En la foto: Carlos Carlés, el hombre de palabra elegante y florida
La presente nota se realiza en base a la publicación de El Arca Digital en su edición 395, de una nota aparecida en Primera Plana en el mes de abril de 1969.
“Contra los indiferentes, los anormales, los envidiosos y haraganes; contra los inmorales, los agitadores sin oficio y los energúmenos sin ideas. Contra toda esa runfla sin Dios, Patria, ni Ley, la Liga Patriótica Argentina levanta su lábaro de Patria y Orden... No pertenecen a la Liga los cobardes y los tristes."
Valientes y alegres
En 1919 Manuel Carlés separó a sus seguidores de quienes propugnaban el avance de las ideologías "nuevas" que producen actos de agitación en el país. Como respuesta, se constituye una organización civil. La Asociación del Trabajo y la Liga Patriótica Argentina se constituyeron en los baluartes de una guerra.
La Liga se fundó, provisionalmente en los salones del Centro Naval, en Florida al 800, bajo la presidencia del Almirante Manuel Domecq García. En la noche del sábado 5 de abril de 1919, cuando se conformó la comisión definitiva con Manuel Carlés en el cargo de Presidente.
Nacido en Rosario en mayo de 1870, se doctoró en Jurisprudencia en Buenos Aires, enseñando Literatura y Filosofía en el Colegio Nacional. Fue convencional para la reforma de la Constitución en 1898, y también Diputado Nacional por Santa Fe en ese mismo año. Carlés también se inició en el periodismo junto a Sarmiento, en El Censor.
A sus treinta años de edad, fue descripto del siguiente modo: "De palabra elegante y florida, de argumentación fogosa y convincente, sosteniendo siempre el principio de la razón y la justicia, es uno de los parlamentarios más jóvenes y bien preparados que hacen honor a la Legislación Argentina. Amigos y adversarios, si es que los tiene, le escuchan con respeto y suelen huir su polémica indestructible y abrumadora" (Galería de Hombres de Actualidad, por Antonio A. Díaz en 1899).
El 18 de abril de 1919 Carlés organizó formalmente la Liga, y a solamente 15 días de su designación como Presidente ya contaba con una tropa de 9.800 miembros: 4.500 reclutados por los delegados vecinales –parroquias de San Juan Evangelista, Santa Lucía, Villa Devoto, San Carlos Sur y Villa Urquiza– y 5.300 adheridos directamente en la Secretaría General. Enseguida sus emisarios fueron a las provincias de Santa Fe, Mendoza, Entre Ríos y Córdoba. El 23 de abril por la noche, Carlés abrió la sesión, complacido por "la forma entusiasta con que el vecindario respetable comienza a cumplir los propósitos de la asociación en la hora presente". De ese modo, nacía un pequeño ejército.
En 1920, Carlés decide actuar "haciendo la guardia de la sociedad con el arma al brazo", a la vez que conservó una débil filiación radical que más tarde declinaría.
Huelgas y anarquía
Desde 1916 hubo huelgas de obreros portuarios, municipales, agrarios, frigoríficos, ferroviarios. En 1918 estallaron 196 conflictos que comprometieron a 133 mil hombres; en 1919 las cifras se elevaron a 367 y 308 mil.
La vorágine comienza con los obreros metalúrgicos de los talleres Vasena, y entre el 6 y el 13 de enero, policías, obreros, provocadores y rompehuelgas se tirotean en las calles de Buenos Aires dejando como saldo unos 700 muertos, 4.000 heridos y millares de presos.
Yrigoyen depone su papel de arbitro ecuánime, cuando la agitación arrecia.
Aunque se formó en abril de 1919, la Liga Patriótica Argentina ya había iniciado su accionar. Nicolás Repetto, diputado socialista, la denunció en el Congreso el 10 de junio de 1916, acusándola de ser una organización paramilitar estrechamente conectada con el Ejército.
Carlés afirmó: "Cuando los huéspedes de la Nación amenazaron alterar la Constitución del Estado y difamar la fisonomía social de nuestro pueblo y perturbar el orden público, los argentinos formamos a la vez nuestra asociación para defender los intereses nacionales y la pureza de la moral argentina". Asimismo, aseguró disponer de una estadística policial en la que consta que "de 59 mil sectarios identificados en la Capital, 5.317 son argentinos y 43.683 extranjeros". Y por ello concluye: "El país soporta en estos momentos los efectos de la inmigración intermedia del 80 al 1900. Esa vino para conquistar y el conquistador funda en sí el pasado; no admite la tradición local".
José Ramón Romariz, miembro de la Policía Federal entre 1910 y 1941, detallaba: "La Liga Patriótica Argentina del doctor Carlés pareció responder en su origen a honrados y exclusivos propósitos de combatir a los extremistas... Y de tal creencia pareció participar el mismo Gobierno radical, que no sólo autorizó al personal policial a integrar como afiliados esa Liga, sino que también permitió que sus secciones (con radio y número igual a las policiales), se reunieran en las respectivas comisarías." Poco después, según Romariz, se prohibió la concurrencia de los miembros de la Liga a las oficinas de la Policía y el personal fue obligado a cancelar su afiliación.
Félix Luna a su vez afirmó que "El Gobierno de Yrigoyen jamás tomó espontáneamente medidas contra los movimientos obreros", a la vez que él mismo autoriza al general Dellepiane, Jefe de Policía, a proveer de revólveres Colt, "con su correspondiente dotación de proyectiles", a los particulares dispuestos a colaborar con la fuerza pública. El trámite es sumario, se hace sin control de ningún tipo; los postulantes llegan –según Romariz– "de los comités oficialistas" y de "las grandes mansiones del barrio Norte".
La hora de la espada
En julio de 1923, la Liga propicia en el teatro Coliseo, junto al Círculo Tradición Argentina, las cuatro conferencias donde Leopoldo Lugones arroja las nueve bases: "Italia acaba de enseñarnos, bajo la heroica reacción fascista encabezada por el admirable Mussolini, cuál debe ser el camino a seguir..."
En diciembre de 1924, el mismo Lugones desde Lima, en conmemoración del centenario de la batalla de Ayacucho, proclama: "Yo quiero arriesgar algo que cuesta mucho decir en estos tiempos de paradoja libertaria y de fracasada, bien que audaz, ideología: ha sonado otra vez, para bien del mundo, la hora de la espada".
La Liga Patriótica Argentina es, según Jorge Kern, "una institución desvinculada de toda bandería política".
Ignacio Capdevila en declaraciones públicas negó que la Liga haya protagonizado actos de violencia: "La actividad se restringía a conferenciar y aconsejar desde los atrios de las iglesias. La meta era inspirar a la reacción social, no bélica, contra los elementos disolventes".
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