Por Carlos Manuel Acuña
Como siempre sucede en oportunidad de los grandes cataclismos, el impacto social que producen puede derivar en severas complicaciones políticas, especialmente cuando existen motivos que los justifiquen. Las grandes marchas cívicas que comenzaron a darse desde el año pasado, fueron o son algo así como el preámbulo de otros acontecimientos que tienden a ser mayores y anticipadores de un futuro que empieza a dibujarse en el escenario político. El lanzamiento de la reforma judicial efectuado por Cristina W. tiene algo de distractivo respecto de las repercusiones del desastre sucedido en La Plata, al margen del sentido que tiene en si misma esta propuesta de controlar en términos absolutos el ejercicio del poder. Tanta es la importancia potencial que tiene la inundación sobre la opinión pública, que desde las altas esferas del Ejecutivo se juzgó oportuno avanzar con esta propuesta que tendrá más resistencias que las que supone el oficialismo, tantas, como para alertar acerca de las consecuencias que tendrá la pulseada de lo que será una muestra la nueva manifestación prevista para el cercano 18 de abril.
A medida que pasan las horas, en La Plata aparecen más cadáveres y las cuentas parecen acercarse a esa cifra que comenzó a bailar con su carga de alarma frente a los ojos cristinistas: más de 300 ahogados por la desidia oficial. En la morgue judicial había hasta el momento de escribir estas líneas, 109 cadáveres que deberían sumarse a los 51 del primer momento, número que ya se amplió desde la madrugada de ayer. Para colmo - y para alimentar la susceptibilidad de la gente - al juez que investiga se le impidió el ingreso al lugar y ya circula la noticia de que se le pedirá juicio político como "castigo", "amedrentamiento" y, agregamos nosotros, como anticipo de la "democratización" de la justicia cuyos proyectos ya ingresaron al Congreso de la Nación.
Todo se mezcla y no se amalgama. Salen disparadas las partes de la crisis argentina y los pedazos golpean paredes, embajadas, redacciones y ahora llegan al exterior donde preocupan a los analistas; hasta la nota que el Papa Francisco le hizo llegar a Lorenzetti para agradecerle las felicitaciones que éste le envió, es mirada como una pátina significativa del problema que se acumula en el escenario institucional de nuestra ex República. No es para menos. Al cúmulo de mentiras que salen del riñón del oficialismo se agrega la situación económica que tiende a agravarse, a los reveses que el gobierno recibe desde todos los ángulos y ahora a los 12 cuerpos aparecidos en un desagüe platense, con lo cual ya no es fácil determinar con exactitud la cantidad de ahogados. Más aún, desde fuentes seguras nos dicen que aparecen cadáveres de chicos y de ancianos con lo cual el tema ya supera los calificativos más o menos moderados con que se hacen referencias públicas al desastre.
Entre tanto, los damnificados reciben con asombro los términos de la pretendida ayuda financiera ofrecida por el gobierno, pues se asegura que los famosos subsidios no son tales sino que se limitan a créditos especiales, es cierto, pero bajo ciertas condiciones de cumplimiento ineludible. Entre ellas, tener al día el pago de los impuestos urbanos que en numerosos casos son aquellos que jamás pueden atender quienes viven en casillas, carpas u otras construcciones precarias. Lo que sí se sabe es que si se contabilizan más de cien muertos, deberá calificarse como catástrofe a la inundación y en tal caso, eximir del pago de impuestos a un amplio porcentaje de habitantes platenses y de los alrededores de la capital de la provincia de Buenos Aires sometida, decimos de paso, a un proceso político determinante del futuro en la materia. Y ya que hablamos de impuestos, adelantaremos brevemente un comentario que es motivo de estudio contable. Se sostiene con bastante aproximación a la realidad, que en los diez años de kichnerismo se recaudó una cifra superior a los 800 mil millones de dólares que producen el siguiente interrogante que se relaciona con las obras que no se hicieron: deducidos los gastos administrativos, el saldo ¿dónde está?
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