Al Jefe del Estado Mayor General
Armada de la República Argentina
Carlos Alberto Paz
Hace nueve años que el régimen que detenta el poder en
la Argentina profundiza sistemáticamente su política de destrucción de las
Fuerzas Armadas. No solo se basa esta política en deteriorar económica y
profesionalmente a sus cuadros sino que ha sumado a ello una inmoral persecución
a los integrantes de las mismas que
actuaron en ellas en momentos en que la Patria era asolada por bandas
terroristas.
Desde el momento, años atrás, en que el jefe de estado
mayor de una de las Fuerzas tuvo que subirse a un banquito para descolgar un
cuadro se supo que los estamentos superiores de estas pasaban a ser títeres de
la hostilidad y el ansia de desquite que anida en el centro mismo del Poder
Ejecutivo de la Nación.
Que el cargo de ministro de Defensa sea ocupado por
ignorantes cuya única cualidad destacable es el odio a las Fuerzas Armadas o mangantes
que solo pretenden mantenerse allí
agachando la cabeza frente a cualquier iniquidad ordenada, no exime ni eximirá a
los jefes de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas por su colaboración con
quienes tienen como objetivo la destrucción de ellas.
Las estupideces jurídicas manipuladas por el Ejecutivo
Nacional respecto de la obediencia que debe el personal naval a sus superiores
han quedado varadas en eso, estupidez. Hoy podemos asumir que la obediencia
debida sigue siendo dogma de fe entre aquellos que presumiendo de ser jefes en las
Fuerzas Armadas se someten a las cotidianas indignidades que la comandante en
jefe de las Fuerzas Armadas de la República Argentina hace ejecutar contra
ellas.
Usted, siguiendo los pasos de su antecesor, ha aceptado
ascender post mortem- ascenso reservado a los héroes que dan su vida por la
Patria-, a Jorge Devoto, ex marino y un simple criminal que fue cómplice del
asesinato del Capitán de Corbeta Jorge Bigliardi, Oficial de Marina y, por si
lo había olvidado, camarada suyo. Esto no es solo una afrenta al camarada
abatido; esta es una afrenta a la Armada de la República Argentina, a sus
integrantes en actividad o retirados y a los héroes que combatieron en una
guerra cruel entablada por el terrorismo internacional al cual pertenecía el
ahora ascendido.
No
se equivoque, pretender ennoblecer a un delincuente es una acción que
se inserta en la más profunda de las necedades, lo haya decidido usted o
la comandante en jefe. Aún así, quiero suponer que no fue idea suya
esta bufonada, pero se lo ordenaron y usted obedeció sin pensar que al
ser partícipe de este acto quedaba asociado a un hecho criminal cometido
en el pasado.
Sepa, si alguien no se lo ha dicho ya, que quienes le
ordenaron proceder de esta manera ni lo respetan ni tienen por usted
consideración alguna. Usted no ha ganado nada por sí mismo. El poder que cree
tener es sólo un préstamo en la medida que se porte bien o hasta que deje de
servirle en acciones espurias a la comandante en jefe. Después, ya usado, será
tirado al tarro de los desperdicios y enviado a su verdadero castigo, el
desprecio de aquellos que alguna vez llamó camaradas.
JOSE LUIS MILIA
Josemilia_686@hormail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los mensajes son moderados antes de su publicación. No se publican improperios. Escriba con respeto, aunque disienta, y será publicado y respondido su comentario. Modérese Usted mismo, y su aporte será publicado.