Por Carlos Manuel Acuña
Hoy en la Argentina, especialmente en las zonas urbanas, hablar de armas y calibres es una cosa común. El tema se extiende en busca de asesoramiento y esas consultas contagian los temores, aceleran las especulaciones y alimentan el miedo a la inseguridad asentada en la vida de todos los días.
Las noticias de asaltos, robos y muertes se relacionan con la política y se vuelcan en los hechos y enfrentamientos en la vía pública donde los representantes legítimos de la ley no pueden actuar como corresponde.
Limitados, sin armas, esta circunstancia llena las conversaciones y reflejan una verdad de a puño: el malestar que existe en las Fuerzas Policiales y también en la disciplinada Gendarmería Nacional a la que se le ordenó sacar de sus lugares naturales de actividad - las fronteras y sitios aledaños - miles de hombres en un intento de contener el desorden ciudadano.
Sin embargo este desorden cunde, piqueteros sin límites se confunden con elementos que integran pequeños grupos de la izquierda más activa que se mueven cómo si fuera una mayoría para eludir el razonamiento de los observadores que de todas maneras llegan a una conclusión: existe una movilización extremista que adquirió una dinámica propia a partir del momento en que ganó la calle y nadie se ocupó de frenarla.
Más aún, desde la cima del poder político se hizo saber que no serán reprimidos y que tras esa palabra justa pero demonizada, no sobrevendrían los hechos consecuentes. Entonces, esa dinámica , casi sin razonamiento y bajo los impulsos de los actos que valen por si mismos se convierte en un punto referencial, fuerte y progresivo.
En eso estamos aunque aún falta para que toda la opinión pública absorba la realidad que acontece. Sin referirse específicamente a esta situación, políticos conocidos -algunos sin votos, otros con cierto respaldo y los menos con simpatías electorales que pueden pesar mediante alianzas y compromisos- resolvieron acordar algunos puntos básicos para la gobernabilidad del País, en un implícito reconocimiento de que existe un incipiente estado de anarquía que es necesario contener. No hubo referencias taxativas acerca de esto último ni una convocatoria a la fuerza necesaria para acabar con el desorden y abrir un camino para un diálogo salvador.
Los políticos no quieren comprometerse. Tampoco hubo palabras para esa fuerza que, inexorable, actuará tarde o temprano, con o sin una meta política y acuerdista. En la calle, los cortes y manifestaciones cruzadas proseguían con sus mensajes de alarma y después de un paréntesis nocturno que los ocupantes ilegales de terrenos en el conurbano aprovecharon para asegurar su posición, se produjo el lanzamiento de la candidatura presidencial de Eduardo Alberto Duhalde.
Durante el acto y posteriores declaraciones políticas, el ex gobernador y ex Presidente de la Nación, habló con una serena severidad respecto del futuro y tuvo espacio para referirse al desorden y la necesidad de encontrar palabras y medidas para una difícil salida. Duhalde fue el único que lo hizo en estos términos y sus palabras no soslayaron a esa especie de bipartidismo que siempre hubo en la Argentina y frenó el crecimiento de agrupamientos menores.
Fue simple y en el aire quedó la imagen del radicalismo pese a que éste no termina de consolidar su situación interna. Duhalde también dejó abierta una puerta grande para eventuales acuerdos y así surgen los nombres de Scioli, De Narváez, toda la gama del Peronismo Federal y hasta de radicales moderados.
Hoy por hoy en el escenario aparecen cuatro componentes principales: los acuerdistas que mencionamos en primer término y firmaron las pautas de gobernabilidad, los radicales que seguirán entretenidos en su permanente interna, el propio Duhalde y los aliados que se sumarán en el azaroso camino y, finalmente, el conflictuado gobierno que, contradictoriamente, ahora quiere modificar mediáticamente la destrucción de la juridicidad por el mero interés político e ideológico. Eso siempre se paga.
Los oficialista de izquierda que rodean a Cristina Fernández sueñan con su candidatura a pesar de las encuestas que muestran el derrumbe vertical de una ahora hipotética postulación de la Presidente.
Cerrado ese camino cabe preguntarse que hará el kirchnerismo puro (si es que le cabe este concepto) que pronto podrá sufrir otro duro golpe: el procesamiento judicial de Máximo por anomalías cometidas en Santa Cruz en complicidad con los otrora hombres de baja calaña y que gozaron de la máxima confianza de Néstor Carlos.
Los caminos se le cierran, por lo que no faltan los bien informados que aseguran que podrá comprometerse en aumentar la violencia ya instalada. Horacio Verbitsky ya está comprometido con el actual oficialismo; otros nombres de la izquierda progresista lo acompañan y aquí surgen los temores pues son capaces de cualquier cosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los mensajes son moderados antes de su publicación. No se publican improperios. Escriba con respeto, aunque disienta, y será publicado y respondido su comentario. Modérese Usted mismo, y su aporte será publicado.