Por decisión del Gobierno nacional, el Ejército, la Armada y la Aeronáutica están virtualmente paralizados y disponen de un exiguo presupuesto.
-Te llamo porque mañana está llegando a Barcelona la Fragata Libertad. ¿Qué hacemos?
-Por mí, quemala...
Este breve diálogo telefónico fue mantenido entre un diplomático de la Embajada argentina en España y un alto funcionario de la Casa Rosada, durante la presidencia de Néstor Kirchner.
La humorada podría inscribirse en el largo anecdotario oficial, pero en el fondo desnuda el desinterés sin retorno del Gobierno nacional por el rol de las Fuerzas Armadas, hoy en situación de parálisis operativa casi generalizada.
Fuerte retracción presupuestaria en el área de defensa; materiales obsoletos y fuera de uso en los cuarteles; pertrechos perdidos al cabo de la derrota en la Guerra de Malvinas que nunca fueron reemplazados -en particular en la Fuerza Aérea y en el Ejército-, y una cuantiosa dotación de efectivos ociosa, colocan a las tres Fuerzas Armadas Argentinas a la cola en materia de reequipamiento y entrenamiento en comparación con otros países de la región, como Chile, Brasil, Perú y Venezuela.
"En muchos casos figura el material en el inventario, pero no está operativo. Tiene una existencia virtual. Hay una renovación que no se ha producido pese a que durante los primeros cinco años del gobierno del kirchnerismo hubo una bonanza económica sin precedentes", comenta Horacio Jaunarena, quien fue ministro de Defensa durante las presidencias de Raúl Alfonsín y de Fernando de la Rúa.
Hay datos ilustrativos sobre esa cuestión: distintas publicaciones especializadas dan cuenta de que el gasto en defensa de Argentina se mantiene en un 0,87 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB), un módico porcentual en relación al 1,75 por ciento de otras naciones de América latina.
"En este momento, las Fuerzas Armadas Argentinas están en incapacidad para cumplir con su rol principal por el estado general que tienen. Y este estado de incapacidad se vincula, primero, con una situación de obsolescencia del material del Ejército, que tiene un promedio de antigüedad de 30 años", dice Jaunarena.
Un suboficial con destino en un cuartel del Ejército de la ciudad de Córdoba supo repetir hace poco una frase que no es nueva, pero que alude a situaciones de carencias puntuales: "Muchos de los materiales que tenemos apenas si sirven para mostrar en los desfiles patrios".
La ministra de Defensa, Nilda Garré, ha coincidido con otros diagnósticos en el sentido de que Argentina no tiene hipótesis de conflicto bélico, lo cual reforzaría la consigna del desarme y desatención en el rubro inversiones y modernización del aparato castrense.
¿Cuál es la prioridad en este escenario? Si bien en los albores de la gestión de Néstor Kirchner, en 2003, algunos insinuaron en reserva la posibilidad de encarar la disolución de las Fuerzas Armadas para reconvertirlas en una fuerza de seguridad nacional, la idea quedó en veremos y jamás fue abordada de manera formal a nivel oficial. Nadie aspira por ahora a imitar el caso de Costa Rica, donde el ex presidente de ese país Óscar Rafael Arias fue un precursor en la idea de abolir el esquema militar tradicional.
"Las Fuerzas Armadas tienen que estar preparadas para preservar la integridad territorial, sus habitantes y sus recursos naturales. Van a tener que ver con temas relacionados al medio ambiente y con las misiones de paz de las Naciones Unidas, ya que la Argentina aporta cascos azules en distintas partes del mundo" (principalmente en Chipre y Haití), enfatizó la ministra Garré. Y apuntó: "Las Fuerzas Armadas son las más preparadas por su capacidad organizativa y logística para auxiliar a la población frente a una situación de catástrofe y emergencias".
Desprestigio. Pese al paso de los años, no ha sido sencillo para los militares sacarse de encima la mala fama que supieron ganarse aquellos que a punta de fusil tomaron el poder el 24 de marzo de 1976. Mientras desde el Gobierno nacional se viene pregonando la "democratización" de las Fuerzas Armadas, encarnada por los cuadros más jóvenes, decenas de oficiales y suboficiales de la Marina y del Ejército desfilan por los Tribunales Federales del país acusados de delitos de lesa humanidad.
La transición es complicada: desde la década del `80 no hubo una política definida que termine de poner las cosas en su lugar; es decir, diferenciar a aquellos que cometieron delitos aberrantes de los que se ajustaron a la Constitución y a las leyes.
