Muchos desconocen que antes de la Misa actual, fruto de una reforma litúrgica desarrollada durante el papado de Pablo VI, había una Misa que se celebraba en Latín con el sacerdote de cara al Sagrario y que había sido ordenada por San Pío V, a la cual se llama Misa Gregoriana. La Misa que actualmente se celebra, no existía en 1968.
No solamente eso, sino que muchos desconocen la existencia de los Ritos Orientales dentro de la Iglesia Católica, tales como el Rito Caldeo, Armenio, Sirio, Griego, Ucraniano, Bizantino, que suman 22 Ritos.
El Concilio Vaticano II dispuso que todos los ritos debían ser conservados y fomentados por todos los medios, es decir, no debían sufrir cambios ni ser minimizados u omitidos. Referíase a su vez a los Ritos Orientales, cuyos miembros constituidos por minorías de feligreses y sacerdotes, deben comprometerse con su propio Rito, a los efectos de que no se extingan. La falta de asistencia a la Misa en el Rito Latino, y la falta de concurrencia a la Misa del Rito que corresponde a cada uno en el caso de los Ritos Orientales, no solamente es una falta de frecuencia en el cumplimiento de los Sacramentos y de los Preceptos de la Iglesia, sino que hace correr el peligro de extinción del Rito por falta de feligreses y sacerdotes.
Cabe destacar que en aquellos momentos, la Misa actual no existía, por lo cual el Concilio no se refirió a la actual Misa de Pablo VI, que queda excluida de la consideración.
El Motu Propio del Papa Benedicto XVI tiende al cumplimiento de esta disposición clara del Concilio Vaticano II. La conservación y promoción de los Ritos a que se refería el Concilio, involucra además la formación en los Seminarios de los futuros Sacerdotes, quienes al ordenarse deben tener todos los conocimientos para poder celebrar la Misa Gregoriana, que permite transmitir la herencia recibida desde Jesucristo mismo. Negar tal formación a los seminaristas implica por tanto una conducta que va directamente contra el Concilio Vaticano II, falsamente alegado por muchos sacerdotes incautos o malintencionados, e incluso por algunos Obispos, para justificar abusos litúrgicos.
Dice el Concilio Vaticano II en la Constitución "Sacrosanctum Concilium", Sobre la Sagrada Liturgia, párr. 4: "El sacrosanto Concilio, ateniéndose fielmente a la tradición, declara que la Santa Madre Iglesia atribuye igual derecho y honor a todos los ritos legítimamente reconocidos y quiere que en el futuro se conserven y fomenten por todos los medios".
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