Jesús fundó la Iglesia, fundó Una sola Iglesia. Durante los primeros 450 años no hubo duda alguna de ello, y siempre hubo sucesión apostólica y un sucesor de Pedro como primer Papa. A ese período de 350 o 400 años después de la crucifixión de Cristo, se lo denomina Patrística, con abundante literatura de los Padres de la Iglesia al respecto. El último Padre de la Iglesia fue San Agustín.
Durante ese período de la Patrística, las ideas han sido ordenadas en la única Iglesia, en la que muy pocas diferencias distanciaban de los Ortodoxos, siendo las más graves la falta de reconocimiento del Papa como sucesor de Pedro y alguna consideración errada sobre la persona de Jesucristo (como por ejemplo el nestorianismo). Sin embargo, en todo el resto de la Doctrina tanto la Iglesia Católica como el Cisma de Oriente que diera origen a los ortodoxos, compartieron por más de 1.500 años una misma Doctrina y Liturgia.
La Iglesia Católica siempre ha seguido con las ideas ordenadas, coherentes, desde Jesucristo hasta el presente. Es muy fácil seguir el hilo de la Doctrina y de la Liturgia
Pero Martín Lutero dio origen a la “Reforma”, afirmando que buscaba volver al espíritu de los primeros cristianos (la Patrística)… y para eso afirmó algo que jamás había sido dicho: la libre interpretación de las Escrituras, y el reconocimiento exclusivo de las Escrituras como patrimonio de la Tradición. Sin embargo, no debemos olvidar que Lutero fue un sacerdote católico, y que la Biblia que transmitió a sus seguidores era tomada de la Iglesia Católica. Su “libre interpretación” se extendió a la Liturgia, y eliminando la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, por lo cual privó a sus seguidores de los Sacramentos.
De la “libre interpretación” a interpretar cualquier cosa, hubo un solo paso, de allí que con el paso del tiempo empezaron a surgir sectas y sectas derivadas de otras sectas que llegaron a deformar completamente el mensaje del Evangelio
La labor del apologeta, tal como siempre se hizo, consiste en desenmarañar el enriedo y esclarecer la Verdad para refutar los errores.
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