por Alejandro Pérez Unzner
APUntes sobre política, en búsqueda del bien común
Escritos en los últimos días de abril de 2010
El 24 de marzo de 1962 (Cualquier aproximación a la realidad posterior puede no ser definitivamente casual), el boxeador Emile Griffith destruyó sobre el ring del viejo Madison al cubano Bernardo “Benny (The) Kid” Paret. Este, en la previa del combate mundialista, había ofendido a su rival, aludiendo a cuestiones de su intimidad: el estadounidense se vengó llevando el lado malo del boxeo a sus últimas consecuencias.
Cinco días después, era derrocado el presidente Arturo Frondizi, quien había “ofendido” a sus rivales políticos instrumentando un plan que evidentemente afectaba a intereses sectoriales más que íntimos. El poder real de entonces llevó sus malas intenciones hasta el final.
Paret, al momento de ser destituido Frondizi, quien había reestablecido puentes con su Cuba natal (ya bajo el tiránico régimen de los Castro, que aun hoy perdura pero del que entonces no se esperaba tanta malicia), estaba en coma y poco le faltaba para fallecer.
El líder desarrollista, de tan audaces movidas en pos de reubicar a la Argentina en un mundo que asomaba a la agonía de la vieja Europa, en plena “Guerra Fría”, dio pelea varios años más. Fue protagonista de atormentados rounds de nuestra Argentina y terminó muriendo “de viejo”, respetado y hasta añorado. Llegó al final de su pelea repuesto de aquél K.O. técnico que había sufrido.
Hoy día, al gobierno elegido en 2007 le restan unos 600 días de mandato. Con una cosecha (la 2010/11) más por delante, que arranca bastante bien en lo que tiene que ver con la humedad en el perfil, habida cuenta del lluvioso semestre cálido que hemos vivido, pero cargada de incertidumbre en lo que hace a lo comercial, desde que no está claro que pasará con el desenvolvimiento del mercado de granos en nuestro medio, al menos completamente. Y con muchas más que una (y esperemos, menos que 600) trompadas para repartir (y recibir). Como las dolorosas que le aplicara Griffith a Paret cuando éste, indefenso, colgaba de las cuerdas en el Garden sin que el encargado de impartir justicia allí hiciera algo por él.
Estamos prácticamente transitando (y sufriendo, a lo Paret) la primera ocasión en la que un Ejecutivo de corte peronista debe convivir con un Congreso adverso en los números. Y esperamos que la Corte y los demás encargados de administrar justicia trabajen esforzadamente en llevar a feliz (y sano) término esta pelea que se ha instalado en el ámbito socio-político nacional (la cual no detallamos, por ser de público conocimiento y quedar fuera de nuestro modesto alcance).
La campana final sonará el 10 de diciembre de 2011. Mientras tanto, como en el boxeo, no se justifican acciones que violen el reglamento y lleven a daños más importantes que los normalmente esperables. Si la trampa puede ser delito entonces, si la combinación de imprudencia e intención acaba con la eliminación del contendiente, si se quiere causar una lesión (quizás no fatal, es cierto) a sabiendas de que los medios que se emplean no deberían hacerlo, no es cuestión de llegar a tarjetas que expresen fallos divididos y discutibles ni de que todo se reduzca a certeros golpes de nocaut. Se trata de trazar estrategias claras, sin dobleces, reconociendo -cuando quepa- la superioridad del adversario y hasta contragolpeando lealmente si éste exhibe un a priori indoblegable potencial de ataque.
A la fecha, Griffith, septuagenario, luce muy enfermo y vive en la pobreza. Nino Benvenuti, contemporáneo y otrora su rival post-Paret, con quien se pasaran de mano tres veces la corona mundial de los medianos, le ha tendido una mano, a fin de intentar rescatarlo y llevarlo a un final lo más digno posible. Un tal vez no tan tardío abrazo de reconciliación.
Simultáneamente, vemos la foto del Bicentenario venezolano y su trasfondo de posiciones enrevesadas mal entendidas como revolución internacionalista contra las sempiternas estructuras del subdesarrollo que tanto quiso combatir Frondizi, por encima de las sonrisas y declaraciones de compromiso. La presidente Fernández (que es de Kirchner) se luce junto al dictador Chávez, al Castro déspota de turno (ahora Raúl, formalmente) y al guerrillero Ortega. Faltan el bananero Correa, el tránsfuga Lugo y el coquero Morales para que el cuadro esté completo.
Pensamos que si Frondizi hubiera podido terminar su mandato constitucional, y siguiendo a politólogos de fuste, quizás el pacificador abrazo Perón-Balbín (de una década más tarde) habría ocurrido varios años antes. En el medio, la obra destructora trasnacional, financiada por diversas fuentes (de aparente disímil origen pero calcados objetivos) hizo lo suyo, como los golpes de Griffith, para acabar con las ilusiones y (según el punto de vista) la vida misma del ser argentino.
La relación con Brasil, la posición cierta ante China, el rol como acólito de EE.UU., el trato con la Unión Europea y el día a día en esta -una vez más- convulsionada América Latina de la soja y la coca nos deben hacer reflexionar sobre dicho ser argentino, las líneas-país, las metas de largo plazo y la soberanía nacional, de pensamiento y hechos, más allá del grupo de naciones al que se asocie la nuestra.
Para que no tengamos que penar y lamentarnos, como después de aquel 24 de marzo. Y para que, sí, podamos gozar viendo los sinceros abrazos de concordia que tanto nos hacen falta como Nación.
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