido en cultura, y las adquisiciones culturales son ahora lo
natural”. Por eso de acuerdo a este planteo “ya no tenemos parámetros razonables, objetivos, para referirnos a la
verdadera identidad de la persona humana. Como si no hubiera ya una naturaleza
de la persona y de sus actos. Todo puede inventarse”.
Además
observó que otro aspecto importante “es el que tiene que ver con el deseo” pues
“el género está considerado en un
sentido puramente inmanente, subjetivista, íntimo. En el fondo lo que pasa es
que la libertad queda convertida en deseo, en puro deseo. Ya no es algo
propio de la voluntad racional”
“También observo que en la problemática del
género así planteada entra el problema de la felicidad que es, en el fondo, el
fin del hombre. Algunos comentaristas sugieren que la felicidad es el placer.
Un viejo error, que reduce la felicidad al placer”, comentó.
Monseñor Héctor Aguer indicó
que, en continuidad con lo señalado, “si
no hay naturaleza sino cultura, y lo cultural es ahora lo natural; si la
libertad es darse el gusto, sacarse el deseo, cumplirlo, entonces quiere decir
que la felicidad es simplemente el placer, y no la realización plenaria, de
la vida de la persona en todas sus dimensiones, sino el placer y
fundamentalmente el placer sexual. Los
comentaristas a los que he aludido sugieren que ahora se abre un universo de
erotismo totalmente nuevo, nuevas invenciones para darse el gusto, sin
parámetro objetivo alguno”.
Sostuvo
que el Papa Benedicto XVI tiene razón “cuando
insiste en que la problemática principal en la cultura contemporánea es la
problemática antropológica, es decir la idea del hombre, la definición del
hombre!”.
“En el principio Dios creó al ser humano varón y
mujer, dice el Libro del Génesis; la idea del hombre, la realidad plena, total
del ser humano tiene esta doble imagen diversa y complementaria: varón y mujer.
La distinción y la complementariedad del varón y la mujer están orientadas a la
continuidad de la humanidad sobre la tierra. En este hecho se expresa un
designio divino que el legislador no puede modificar arbitrariamente”.
Adjuntamos el texto completo de la alocución televisiva de Mons. Héctor Aguer:
“Como ustedes saben, hace muy poco el Congreso de la Nación ha votado una ley llamada de identidad
de género por la cual un varón que, siendo varón, se siente mujer, puede
vestirse de mujer, obtener un documento que lo acredite como tal, someterse a
una operación de reasignación de sexo que, además, esté cubierta por las obras
sociales. Lo mismo pasa con una mujer que se siente varón y quiere convertirse
en varón”.
“Es interesante que al comienzo de esta ley los legisladores propongan
una definición de lo que entienden por identidad de género. Dice: “Se entiende
por identidad de género a la vivencia interna e individual del género tal como
cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al
momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo. Esto puede
involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de
medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole siempre que ello sea
libremente escogido. También incluye otras expresiones de género como la vestimenta,
el modo de hablar y los modales”.
“En realidad el sexo desaparece en esta definición, queda absorbido por
lo que se llama género y no sólo por el género como algo objetivo, cultural,
sino por el género entendido como aquello que la persona siente, la vivencia
íntima, el deseo”.
“Parece que para los legisladores el hecho de que uno sea varón o mujer
es la suerte que le tocó en una especie de lotería de la vida y, que es, para
algunos, una mala suerte”.
“Estuve siguiendo las reacciones que produjo la sanción de esta ley y,
especialmente, algunos comentarios de personas que se manifestaron con
entusiasmo a favor de esta ley, aprobando el cambio de sexo por género. Desde
el punto de vista filosófico se puede observar que en realidad aquí lo que se transforma
es la idea del hombre, del ser humano, sin más”.
“Desde un punto de vista filosófico, digo, esto implica que según la
ideología de género no existe más una naturaleza humana. Sostienen los
comentaristas que la naturaleza ha sido culturizada, se ha convertido en
cultura, y las adquisiciones culturales son ahora lo natural, de modo que hay
una especie de intercambio entre naturaleza y cultura por el cual la naturaleza
queda vaciada en la cultura y la cultura, en este caso lo que uno siente íntimamente,
es natural”.
“De acuerdo a este planteo ya no tenemos parámetros razonables,
objetivos, para referirnos a la verdadera identidad de la persona humana. Como
si no hubiera ya una naturaleza de la persona y de sus actos. Todo puede
inventarse”.
“Otro aspecto importante también es el que tiene que ver con el deseo.
Aquí el género está considerado en un sentido puramente inmanente,
subjetivista, íntimo. En el fondo lo que pasa es que la libertad queda
convertida en deseo, en puro deseo. Ya no es algo propio de la voluntad
racional. No es algo que tiene que ver con las inclinaciones naturales a la
verdad y al bien, con la naturaleza propia del ser humano que es varón o mujer,
sino que es lo que yo deseo. Tengo derecho a sacarme el gusto, digamos así, a
cumplir mi deseo, porque soy libre; eso es la libertad”
“También observo que en la problemática del género así planteada entra
el problema de la felicidad que es, en el fondo, el fin del hombre. Algunos
comentaristas sugieren que la felicidad es el placer. Un viejo error, que
reduce la felicidad al placer”.
“En continuidad con lo que hemos señalado anteriormente, si no hay
naturaleza sino cultura, y lo cultural es ahora lo natural; si la libertad es
darse el gusto, sacarse el deseo, cumplirlo, entonces quiere decir que la
felicidad es simplemente el placer, y no la realización plenaria, de la vida de
la persona en todas sus dimensiones, sino el placer y fundamentalmente el
placer sexual. Los comentaristas a los que he aludido sugieren que ahora se
abre un universo de erotismo totalmente nuevo, nuevas invenciones para darse el
gusto, sin parámetro objetivo alguno”.
“Podemos preguntarnos entonces: ¿a eso queda reducido el ser humano?”.
“¡Qué razón tiene el Papa Benedicto XVI cuando insiste en que la
problemática principal en la cultura contemporánea es la problemática
antropológica, es decir la idea del hombre, la definición del hombre!”.
“En el principio Dios creó al ser humano varón y mujer, dice el Libro
del Génesis; la idea del hombre, la realidad plena, total del ser humano tiene
esta doble imagen diversa y complementaria: varón y mujer. La distinción y la
complementariedad del varón y la mujer están orientadas a la continuidad de la
humanidad sobre la tierra. En este hecho se expresa un designio divino que el
legislador no puede modificar arbitrariamente”.
“En la ley de identidad de género el positivismo jurídico es llevado
hasta el extremo. ¿Basta que el legislador quiera que las cosas sean de un modo
para que sean así? No, aunque a él se le ocurra, ¡las cosas no son así!”
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