Autor: José Martín Brocos Fernández
Fuente: Arbil.org
Son variados los manuales económicos que abordan bien en presentación sucinta el tema corporativo, o bien exponen todo un desarrollo del mismo normalmente destacando determinadas parcelas.
Entre esta última tipología tenemos toda la abundante bibliografía de tradición corporativa francesa (A. de Mun, Tour du Pin…).
1. Fijación del concepto y negación de supuestos corporativismos.
Algunos de los estudiosos del corporativismo español han pretendido presentar no los precedentes más o menos semejantes del corporativismo, sino el régimen corporativo y las relaciones de éste con el Estado, tanto en el krausismo como en el conservadurismo [1]. El planteamiento teórico mencionado como paradigma de la corriente krausista española es el de Pérez Pujol [2]. El reformismo del liberalismo krausista concibe la sociedad como un agregado de órganos colocados sistemáticamente que forman y encarnan una unidad vital, de donde parte, siempre según este pensamiento, la solidaridad que se manifiesta en la ayuda y colaboración armoniosa de los ciudadanos para la consecución de objetivos. Pero el krausismo no puede considerarse un genuino corporativismo puesto mantiene una más que discutible concepción del principio de subsidiaridad, y busca la reforma dentro de un sistema esencialmente capitalista, con postulados ideológicos contradictorios a la esencia misma del corporativismo. El vicio de origen radica en el fin que persigue, no se trata de un paso, como escribe Meinvielle [3], hacia la reorganización definitiva de la sociedad cristiana, y asentando este régimen corporativo, como corolario necesario, en la representación pública y distintas en los diferentes organismos sociales.
La otra alternativa plantea más dudas. El modelo corporativo conservador, sus estudios teóricos y la plasmación social tiene en España como referente obligado a Aunós, Ministro de Trabajo en la dictadura de Primo de Rivera y en el primer gobierno surgido del Alzamiento Nacional del 18 de Julio. Este modelo partiendo “de las enseñanzas de la encíclica Rerum Novarum y de los contactos que mantuvo con la Italia fascista” [4] parece acercarse más al corporativismo que se cimienta en un orden económico social, en las organizaciones profesionales, en las relaciones familiares y en una conciencia política alejada del mito de la soberanía popular. Los denominados Comités Paritarios de base que desembocan en una organización corporativa responden a este esquema.
2. Azpiazu y Arauz de Robles.
Puede considerarse al P. José Joaquín Azpiazu Zulaica, S.I. no solo como uno de los principales teóricos del corporativismo en España, sino como el que refleja con más rigor el pensamiento corporativo y el querer de la Q.A. de Pío XI, pues no en vano su obra sobre el particular, se acomoda a la del P. A. Müller, S.I., uno de cuatro padres de la Compañía que redactaron la encíclica, firmada por S.S. Pío XI, correspondiendo al P. A. Müller las referencias corporativistas en la citada encíclica. Ambos firmaron en 1935 La política corporativa. Ensayo de organización corporativa [5]. Anteriormente Azpiazu había escrito El Estado Corporativo [6].
La figura política de José María Arauz de Robles [7] es fundamental, pues supone la primera plasmación corporativista de la doctrina pontificia. Su Obra Nacional Corporativa. Plan para un resurgimiento de España y del mundo, a un orden nacional y cristiano [8], fiel expresión de las dos obras citadas de los Padres jesuitas, tuvo reflejo en la puesta en marcha, desde septiembre de de 1936, de la Obra Nacional Corporativa (ONC), que es la organización obrera, no clasista, del Tradicionalismo, la cual fue una tarea inmensa que tuvo dos partes: una, la edición de un libro tamaño folio, único en su género, explicando que es la ONC como instrumento de representación política de los obreros, que además de los esquemas políticos copiados del Ministerio de Corporaciones de Mussolini trae unos conceptos maravillosos acerca de la dignidad del Trabajo, prestatarios de la Q.A., de Azpiazu y A. Müller.
Otra parte de su tarea fue organizar en todos los núcleos de población pisos para el reclutamiento y encuadramiento de los obreros en la ONC. Pero surgieron rivalidades a propósito del reclutamiento de los obreros con otra red paralela que se llamaba las Centrales Nacional Sindicalistas (CNS), que era la herramienta de la Falange. Fricciones que indudablemente contribuyeron, unidas a otras de la retaguardia y el frente, a la Unificación decretada por Franco en abril de 1937, asumiendo el Nuevo Estado que se decanta por la (CNS), y que teóricamente englobaba la red de la Obra Nacional Corporativa (ONC), pero en la práctica las CNS absorben, engullen, fagocitan a las oficinas de la ONC que acaba desapareciendo [9].
La CNS esencialmente responde al esquema conservador de Aunós, mencionado al final de nuestro primer punto; un esquema aunque asumiendo los principios de doctrina social católica, dotan de una preeminencia quizá un tanto desorbitada al Estado en la vida socio-económica. Es Meinvielle quien expone con más claridad las carencias de este corporalismo conservador:
Las corporaciones deben poseer vida propia y no prestada por ningún poder superior (…). Son indispensables la acción de arriba que establece y la de abajo. Porque si todo viene de arriba, será una creación artificial sin raíces, y si se espera que surja de abajo, en vano se aguarda que rompa el ambiente saturado de avaricia, que por definición es contrario a la colaboración propia del Régimen Corporativo. [10]
Aún con las carencias mencionadas, de cierta interferencia, en el justo principio de subsidiaridad, las CNS constituyen un claro y grandioso ejemplo del enaltecimiento del trabajo y dignificación del trabajador, con un sistema sindical orgánico puesto al servicio del trabajador, y proporcionándole protección y cobertura en su justa medida.
Años más tarde, con la democracia inorgánica, desarboladas las C.N.S. por el poder político, resurgirían los sindicatos clasistas, fundamentalmente vividores de las subvenciones oficiales y por consiguiente mayormente servidores de la partidocracia y la plutocracia, intereses espurios al trabajador y al bien común.
Notas
[1] Puede verse, M. A. PREFECTO, “El corporativismo en España: Desde los orígenes a la década de 1930”, en Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, n. 5 (2006) págs. 185-218.
[2]La referencia obligada de Pérez Pujol son los trabajos de Romeo Alfaro, también mencionado por Fernández de la Mora en Los teóricos izquierdistas de la Democracia inorgánica.
[3]Concepción católica de la Economía, passim.
[4]G. Redondo, Historia de la Iglesia en España, 1931-1939, Vol, 1, Madrid, Rialp, 1993, pág. 292.
[5] Madrid, Razón y Fe, 1935.
[6] Madrid, Razón y Fe, 1934 (3ª ed., Pamplona, Edit. Navarra, 1938, 4ªed, Madrid, Razón y Fe, 1940, 5ª ed., Madrid, Compañía Bibliográfica Española, 1952);
[7] Cfr. J. M. BROCOS FERNÁNDEZ, “Una pequeña historia del Carlismo del siglo XX a través de tres semblanzas: Tomás Domínguez Arévalo, José María Arauz de Robles y Francisco Elías de Tejada”, en Arbil [en línea]. Disponible en .
[8] San Sebastián, Edit. Española, 1937.
[9]F. J Caspistegui Gorasurreta, El naufragio de las ortodoxias. El carlismo, 1962-1977, Pamplona, Eunsa, 1997, pág. 108.
[10]Concepción católica de la Economía, pág. 64.65.
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