Presentóse un día a las puertas del Seminario de Padua un niño de familia pobre. Modestamente vestido y con la timidez del que solicita un favor, entregó al Rector una carta de recomendación firmada por el Cura de la parroquia.
— Señor, balbuceó con embarazo el niño, dicen que tengo vocación sacerdotal, pero soy muy pobre... no tengo como educarme; por eso vengo aquí para que Vd. vea lo que se puede hacer conmigo. El Rector, cuyo seminario pasaba por muy duras estrecheces, con dolor bubo de decirle:
— Mira hijo, por ahora no se puede... vuelve más tarde...tal vez entonces... en fin veremos.
Pero llegado el hecho a noticia de una caritativa señora, se ofreció gustosa, aun con notable sacrificio, a costear la educación de ese niño, que era aquel día el modestísimo José Sarto y que más tarde fue el santo Pío X muerto en 1914 después de once años de glorioso pontificado.
A esto se llama en verdad cooperar a la gloria de Dios.
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