Por Juan José Sanguinetti*
El universo en Santo Tomás es el conjunto ordenado de todas las criaturas. Su máxima unidad le viene de la común posesión del ser participado, como consecuencia de los trascendentales en relación a su carácter de uno y diverso, inteligible, bueno y dotado de belleza armoniosa. Procedente del acto creador de Dios, se escalona en grados de ser analógicamente cognoscibles. Cada grado constituye un orden, un cierto cosmos restringido con un entramado de relaciones internas y una peculiar unidad, y entre los grados inferiores y superiores se van estableciendo nuevos ordenes superpuestos, hasta llegar a la unidad completa de la totalidad del universo. Cada nivel incluye, a su modo, las perfecciones trascendentales del ser participado, pero ellas deben conocerse inductivamente y no pueden anticiparse a priori desde los tiempos generales.
El cuadro que he delineado da idea de una cosmología metafísica del Aquinate .Si bajamos al mundo natural, subhumano, nos encontraremos obviamente con una cosmología física que se pone en relación con los conocimientos científicos del siglo XIII heredados de la ciencia helenística, contando con la mediación árabe. Veremos entonces la imagen del cielo astronómico, con sus inalterables esferas de éter, girando alrededor de la tierra, el sitio de la vida corruptible y de la existencia humana. Santo Tomás trabaja sobre este modelo físico-cosmológico, que podríamos llamar “mundo tolemaico “, con la interpretación filosófica que él asume de Aristóteles. No puedo aquí referirme al cambio del sentido metafísico que el mundo celeste había sufrido al pasar de los paganos a los autores cristianos, con importantes consecuencias teológicas, metafísicas, antropológicas y éticas. Ese cambio revolucionario no fue tematizado. De ahí su dificultad para estudiarlo. El mundo astral en los cristianos, perdida toda connotación mítica o naturalista, simplemente se pone al servicio de la vida humana en la tierra, quedando así, valga la expresión como “antológicamente” (*) devaluado.
Con estas premisas, voy a referirme ahora a los siguientes puntos:
1º) La creación como independiente del tiempo: en las recientes cosmologías científicas parecen que de algún modo se ha identificado la creación divina del universo con el momento singular en el comenzaría el tiempo. Esto es bastante evidente, por ejemplo en el libro de S. Hawking sobre la historia del tiempo; el autor sugiere que el modelo de universo estilo Friedmann-Lamaitre, con su exigencia de llegar a una singularidad inicial que marca el limite más allá del cual no hay tiempo y desde el que se produce el Bin Bang u origen del universo, presupone fácilmente la necesidad del creador; en cambio , si se logra una explicación física que prescinda de la singularidad inicial, se llegaría a un universo autoconsciente que haría superflua la intervención del creador.
La filosofía de Santo Tomás, precisamente por haberse medido con el universo eterno aristotélico, permite ver a esta cuestión con más profundidad: Para el Aquinate “no hay ninguna incompatibilidad entre el hecho de que algo sea creado por Dios y que haya existido desde el principio “El eventual conocimiento del inicio absoluto o no-inicio del tiempo en su doctrina es siempre problemático para la razón humana.
Conocemos sólo por la fe cristiana que el mundo no existe desde siempre ( ab aeterno ).
Por eso sus argumentaciones de la existencia de Dios nunca asumen una línea temporalista: la causa de algo no es “lo que viene antes", sino el fundamento esencial y atemporal en virtud del cual algo es, así como una conclusión deriva atemporalmente de sus premisas.
2º) Valor realista de las cosmologías físico-temáticas: para poder dar alcance ontológico a las actuales cosmologías, es necesario que estas sean interpretadas de un modo relista. En los últimos decenios que éstas sean interpretadas de modo relista. En los últimos decenios se ha ido afirmando el realismo científico y se ha dejado atrás el positivismo convencionalista de principios del siglo XX. Pero al mismo tiempo se ha extendido un modo de pensar matemático asumido sin cautelas críticas, como si fuera directamente ontológico. Si bien este fenómeno se produce sobre todo a nivel de divulgación, no deja de ser importante ya que hoy la alta divulgación científica es un sitio privilegiado de encuentro entre la ciencia y la filosofía.
En Aristóteles, seguido en esto por Santo Tomás, se daba una desconfianza básica ante las especulaciones matemático-ontológicas de los platónicos. Su exigencia es dar un carácter físico a las explicaciones físicas puede ser especialmente oportuno cuando hoy vemos que se manejan con facilidad términos como creación, nada,, espacio, tiempo,,constante cosmológica, inversión del tiempo, indeterminación etcétera, como si el tránsito de la fórmula matemática o del procedimiento de medida a la afirmación ontológica no fuera problemático (por ejemplo, en las conocidas discusiones filosóficas sobre el “gato de Schrödinger” se advierte una confusión entre el orden ontológico y el plano mesurativo físico matemático).
