En la foto: Juan Domingo Perón, María Estela Martínez de Perón y José López Rega.
Por Juan Andrés Bello
(Especial para Diario Pregón de La Plata)
Contaré una historia que me refirió un galeno a quien llamaré J.C., en un almuerzo que compartimos con conocidos, acerca de un secreto no divulgado de la muerte del General Juan Domingo Perón.
Hablando de diversos temas, confesó una hecho que personalmente considero poco conocido, atento que en algunas biografías que tuve acceso sobre el General Juan Domingo Perón, se hace referencia que su muerte acaeció el día primero de julio del año 1974.
Lo que a continuación pasaré a narrar contraría dicha información, y si bien han pasado muchos años de su deceso considero que es importante se tome conocimiento de lo relatado por alguien que dijo ser testigo directo de los hechos, y pueda arrojar algún dato nuevo a la Historia. Por consiguiente, se esclarecerían además hechos y situaciones de aquél momento histórico.
Durante el almuerzo con el galeno J.C., el mismo por casualidad se refirió a que fue testigo de un hecho que da por tierra a la historia “Oficial”, aquella que con el aval del tiempo de la costumbre desplaza en muchos casos a la realidad.
En la conversación mantenida con el médico, y como si tal cosa fuera “la cosa”, me refirió una anécdota que le tocó vivir en su juventud cuando hacía poco tiempo que se había recibido.
El mismo fue llamado junto con otro colega a la quinta de Olivos, la residencia Presidencial. Era el día 26 de junio del año 1974, a las 16,30 hs aproximadamente, y el objetivo del llamado era hacer un electro cardiograma al presidente Juan Domingo Perón.
Al presentarse ante el portón de la mansión, y después de ser atendidos, el personal de seguridad les solicitó que esperen por unos momentos. Posteriormente se apersona en el ingreso una persona, que para su sorpresa era José López Rega. Este los saluda y les expresa su pesar, al tiempo que manifestaba apesadumbrado: “hace una hora, ha muerto el General”.
La sorpresa que sintieron los médicos fue mayúscula, pero se vio superada cuando él les ordenó y exibió que guardaran “silencio” ante la muerte del líder, expresándoles que en ese momento la Vicepresiente María Estela Martinez de Perón se encontraba en el exterior, y por consiguiente de anunciarse en ese momento el deceso del Presidente podría sobrevenir un grave problema político a nivel nacional.
Con tal información y órdenes imperativas, partieron consternados nuevamente para el nosocomio en donde desarrollaban sus actividades, seguros de haber sido protagonistas de un hecho histórico.
El relato durante el almuerzo compartido continuó incluso con derivaciones sobre hechos que sucedieron años después, pero esa será tela para otra historia.
El lector se preguntará “¿y qué?, Si murió un día u otro ¿qué me importa?”. Sin embargo, tal vez la incógnita propia de la curiosidad haga su labor, y se ponga a indagar con algún conocido sobre la cuestión que, por esas casualidades, como la de encontrarme con quien me relató este hecho desde su propia experiencia, pudiera haber sido testigo de un hecho similar. ¿A quién puede constarle la veracidad de esta versión que me relataron, y que contradice todo lo escrito hasta hoy?
Pero en fin la Historia no es letra muerta, no todo se dijo y se dice, ni consta en los libros o en Internet, y cuando en algunas ocasiones se miente la mentira aparentemente debe ser mantenida.
Pero la luz de la verdad con el tiempo se asoma, y lo narrado puede ser el puntapié inicial para que algunos investigadores puedan hurgar y confirmar o no lo expresado. O tal vez será mejor… “no hablar de ciertas cosas”.
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