Sin renovación. Sin diferencias sustanciales respecto del pensamiento de Jaunarena, el justicialista Miguel Ángel Toma -fue ministro de Defensa durante el breve interinato entre la renuncia de De la Rúa y la asunción como presidente de Eduardo Duhalde, en 2002- afirma que la capacidad operativa de las Fuerzas Armadas "es hoy prácticamente nula". Evalúa que ello se da "no sólo por deficiencias de los materiales, que no han tenido renovación ni mantenimiento sustantivo", sino también porque el presupuesto para el sector "no permite que lo poco que se tiene funcione adecuadamente".
Se dice que el "parque de bala" de las Fuerzas Armadas Argentinas alcanza sólo para dos horas de combate pleno.
"La ausencia de presupuesto afecta fuertemente el adiestramiento del personal. Por lo tanto, tenemos deficiencia de material y deficiencia también en el entrenamiento de los cuadros. La sumatoria de estos dos elementos, más un tercero, que es la ausencia de un respeto por la institución militar que tiene este gobierno, hace que hoy la Argentina se encuentre, respecto del resto de los países de la región, en una situación de claro desequilibrio; y esto no es bueno", afirma Toma.
Muchos expertos tienen una clara coincidencia sobre otro proyecto militar de discutida eficacia, a la luz del magro aporte de fondos a la cartera de Defensa: el voluntariado que sustituyó, en 1995, al servicio militar obligatorio, tras el crimen del soldado Omar Carrasco. El sistema no derivó, como se pretendía, en la formación de un cuerpo de soldados profesionales bien pagados.
Por el contrario, la abolición de la conscripción abrió las puertas de los cuarteles a miles de jóvenes desocupados que, más que por vocación castrense, ingresaron para garantizarse un salario mensual y una obra social, entre otros beneficios.
Hoy ese ingreso está estancado y se sabe que cada vez hay menos aspirantes al voluntariado. Muchos incorporados dejan la profesión de soldado en busca de otro oficio mejor remunerado. Hay antecedentes de voluntarios que, una vez capacitados en los regimientos del Ejército, ingresan como aspirantes a la Policía de la Provincia de Córdoba o en agencias de seguridad privada, con sueldos que duplican los que paga el Estado nacional.
Hipótesis de conflicto. Otra constatación: la Argentina no tiene hoy hipótesis de conflicto armado con otro país. ¿De qué se ocuparán entonces los 70 mil miembros de las Fuerzas Armadas en este escenario? Las opiniones están divididas.
"Que haya hipótesis de conflicto es una posibilidad, que no haya conflicto es otra historia. Argentina debería trabajar en un sistema de defensa regional, con socios como Brasil y Chile. Lo que pasa es que es muy difícil que usted pueda ser socio de alguien si no aporta. Una cosa es ser miembro de una alianza y otra cosa es ser protegido por una alianza, con capacidad de decisiones totalmente diferentes", opina Jaunarena.
Toma aporta lo suyo: "Todo desequilibrio en el balance de fuerzas es siempre una convocatoria al conflicto. Lejos de ser esto un planteo armamentista o militarista, es un planteo profundamente pacifista, de equilibrio para la región de preservación de soberanía. Cuando hay desequilibrio, se tiene siempre la tendencia de que se imponga la supremacía".
Fuerzas Armadas como las de Brasil, Chile, Perú y Venezuela han hecho millonarias inversiones en el área de la defensa y esto, en el mediano plazo, profundizará los desequilibrios respecto de la Argentina. "Esto no es nada bueno", aciertan Jaunarena y el ex ministro de origen peronista.
También admiten, como lo sostiene la propia administración de Cristina Fernández de Kirchner, que han aparecido otras amenazas potenciales que podrían llegar a involucrar a las Fuerzas Armadas: el control de los recursos naturales. "Hay amenazas, por caso, sobre los grandes cursos de agua. Ni qué hablar sobre las grandes reservas de minerales", señala Toma.
De esta manera, ya no se trata de hipótesis de enfrentamientos armados con otro países, pero cambia la naturaleza de la amenaza. Hay que cuidar los acuíferos y las Fuerzas Armadas pueden ser funcionales en esa tarea.
También orientarlas al servicio de la comunidad desde distintas actividades, como la asistencia en zonas castigadas por la pobreza extrema y en escenarios de catástrofes naturales.
Pero no hay consenso para -como pregonan Toma y su actual jefe político, Eduardo Duhalde- sacar a los militares a las calles para involucrarlos en el combate contra el delito.
Fuente: La Voz del Interior, 2/6/2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los mensajes son moderados antes de su publicación. No se publican improperios. Escriba con respeto, aunque disienta, y será publicado y respondido su comentario. Modérese Usted mismo, y su aporte será publicado.