Vera y Kevork Karagozlu junto al Catolicós de Todos los Armenios, Karekin II durante la inauguración del Jachkar (Cruz de Piedra) en la Plaza Armenia, Bs As 2005.
Carta de su nieto Jorge Karagozlu
Mi nombre es Jorge Eduardo. No en vano me llamo así, sino que tengo el honor de portar dos nombres que en mi familia tienen una gran importancia. Mi abuelo paterno se llamaba Kevork (Jorge) y mi abuelo materno Yetvart (Eduardo).
Al segundo no lo conocí pese a que me hablaron maravillas de él. Al otro lo tuve hasta hace pocos días atrás. Que afortunado que me considero por haber tenido la relación que tuve con él.
Escribir sobre mi abuelo implica hablar sobre una vida increíble por donde se la mire. Y no digo esto por ser su nieto, sino porque fue un trotamundos hasta el momento en el que se estableció en el país que lo recibió y lo cobijó y le permitió vivir una vida plena.
El vivió en Turquía, en Alemania y en Argentina. Mi abuelo nació en Adana en 1918, siendo su familia oriunda de Kayseri. La fecha de cumpleaños es obviamente incierta, y lo que es curioso, es que tanto Yevkine, Siran y Agop, sus hermanos, también nacieron el 21 de mayo. Eso dice en sus documentos, pero realmente no saben cuando fue su verdadero cumpleaños. Esto, porque un conocido de mi bisabuelo fue a inscribir a los hermanos pero en el trayecto perdió la hoja con los datos. Así, decidió poner a todos esa fecha de nacimiento por ser el día del niño en Turquía.
Una vez instalados en Estambul, o Bolis, como tantas veces escuché en casa, empezó a trabajar junto a su padre. Ya habiendo terminado el colegio, se fue a Alemania a estudiar ingeniería textil. Tuvo que volverse antes de terminar porque la amenaza del nazismo era una realidad y el podía correr peligro.
Así fue que estuvo en Bolis hasta 1950, donde después de estar un mes de novio con mi abuela Vera, se casaron y vinieron a la Argentina. Se instalaron en Vicente López y junto con un grupo de amigos, empezaron a crecer fuertemente en el rubro textil ya que era un conocimiento que traían desde la lejana Estambul. Valga la aclaración que hicieron posible lo que hicieron cuando realmente ni hablaban el idioma y tuvieron que aprenderlo a la fuerza.
Ellos nunca se olvidaron de la madre patria, en aquellos tiempos bajo la influencia soviética, y siempre procuraron trabajar en pos de su ayuda. Así fue como hicieron la Iglesia San Jorge y consecuentemente el colegio que hoy sigue funcionando como pilar de la comunidad de V.L. Además, siempre que se le pidió, contribuyó con la Mayr Hayastan.
Tanto él como mi abuela fueron dos personas que buscaban ayudar como fuera posible a la causa. Y su “hai hoki” (espíritu armenio) tan marcado, me lo pasó a mi por medio de todos sus relatos. El fue el que me impulsó a participar en la comunidad.
Hablar de mi abuelo sin hablar de la empresa, sería no hablar de él. Junto a su padre y a su hermano trabajaron fuertemente en Karatex, fundada por ellos y continuada por sus hijos y hoy también por sus nietos. El había vivido fuertemente con la cultura de trabajo desde chico, y fue hasta el último momento en que su cuerpo le permitió en que iba a la fabrica, a las tiendas como también a la oficina para ver que todo estuviera bien.
Mi abuelo vivió su vida intensamente junto a mi abuela. El binomio Kevork-Vera era una marca registrada, y sinceramente creo que fueron un ejemplo de vida por todas las cosas que hoy nos quedan a nosotros como legado.
El monumento de Plaza Armenia fue su gesto de agradecimiento a la Argentina por haberlos recibido y haberles dado la tranquilidad y la felicidad que no tuvieron en Bolis. Y realmente hoy siento la alegría de que realmente sus vidas fueron dignos ejemplos para los que seguimos sus pasos.
El Dede era una persona que irradiaba alegría. Era muy respetado por sus pares y además era alguien que vivía acorde a lo que su corazón le dictaba. Era la persona que en la fiestas disfrutaba como a su vez en el trabajo era aquel que inspiraba un fuerte sentido de compromiso hacia con las tareas que ello le implicara.
Hay un sinfín de cosas que uno puede decir del abuelo, y sin embargo no alcanzan en una carta. Simplemente queda recordarlo tal cual era. Era un tipo distinto, uno que alumbraba el camino con esa aura de grandeza. Un luchador nato, un trabajador empedernido, un apasionado de la vida. Era un grande por donde se lo mirara, y sí, soy subjetivo, pero lo soy porque no se puede ser objetivo con el cariño que sentía por él. Era un referente y un espejo. Un ídolo de carne y hueso. Era de esos líderes natos que uno simplemente seguía porque sabía que no se equivocaba. A tal punto que mis amigos ya lo habían bautizado el patriarca. Y si algo pasaba, lo minimizaba con un sencillo, “No problem”.
Hoy puedo saber que realmente él está descansando y que vivió una vida plena. Que cumplió con su cometido de vivir una vida llena de alegría. Que vivió sabiendo que cumplió con su querida Armenia como también con su querida Argentina. Que formó una familia increíble y de la cual el disfrutaba desde la cabecera como cuando comíamos todos juntos los domingos, bulgur con asado para después deleitarnos con el havits que hacía la abuela.
Dede, hoy estás con la Tita, seguramente bailando como lo hacías en las fiestas que organizaban con sus amigos. Seguramente te des una vuelta por Hayastan, juegues al tavli con tus queridos amigos, brindes con “oghi” y vuelvas para acompañarnos. Sé que la próxima vez que miremos hacia la cabecera para brindar, no te veamos…pero sabemos con certeza que estas ahí. Porque para nosotros no te fuiste. Porque seguís viviendo en nuestros corazones.
Hasta siempre Dede!!! All the best!!
Fuente: www.ian.cc
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