Entre la postura simplemente convencionalista y el realismo acrítico cabe un realismo epistemológico moderado, que hará valer encada caso concreto, en cada nivel científico distinto, sin posiciones a priori, examinando cada problema con las debidas exigencias analíticas. Creo que las características del pensamiento de Santo Tomás aconsejan esta actitud en el peculiar momento de la cosmología que estamos atravesando.
3º) Evolución del universo: la concepción física del universo de Santo Tomás, tomada de Aristóteles, en la actual terminología científica sería calificable de “estacionaria” (paradójicamente, los partidarios del viejo modelo estacionario pretendían evitar las sugerencias creacionistas del Bin Bang, entendiendo la creación en términos temporalistas).
¿Pero no existe en Santo Tomás algún atisbo de una eventual transformación del universo? Si el universo evoluciona, con la aparición de sustancias más perfectas hasta llegar a la vida del hombre, se plantean cuestiones filosóficas importantes sobre la causalidad, el fanatismo o el grado de intervención de Dios creador en esas etapas sucesivas (naturalmente se corre también el riesgo de mezclar la creación divina con las causalidades segundas).
En cualquier caso Santo Tomás sostiene que la creación divina apunta directamente a la totalidad del universo, en todo su posible curso temporal hasta su estadio definitivo, así como un artista hace una obra completa y no un esbozo inicial.
Pero además puede observarse que los comentarios de San Agustín al Génesis sugirieron a Santo Tomás la posibilidad de que Dios creara el universo no simultáneamente, sino siguiendo ciertas etapas acomodadas al orden natural, de modo que después de una primera creación absoluta, cierta fuerzas virtuales (**) desarrollaran el universo hacia los estadios más evolucionados.
Cuando el texto escriturístico habla a continuación de la tierra que produce animales, Tomás comenta escuetamente que los animales fueron producidos o en acto o en potencialmente. Respecto a la creación de las plantas a partir de la tierra, señala de modo semejante la posibilidad de que hayan sido formadas causalmente (causaliter), no en acto sino en causas iniciales. En los seis días de la creación Dios hizo las cosas o de modo originario o causalmente (originaliter vel causaliter). Desde entonces Dios deja de obrar de este modo, abriéndose la etapa que el Aquinate denomina opus propagationis , en que se propaga todo lo que fue creado causalmente, aunque a la vez Dios usque modo operatur, continúa obrando siempre como causa primera del ser. Pueden aparecer nuevas especies en el tiempo como resultado de la combinación de especies precedentes, o por causalidad virtual contenida en los elementos terrestres o celestes.
4º) Principio antrópico: para Santo Tomás el universo físico, incluyendo el mundo astral, está hecho por Dios para el hombre mientras que en cambio Dios ha creado a cada persona por sí misma y no meramente como parte de una totalidad cósmica. Estas afirmaciones, en contraste con el naturalismo griego y fuertemente personalistas, están obviamente inspiradas en la visión cristiana del universo.
Con la afirmación del copernicanismo, la Tierra perdió su carácter de centro topológico del universo, lo cual dio, pie a poner en duda el carácter privilegiado del hombre en la creación. El hombre podía sentirse como habitante de un planeta insignificante en la inmensidad de los espacios, indiferentes a su vida y quizá poblado por otros vivientes u otros seres racionales análogos al hombre en otros sistemas estelares parecidos al nuestro. En filosofía moderna encontramos reflexiones explicitas (***) en este sentido (por ejemplo en Descartes).
El descubrimiento de la armonía entre los parámetros del universo que conocemos, desde sus primeros instantes y en sus constantes cosmológicas, con las condiciones físicas asombrosamente improbable para que pudiera surgir un planeta como la Tierra apto para la vida humana, ha sugerido a los cosmólogos actuales la propuesta del llamado principio antrópico. Parte de las interpretaciones filosóficas que ese principio ha recibido en los últimos años, sujetas a discusión, no cabe hoy dudar de que esa armonía es un hecho. El universo parece diseñado para el hombre, como quien mide una casa y descubre que está hecha para un tipo de habitantes muy específicos. Su tamaño, su edad, sus dimensiones, sus proporciones, internas a nivel de fuerzas, son exactamente las requeridas para permitir la vida humana. El hombre vuelve a aparecer en el centro, aunque no se trata de un centro en el espacio, sino de algo más profundo, pero igualmente sujeto a una precisión físico-matemática. Sólo podría replantearse la situación “ser perdido en un todo indiferente “si se postula la existencia de una pluralidad de universo uno de los cuales resulta favorable al hombre, una posibilidad hoy también imaginada pero extremadamente especulativa.
(*) Ontología: Parte de la metafísica que trata del ser en general y de sus propiedades trascendentales.
(**) Virtuales: que tiene existencia aparente y no real.
(***) Explicitar: que explica clara y determinadamente una cosa.
* Doctor en Filosofía de la Universidad de Navarra, y Profesor de Lógica de la Pontificia Universidad Urbaniana.
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