El
pensamiento de Mons. Richard Williamson
Obispo
de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X
Número
CCLXV (265), 11 de Agosto de 2012
En lo que se
refiere al drama de las almas que caen al Infierno (y muchas eligen hacerlo:
Mt.VII,13; XXII,14), un lector presenta un problema clásico que puede ser
resumido brevemente como sigue. O bien Dios quiere que las almas sean
condenadas o no lo quiere. Si lo quiere, realmente es cruel. Si no lo quiere y
sin embargo ocurre, entonces no es todopoderoso. Entonces ¿es cruel o no es
todopoderoso? ¿Cuál de las dos cosas?
Digamos
inmediatamente que Dios no manda ningún alma al Infierno. Cada una de las
numerosas almas condenadas se lanza ella misma al Infierno por una serie de
elecciones que ella ha hecho libremente mientras vivía en la tierra. Dios le
había dado la vida, el tiempo y el libre albedrío, así como un gran número de
ayudas naturales y gracias sobrenaturales para convencerla a elegir el Cielo,
pero si ella las rehusó, Dios entonces la dejó tener lo que quiso, a saber una
eternidad sin El. Y esta pérdida de Dios para un alma hecha por Dios solamente
para poseer a Dios, es de lejos su sufrimiento más cruel en el Infierno. Así,
Dios deseó que el alma hubiera elegido el Cielo (como se ve en I Tim.II,
4), pero El quiso permitir el mal de su elección por el Infierno con el
propósito de sacar de este mal un bien mayor.
Observen el uso
empleado aquí de las dos palabras “desear” y “querer”. “Querer” algo es mas
categórico que solamente “desearlo”. Así, un padre de familia bien puede no desear
que su hijo sufra duras experiencias en la vida, pero en vista de todas las
circunstancias, él puede querer dejarlo sufrir porque sabe que es la
única manera por la cual su hijo aprenderá. De un modo similar en la parábola
del Hijo Pródigo, el padre no deseaba dejar a su hijo mas joven salir de la
casa y dilapidar su herencia, pero quiso dejarlo hacerlo porque es lo que el
padre de hecho hizo, y un bien realmente salió de ello – la vuelta a la casa
del hijo ahora arrepentido, un joven mas triste pero mas sabio.
De la misma
manera Dios desea que por un lado todas las almas se salven porque por
eso las creó y por eso murió para todas en la Cruz, donde una gran parte de su
sufrimiento fue precisamente el saber que tantas almas no elegirían aprovechar
de su Redención para ser salvadas. ¡Un tal Dios no puede ser de ninguna manera
considerado o llamado cruel! Por otro lado, Dios no quiere que todas las
almas se salven, si ellas mismas no lo quieren, porque si lo quisiera, todas
serían salvadas, porque El es todopoderoso u omnipotente. Pero, dadas todas las
circunstancias, esto significaría en realidad despreciar la libre elección de
aquellos que, dejados a sí mismos, elegirían no ser salvados, y eso
significaría pisotear su libre albedrío. Pero vemos cuan apasionadamente los
hombres ellos mismos valoran su libre albedrío cuando observamos como les
disgusta recibir órdenes o cuanto les gusta ser independientes. Ellos saben que
su libre albedrío es la prueba de que ellos no son simplemente animales o
robots. Asimismo Dios, El también, prefiere que su Cielo sea poblado de hombres
y no de animales o robots, y por eso El no quiere que todos los hombres
sean salvos, si no lo quieren ellos mismos.
Sin embargo,
Dios no quiere que las almas sean condenadas porque, otra vez, sería
crueldad de su parte. El sólo quiere permitir que ellas se condenen, en
vista de las circunstancias que estas almas tendrán así la eternidad de su
propia elección, mientras que El tendrá un Cielo de seres humanos y no de
animales o de robots.
Así su deseo de
salvar todas las almas significa que El no es de ninguna manera cruel, mientras
que la condenación de numerosas almas no prueba de su parte una falta de
omnipotencia, sino una elección de valorar el libre albedrío de sus criaturas y
el placer infinito que El tiene al recompensar con el Cielo, almas que han
elegido amarle sobre la tierra.
Madre de Dios,
¡ahora y en la hora de mi muerte ayúdame a amar a tu Hijo y a elegir el Cielo!
Kyrie eleison.
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