Hay una falta de armonía en la marcha de los sectores argentinos, algo que desde Oxford Timothy Garton Ash denomina con justeza “política de la distracción cultural”. Los medios de comunicación -dice Garton Ash- “dedican millones de horas a discusiones sobre el matrimonio gay, el aborto, la homosexualidad”. Y añade “cada vez más, parecen debates sobre qué canción deben tocar en la cubierta del Titanic”.
Algo parecido ocurre en estas distraídas tierras sudamericanas. Se añaden las chicanas, los dimes y diretes y las conjeturas de ese club integrado por periodistas y políticos. No son lo único, claro. Pero domina la necesidad de llenar las páginas con estas fruslerías. Hay un talismán: parte del periodismo necesita armar su circo con legisladores y candidatos a algo. ¿Lucha de egos? Es probable. ¿Eficaz? Muy poco como casi toda forma vanidad. Algunos ya tienen debida cuenta que el lector-espectador se zambulle en la intrascendencia explícita de Tinelli o la Giménez o en algún crimen truculento.
No ha merecido la suficiente difusión el interesante informe del Fondo Mundial para la Naturaleza, que ubica a la Argentina entre las 10 naciones que totalizan más del 60% de la capacidad del Planeta para proveer servicios ambientales de importancia global. Para mayor abundamiento buscar… La Argentina clama por una dirigencia capaz de pegar el salto y no paliarse en las pequeñas cosas.
El equipo renovado de Ecolatina da su visión sobre el porvenir inmediato de la explosión agrícola:
Hace pocos meses los meteorólogos detectaron un descenso de la temperatura en el Océano Pacífico Ecuatorial. Este fenómeno climático conocido como la Niña implica menores precipitaciones para la zona agrícola de la Argentina, Paraguay, Uruguay y el sur de Brasil.
Si bien los expertos no esperan que se repita la fuerte sequía que afectó la campaña 2008/2009 –gracias a una mayor acumulación de agua en los suelos – el perfil hídrico de la próxima cosecha no sería tan favorable como el que se observó en la última. Este dato es trascendente por la elevada dependencia de la economía argentina al campo y, especialmente, a las divisas que genera.
Mantener el tipo de cambio nominal anclado en un contexto de fuertes subas de precios implica un rápido deterioro de la competitividad externa. Ello afecta a la producción de productos exportables e impulsa las importaciones, empeorando el saldo comercial.
La Argentina necesita generar cada vez más divisas. El complejo sojero y cerealero representa más de un tercio de las exportaciones y es uno de los pocos sectores que sigue siendo muy competitivo pese a soportar una carga impositiva creciente. Es más, la cadena agroindustrial en su conjunto explica prácticamente la totalidad del superávit comercial.
La escasez de lluvias o la posibilidad de heladas tardías le ponen un techo a la campaña 2010/2011. Lo positivo es que las perspectivas de los precios internacionales de los productos primarios son alentadoras.
En 2011 el sector agrícola no será un elemento dinamizador de la actividad como lo fue este año. Aunque en términos de divisas el aporte podría llegar a ser superior si efectivamente se logra alcanzar una producción similar a la campaña 2009/2010 y los precios continúan en ascenso.
En 2009 la peor sequía en cuarenta años. Por la caída de la producción y el desplome de los precios de las commodities (producto de la crisis internacional), el complejo oleaginoso y cerealero explicó más de la mitad de la contracción de las exportaciones totales del país.
Las menores ventas no sólo impactaron negativamente en los ingresos de los productores, del Estado (vía derechos de exportación y demás impuestos) y las actividades conexas, sino que también influyeron al mercado cambiario.
Así como fuera destacada la importancia de los términos de intercambio para sostener el superávit comercial o del Súper Real a la hora de atenuar la creciente pérdida de competitividad externa, se subraya aquí el rol que juegan las condiciones climáticas en la economía local. En el corto plazo los riesgos son acotados, pero preocupa la creciente dependencia en factores que no se controlan (exógenos): clima, precios internacionales y valor del Real brasileño.
La siembra del trigo durante el invierno dio comienzo a la campaña agrícola 2010/2011. A diferencia del ciclo anterior, donde se perfilaban los beneficios climáticos del Niño, éste encuentra a los productores en unas mejor posiciones financieras pero expuestas a la incertidumbre propia del período de la Niña.
La posibilidad de menores precipitaciones durante el verano tiene consecuencias negativas sobre el rendimiento esperado del maíz (que se está sembrando en estos días) y sobre la intensión de siembra de la soja para fin de año. De hecho, se estima que la producción final de ambos cultivos será menor a la obtenida en la campaña anterior.
El aliciente lo dará el aumento en la producción de trigo y girasol, pues en el primer caso se cosechará hacia diciembre sin tanto stress hídrico (aunque expuesto a posibles heladas tardías) y en el segundo caso el cultivo tiene mejor resistencia a la falta de agua. El alza en estos productos no compensa el menor volumen global resultante de la baja en maíz y soja.
Fuente: EVIDENCIAS *Ficha Técnica del Presente*
Nº 589 14 de Octubre 2010
(*) “Evidencias” Es una publicación mensual entregada en propias manos y vía e- mail diariamente cada vez que la realidad se imponga con urgencia. Pretende facilitar elementos de juicio para que cada lector saque sus consecuencias. Difundirá datos, y cifras e informes en forma exclusiva que serán distribuidas entre sus suscriptores.
EDITOR: Luis Pico Estrada
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