Por el Prof. Alejandro Pérez Unzner
Don
José de San Martín “grande fue cuando el sol lo alumbraba, y más grande en la
puesta del sol”, como nos lo recuerda el himno en su honor. Y fue grande en la
galería de los forjadores de la nacionalidad junto a Liniers, a Saavedra, a
Belgrano y a Rosas.
“San Martín el señor de la guerra, por
secreto designio de Dios”, dice también ese himno. El Libertador, a quien
recordamos esta noche, fue dueño de una visión geopolítica y de estratega
militar incomparable. Supo valorar el esfuerzo de Belgrano cuando lo sucedió al
mando del Ejército del Norte y, a diferencia de varios protagonistas de nuestra
vida política, de antes y de ahora, “no se la creyó”. Basado en su enorme
humildad y su incorruptible sentido del deber, valoró el esfuerzo del creador
de la bandera y edificó el mayor éxito militar del continente a partir de
fracasos y empleando al máximo los escasos recursos disponibles.
Supo leer su tiempo y entender su
mundo, sin fatigar a los pueblos que redimió ni con ambición ni con orgullo. No
dejó de involucrarse en la política, hasta el fin de sus días: fue uno de los
tantos militares que dejaron su huella en la historia de la Argentina. Preocupado
por las luchas entre hermanos, enfrentado a otras figuras de la época en cuanto
a misión, visión y valores, no toleró el desangramiento al cual oscuros
intereses estaban sometiendo a la Patria. Por eso, aunque mantuvo trato con
personajes de distinta concepción ideológica, fue claro en su legado moral y
contundente en su testamento militar. Como que, en sus célebres “Máximas” para
su hija, incluyó fomentar el amor a la verdad y el odio a la mentira.
“Padre augusto del pueblo argentino,
héroe magno de la libertad, a tu sombra la Patria se agranda en virtud, en
trabajo y en paz”. Tres elementos que, en estos agitados días, necesitamos más
que nunca.
Muchas gracias.
Cool!
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